Tic-toc, tic-toc…..así el péndulo se
balanceaba constantemente. Allí estaba mirándolo cuando vino Javier.
-
Andrés, ¿que tal?
-
Bien- le dije.
-
¿Y tú?
-
¿Yo?, estresado,
amigo.
Alzó la cara y la mano y pidió un café a la par que
ojeaba un largo informe.
El
péndulo seguía allí. Era parte de un reloj de publicidad de una marca como de otra.
Impasivo, imparable, inexpugnable seguía moviéndose sin ningún desritmo y duda.
Otra vez y con más razón, asombrado, embaucado y seducido por este movimiento
mis pensamientos comenzaron a especular sobre la armonía, el orden y demás
temas similares que acompañan cualquier movimiento rítmico cuya repetición,
duración e inmutabilidad no es producto del ser humano. El tiempo lánguido y
los pensamientos eternos me envolvieron. Cuando me di la vuelta y me di cuenta,
la cara de insistencia de Javier ahí estaba ya.
-
¡ehyy!,
despierta. Mira, compañero, vengo mis putos cinco minutos que llevo aquí a tu
lado tratando de leer esto, tomarme el café a toda piña y leer algunas líneas
aclaratorias del informe, y no sólo el tiempo vuela y corre y pasa que no me doy cuenta y he de
irme ya y además, tu, ¡no me has dicho ni buenas!. Mira Andrés-me dijo
sonriendo- porqué te aprecio sino…nos reímos y se fue.
Le seguí con la vista su salida del bar.
El péndulo había realizado exactamente las mismas
oscilaciones tanto para el como para mi. Pero y sin embargo el tiempo fue diferente.
La relatividad habla de la velocidad y el tiempo resultante entre la comunicación
de dos elementos que se mueven a distinta velocidad. Pero, bueno, desde mi
inmensa ignorancia –le decía a la imagen del espejo- debo de hablar muy poco de
esta relatividad y además no quería hablar de ella. Pero por haberlo vivido,
como me pasó en el bar aquella tarde, vi y sentí la volatibilidad, subjetividad
del tiempo. Aquellos cinco minutos y las pongamos 300 pendulaciones en los que mis reflexiones sobre la armonía
se me hicieron eternas y los mismos
elementos que se daban, en el intervalo mismo de tiempo, a él se le hizo muy
corto. Entonces ¿Qué es el tiempo?, ¿movimiento?, no, pues con el mismo
movimiento, el tiempo ha sido diferente. ¿Velocidad del pensamiento?, si, -
pensé..
-
Que, “no se, no
se” – me giré sorprendido al oírla. Con un largo pero discreto traje azul,
también en el tiempo del café matutino en el trabajo y sonriendo, pasaba a mi ladito.
-
Pero Carla, ¿Qué
me dices?
-
Andrés que te
conozco amigo, esa cara se te queda
cuando te encuentras con alguna gran duda. Nos sonreímos con mucha sinceridad.
-
Si, si, amiga,
pero piensa si el tiempo es la resultante del movimiento en su relación con la
velocidad de tus pensamientos.
-
No se, no se, me
dijo mirándome con la mas absoluta incomprensión, sorpresa y algo de cachondeo
-
Si, encanto, ahí
si que estamos de acuerdo.
Me dio un cariñoso beso en la mejilla y continuó
su camino.
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