lunes, 18 de junio de 2012
SORPRESAS
Atardecía y, al estar en invierno, apenas quedaba ya espacio para la visión. Las luces del escenario del teatro al aire libre en sus diferentes colores, daban a la escena, un aspecto matutino.
A mi lado había una señora un tanto gruesa, vestida con un traje de color crema y llevaba los labios pintados y perfilados. Las pestañas las lucia tan largos como el historial de multas de alguno, que son muchas.
A mi izquierda, a sea, en el otro lado había un hombre muy varonil con un bigote desmesurado, un tanto grueso y con un traje de chaqueta realmente feo.
Mi interés se limitaba a la curiosidad por vivir de cerca ciertas circunstancias, como estas en este caso. No era una acción ideológica pues ya sentía entonces gran hastío por los políticos.
Estaba acabando su intervención Trapatero. Era su discurso de despedida. Dejaba la presidencia.
La mujer de mi derecha tenia los ojos lagrimosos y los labios quizás un tanto torcidos. La emoción le rasgaba la túnica. Estaba viviendo la despedida de Trapatero. Pareciase como si esta señora hubiera tenido aventuras sexuales, en su cama o el encima del propio atril del escenario con el ya antiguo presidente. Era su despedida y los últimos episodios sentimentales trascurrían.
Chupaba un puro apagado, afirmando cada una de las ideas del locutor y temblando entre los aplausos su gran barriga, afirmaba continuamente las palabras de Trapatero como si antiguos compañeros del colegio fueran. La ideología le corría con forma de sudor por la frente. Por sus comentarios, deduje que su padre había luchado en la guerra civil y había adoctrinado correctamente a su hijo, a él. Este hombre creía saber donde estaba el bien, pero y además no perdonaba lo vendido como mal. Se imaginaba a Trapatero y a él junto a Azaña.
El asunto se acababa y empezó a nombrar a su sucesor. Apareció Salgido y los vítores volvieron, pues, este último empezó a subir las escaleras del semianfiteatro. Se fueron acercando poco a poco, con una gran sonrisa, lentos, despacio y mirándose a la cara. Trapatero, con su apurado afeitado, apartó a un lado el atríl con el discurso y cogió con las monos a Salgido por los hombros, y este, a su vez le cogió de los brazos.
El tiempo comenzó a pararse, y se termino justo en el momento en el que los dos candidatos se besaron, con mucha pasión y guarería en la cima de los peldaños del escenario. Se dieron el gran lotazo morreandose llenos de placer.
El color pálido del traje de la señora de mi izquierda, pareciase un jardín de colores comparado con el tono de su cara. La boquita la tenía abierta y el café se estaba derramando por su falda, color crema también.
El hombre machote de mi derecha, pareciase una amapola blanquita, como un suave cactus sin espinas, como un león sin melenas. Su bigote y él estaban avergonzados. Con el puro estaba quemando y agujereando el abrigo de la señora de delante.
El silencio fue gélido y total. Habían sesenta mil asistentes y sólo se oían susurros de falta de oxigeno.
El espectáculo fue indefinido y el torrente de reacciones inundó toda, todita España de mi corazón.
La vida no tiene forma definida. Aquel que habla de destinos miente. Las sorpresas son el pan de cada día. Hay que ordenar correctamente esto que es Nada.
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