Es difícil
realizar la crítica pues están incluidos, dentro de ésta, estos individuos que
se encargan de dirigir este país.
Para entender la lectura del asunto habrá que realizar un
esfuerzo de generalización y después concretarlo.
Diríamos que casi ninguno es malo pero que todos son
prisioneros.
Para juzgar a estas personas hay que hacer una lectura
correcta y hay que entender que cualquiera que se introduzca en el actual
juego, llamado política, está atado ya, de pies y manos, perdiendo su libertad
de acción.
No son conscientes de ello, no son avisados, no llegan a
comprenderlo. La política en el mundo actual es un lobo que se fagocita a él
mismo.
Cuando vuelven a la realidad ya han sido sumergidos en
hipocresías, falsedades e intereses que le han quitado toda su pureza en el
acto. El lobo devora sin piedad.
Claro y por supuesto que la solución se me escapa. Lo que
sí que me queda son pequeñas acciones y conocimientos que son partes necesarias
del camino.
Si el objeto de la política es en una acción pública la
lucha, el enfrentamiento por unos intereses particulares o unas ideas fijas y
propias, el resultado será corrupto e interesado.
El político no tiene por qué ser una mala persona, pero
tal y como está montado el sistema en la interacción social-política en la
dirección de las estructuras, la corrupción y decisiones interesadas son
inevitables. En esta salsa no tiene por qué buscar su bien, pero con toda
seguridad en su decisión no contemplará de forma aséptica y virginal el bien colectivo,
sino con una forma estudiada, pensada e interesada a imponer.
El pasado no existe, el futuro no es, sólo tenemos el
presente y a él hay que ajustarse.
La política no piensa en la actualidad sino en las
futuras elecciones
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