jueves, 6 de noviembre de 2014

EL GATO Y EL AMOR



Aquella mujer me preguntó sobre la vida mientras envolvía en ella cuando me miraba para que le respondiera.
¿Somos razón, inteligencia, ansiedad de conocer?
Me seguía interrogando, cerca, muy cerca de mi con hermosa mirada y la vida me entraba en mis venas y me aferraban a mi ser.
Pero ¿donde encontraremos nuestra realización?, ?¿en las investigaciones teóricas, en el conocimiento?
Seguía hablando, mientras yo sentía, en compañía de su sonrisa, como me sentía más y más vivo que nunca.
Le dije, ¿acaso tú has visto a un gato llorar?, o ¿maullar de tristeza al estar alejado de su gatita?, o ¿acariciarse lentamente bajo la luna llena?
No - me dijo, mientras sus pestañas parpadeaban, ondulantes e inocentes.
Y seguí ¿tú piensas que un gato no piensa cuando debe de calcular la distancia y el momento en el cual disparar su cuerpo para atrapar a su presa?, o ¿no razona cuando recorre su territorio y lo vigila buscando cambios y diferencias de la ronda anterior?
Bueno debe de hacer, claro, es un calculo necesario – me dijo mientras muy suave y pausadamente se retiraba, entre mis sueños, su cabello que le caía por encima de su nariz.
Y siguió preguntándome mi opinión sobre esta temática. Inteligente, curiosa, inquieta. Mi alma seguía escandalizada ante los sentimientos que en ella surgían.
Pero, nosotros también razonamos y mejor que los animales – siguió
Sin duda – continué
Entonces – se dispuso a preguntar mientras se inclinaba un tanto más hacia mi persona, ¿qué nos diferencia realmente de ellos?, ¡qué es lo que al ser humano nos hace ser lo que somos?
¿Quieres saber mi opinión, de la que estoy absolutamente convencido?- le dije mirándola y perdiéndome entre sus ojos oscuros.
Sí, tengo curiosidad – me dijo, ya casi nariz con nariz.
En aquel momento decidí ser persona y dejar escapar aquello que nos diferencia de todos los demás animales.
La bese y ella a mi.
Me sentí más persona que nunca.
Los cefalópodos, cualquier sepia o pulpo, también razonan y piensan.
Los delfines se comunican.
Los chimpancés tienen sociedades.
Pero ni uno, pero ninguna, se besan como lo hicimos ella y yo.
Lo que caracteriza y diferencia al ser humano del resto de los animales, es nuestra capacidad para tener sentimientos complejos y secundarios por encima de nuestros instintos primeros. Un pequeño pajarito no hecha de menos la suavidad de las plumas de su mami, sino la comida que ella le trae.
Ella se fue.

Y yo viendo a los gatos razonar, recorriendo sus posesiones, pensar el lugar donde esconderse, lloré su ausencia balo la sombra de las estrellas y fui ser humano, muy ser humano.

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