viernes, 14 de septiembre de 2012

LA FALSA EVOLUCIÓN





    Y al entrar al supermercado me dirigí, a su tiempo, hacia la zona de las aceitunas. Eligiendo un precio medio-bajo acabo en muchas ocasiones con una ya buenas  aceitunas con anchoas.
            Y ya una vez aquí, comienza y empieza la malformación.
            Nuestro paladar y hábitos alimentarios han venido marcados, sobretodo aunque a alguno le pese, por las necesidades nutricionales. El primero de aquellos que comenzó a tomar olivas, lo hizo con mala cara pero y a sabiendas que se estaba alimentando.
            Y las cosas y la especie, evolucionaba. Y de padres a hijos se tramitará la afición por una aceitunas, nutritivas  y  además buenas.
            La evolución continuó y los paladares fueron cambiando de preferencias, pero todas, dictadas necesariamente por un respeto máximo a las consecuencias físicas, que el  cuerpo es capaz de hacer ver a la mente.
            Así pues y con estos preámbulos compré las aceitunas y me dirigí, con otras cosas hacia casa. Al llegar, abrí en bote y comencé a deleitarme con unas aceitunas.
            Pero y a la par que disfrutaba con alguna de ellas, descubrí que era una afición buscada, maquinada  y artificial.
            Hábitos y costumbres somos. Lo que nos den con repetición nos gustará y soportaremos.
            Y mi paladar acabará adictivo hacia estas  aceitunas, las cuales no tuvieron un sentido natural propio de los comienzos en los hábitos alimentarios, sino,  solo, simple y llanamente por su precio y composición.
            Nuestra evolución alimenticia estará especulada por los sabores artificiales y directamente conseguidos por productos químicos sintéticos.
            La naturaleza dejará de actuar y las multinacionales llevaran nuestro paladar por  donde consideren oportuno.
            La inercia del consumo de ciertas sustancias, pero también en ciertas condiciones, seguirá existiendo pero habrá perdido sus características externas pero originarias, se mantendrá pero adaptada a las necesidades que nos quieran producir.
            Si es de menester y conveniencia para ciertos poderes fácticos, acabaremos deleitándonos con el consumo de suelas de zapatos gustosamente tratadas con esencia de anchoa y algunas vitaminas escondidas entre la arrugas de la goma.
        

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