jueves, 3 de octubre de 2013

RENÈ Y EL POSADERO

Tenia que pulir toda a madera.
Muchos robles de Prusia me trajeron para construir mi magnifica posada en el camino a París.  Contrataría a varios campesinos a que la dejaran como la seda. A los señoritos y señoritas de la alta nobleza y otros potentados así les gustaba.
Tenía un amplio espacio para sus lujosas carrozas y unos grandes establos para todas sus caballerías. El interior de humo de sus pipas y los hedores y efluvios de los grandes vinos Franceses y Españoles que les ofrecía  habían ennegrecido lasa placas de la noble madera.
Sumido en estos pensamientos entro un hombre alto, espigado joven y elegante a mi local. Se aproximo a la barra, y muy cordialmente me pidió un vino tinto - un gran vaso, añadió. Se lo serví. No era tonto, ni mucho menos, pues antes de hablar ya vi como le brillaba la mirada. Se giro y se quedo contemplando el espectáculo de todas las señoras y señores con sus grandes traje barrocos de la alta nobleza que en aquel 1630 se llevaban en toda Francia.
Así pues, yo continué mi trabajo pasando el vino tinto de un gran bidón de roble, igual que la madera de mi posada, pues  quería que fuese la mejor,  a unas copos de cristal Veneciano que tanto me habían costado.
Al momento se giró y me miro y sin postulados me dijo
    - ¿Y no será que  van todas desnudas y con los lacítos en sus muslos? 
   - ¡No,señor, no en mi posada, no¡ aun siendo de la alta nobleza no les hubiera permitido entrar así -ya no me gustó nada su comentario.
   - Bien, bien, no se enfade, pero ya le digo que a veces los sentido nos engañan, y no es lo, que creemos  que vemos, venga, póngame otro vaso de vino.
Me giré y me fui directamente hacia el bidón del vino y un tanto tembloroso y  volví con éste.
   - Ummmm, bueno, si señor, ¿cuantos llevamos? 
   - Dos señor, le contesté. Por su vestimenta, sus  maneras, su vocabulario y educación allí permanecía escuchando sus tonterías inmensas, sino le hubiera dado la espalda ya.
    - ¿Seguro?
    - Si, Señor, tengo la fortuna de que instruyeron en la aritmética, mi padre, para llevar los negocios.
   - No  me mire así, posadero, ni va a ser Usted ni el último ni el primero a quien la razón engañe
Tantas dudas y preguntas me estaban incordiando. Pero ¿qué tenía en su cabeza  este caballero?, ¿en qué estaba pensando?, ¿a donde quería llegar dudando de todo lo que le rodeaba?
En el otro lado del recinto vio a un conocido al que se acercó a saludar .
Yo, un tanto aliviado me apresuré a preguntar a los demás clientes si querían algo más. Volví a la barra y aun estuve un largo rato observando  la curvatura del humo que enhalaban las pipas de las hierbas asiática recién traídas para ellos y su tabaco hasta que el caballero volvió. Y directamente me dijo:
   - Mi nombre  es Rene, Rene Descartes y ¿el  suyo?
   - Andrè Señor.
   - ¿Ha dormido bien esta noche?  y ¿ya se a despertado? -aquello ya fue demasiado, apoyé mi cabeza entre mis manos  le dije:
  - Señor, señor, por favor ¿dónde quiere usted llegar?, tengo muchos clientes que atender:
  - Déjeme que le diga que no hay diferencia alguna entre la sensación  de realidad de esta  situación y  la de los suenos que haya tenido esta noche. Piénselo, piénselo
  - Rene, me dijo. A la iglesia  voy todos los domingos a pedirle a nuestro  Dios que me de claridad en mis pensamientos y acciones y me permita llevar bien mis negocios y mantener a mi familia. Nuestro Dios no permitiría estos engaños.
Me miró profundamente, la palabra estaba en su boca, la expresión en sus ojos y la continuidad en el puno apretado encima de la barra. Se acercó por encima de la barra a mis orejas y me dijo en voz baja
   - Y si este Dios quiere engañarte también, ¿a donde se nos va la verdad?
Me separé de él. Eso era un sacrilegio. Por decirlo te mandan a la hoguera pero por escucharlo también. Mi destino ya estaba determinado en el caso en que nos hubieran oído, así que seguí la conversación y le dije
  - ¿Donde quiere llegar Rene?
  - A dudar de todo y buscar una verdad total y, en el caso que la haya, estudiar su forma. Que si los sentidos, que si mi razón, que si mis sueños, que si un Dios maligno !qué hay de lo que no pueda tener ninguna duda¡
Se retiro unos pasos hacia atrás y me observaba fijamente desde la distancia. Los dos pensábamos. Bueno él no sé, pero yo si y como tal se lo dije
  - Mi extraño intelectual, mi educado burgués, mi culto y sabio cosmopolita Parisino. Mirándolo y pensándolo estoy, y esto no me lo niegue señor, no me lo niegue. No le puedo contestar a todas sus dudas pero que estoy pensando en ellas y ahora, no.
 Sus ojos se abrieron tal y cual los platos de mi cocina, las manos las subió a a cabeza y las apretó contra esta y abrió la boca sin emitir ruido alguno. Yo continué y le dije
  - Señor he de mantener a mi familia, somos humildes, por favor no cuente a nadie mis palabras, ni las suyas en esta conversación. Me hacia gestos afirmativos con su cabeza pero no estaba allí. Saco muchas mas monedas de las que me debía  las dejo delicadamente en la barra
   - No se preocupe, mi ya sabio amigo, solo comentaré el vino exquisito que usted tiene aquí y recuerde Cogito ergo sum gracias, gracias exclamo. Sabe, sin dudarlo, que está porque piensa, ¿no?
   -Bueno no lo quise decir así. Señor, no tengo su formación, no le entiendo totalmente. No tengo su sabiduría, pero sí, eso es.
  - Andrè, la formación te puede ayudar a comprender, pero la sabiduría se alcanza observando.
Me sonrió muy amistósamente, se acabo de un trago el vaso de vino y salió  con la cabeza bien alta por el pasillo central. y dos veces se giro señalándome con el dedo. Extraña persona, aun tengo curiosidad. Ocupando mi tiempo, rodeado del roble envejecido, a pulir en las paredes y a cuidar así también en los bidones para que mezan a mis vinos, me preguntaba que haba sido de él. Rene Descartes que me dijo Cogito ergo sum. Aun sigo sin saber, ya muchos años después que significa.


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