Desde fuera, tratando de actuar sin
ninguna relación ni actuación ideológica o religiosa y solo desde
el banquillo y viendo el partido, alego, sin coacción, que en la
sociedad actual no hay ninguna moral, ética o normas de
comportamiento. Estas huelgan con su ausencia.
Tenemos la malísima costumbre de
asociar el marco legal, el espacio jurídico como la norma moral
formativa y que acompaña a lo social. Grueso, grandísimo error.
Las leyes son solo los elementos
constituyentes que nos permiten ocupar el mismo espacio o vivir
cerca, nomás. Pero, nada, en absoluto, y nada en absoluto construyen
una sociedad con principios y fines compartidos.
Las mentiras son el pan de cada día y
lo peor y además nos estamos aconstumbrados a ellas y aumentando,
también hacia ellas, nuestra tolerancia.
Hay productos que anuncian sin ninguna
vergüenza, pues no viene al caso, productos como gratis que no lo
son pero todos lo admitimos, perforando nuestro subconsciente no
realmente engañando al consciente. Y ahí están, a su antojo, su
permisividad y mi esperpento.
La corrupción política tal cual lo
mismo.. La insólita hipocresía sostenida por algunos que niegan con
toda naturalidad secretos a voces que todos conocemos y que ademas
sabemos que el o ella también conoce. Es el cinismo, en este caso,
hecho carne.
La falta de algún tipo de moral,
normas cívicas aceptadas, comportamiento social compartido no se
buscan,y otros elementos necesarios para la construcción de una
sociedad correcta y completa se sienten por su ausencia. No se dan,
no existen, no se contemplan y para mi máximo dolor no se buscan.
El pensamiento intelectual que salga
del practicismo propio de la economía y se asiente en la unión
social como tal, brilla por su ausencia. Es muy poco el movimiento
intelectual, no ideológico ni dogmático que reflexione y que piense
en como mejorar nuestra convivencia social a través de principios
construidos de forma moral, es decir como medio y espíritu de
actuación.
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