miércoles, 12 de septiembre de 2012

CAFÉ XI






         Tic-toc, tic-toc…..así el péndulo se balanceaba constantemente. Allí estaba mirándolo cuando vino Javier.
-         Andrés, ¿que tal?
-         Bien- le dije.
-         ¿Y tú?
-         ¿Yo?, estresado, amigo.
Alzó la cara y la mano y pidió un café a la par que ojeaba un largo informe.
El péndulo seguía allí. Era parte de un reloj de publicidad de una marca como de otra. Impasivo, imparable, inexpugnable seguía moviéndose sin ningún desritmo y duda. Otra vez y con más razón, asombrado, embaucado y seducido por este movimiento mis pensamientos comenzaron a especular sobre la armonía, el orden y demás temas similares que acompañan cualquier movimiento rítmico cuya repetición, duración e inmutabilidad no es producto del ser humano. El tiempo lánguido y los pensamientos eternos me envolvieron. Cuando me di la vuelta y me di cuenta, la cara de insistencia de Javier ahí estaba ya.
-         ¡ehyy!, despierta. Mira, compañero, vengo mis putos cinco minutos que llevo aquí a tu lado tratando de leer esto, tomarme el café a toda piña y leer algunas líneas aclaratorias del informe, y no sólo el tiempo vuela  y corre y pasa que no me doy cuenta y he de irme ya y además, tu, ¡no me has dicho ni buenas!. Mira Andrés-me dijo sonriendo- porqué te aprecio sino…nos reímos y se fue.
Le seguí con la vista su salida  del bar.
El péndulo había realizado exactamente las mismas oscilaciones tanto para el como para mi. Pero y sin embargo el tiempo fue diferente. La relatividad  habla de la velocidad  y el tiempo resultante entre la comunicación de dos elementos que se mueven a distinta velocidad. Pero, bueno, desde mi inmensa ignorancia –le decía a la imagen del espejo- debo de hablar muy poco de esta relatividad y además no quería hablar de ella. Pero por haberlo vivido, como me pasó en el bar aquella tarde, vi y sentí la volatibilidad, subjetividad del tiempo. Aquellos cinco minutos y las pongamos 300 pendulaciones  en los que mis reflexiones sobre la armonía se me hicieron  eternas y los mismos elementos que se daban, en el intervalo mismo de tiempo, a él se le hizo muy corto. Entonces ¿Qué es el tiempo?, ¿movimiento?, no, pues con el mismo movimiento, el tiempo ha sido diferente. ¿Velocidad del pensamiento?, si, - pensé..
-         Que, “no se, no se” – me giré sorprendido al oírla. Con un largo pero discreto traje azul, también en el tiempo del café matutino en el  trabajo y sonriendo, pasaba a mi ladito.
-         Pero Carla, ¿Qué me dices?
-         Andrés que te conozco amigo,  esa cara se te queda cuando te encuentras con alguna gran duda. Nos sonreímos con mucha sinceridad.
-         Si, si, amiga, pero piensa si el tiempo es la resultante del movimiento en su relación con la velocidad de tus pensamientos.
-         No se, no se, me dijo mirándome con la mas absoluta incomprensión,  sorpresa y algo de cachondeo
-         Si, encanto, ahí si que estamos de acuerdo.

Me dio un cariñoso beso en la mejilla y continuó su  camino.


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