sábado, 3 de mayo de 2014

LA ANGUSTIA



Volvíamos caminando a casa como si nada hubiese ocurrido.
Caminábamos al compás pero mas lejos nuestros pensamientos no podían estar.
Mi compañero del pelotón, aquel con el que había sudado sangre, se encontraba, como casi siempre envuelto en sus pensamientos y anotaciones. Nunca supe su nombre, pero sí su apellido
- Sartre – dije, ya estamos camino de nuestra querida, siempre, París, ¡alegrate!
- ¡uhy!, amigo Andrés – me dijo, tiempo pasará hasta que pueda volver a la normalidad y sonreír con alegría.
- Pero bueno, dentro del mal que hemos sufrido, en Mayo se rindieron y aquí, casi en el verano, volvemos.
- ¿A donde?, ¿a una Francia asolada?, ¿a una Europa arrasada?, ¿a la tumba de setenta millones de personas?
- ¡No,no!, ¡ya se ha acabado!, sigamos, amigo.
- ¿Si?, ¿a donde?
Habíamos atravesado la parte occidental Alemana, Bélgica y entrado en territorio Francés. Los supuestos liberadores de Europa, habían arrasado cruelmente ciudades enteras alemanas y los alemanes habían realizado constantes y continuos genocidios sistemáticos, además de arrasar, con intencionalidad de muerte colectiva toda ciudad Rusa por la que pasaron.
- En una guerra, Andrés, no hay ni vencedores ni vencidos. Los pueblo de ambos bandos, siempre pierden.
Hacía tres días que nos habían pasado dos noticias que nos dejaron altamente impresionados. Una fue el descubrimiento de las campos de concentración de Judíos, Gitanos, Homosexuales y otros, de los que ya teníamos noticias pero nadie, de nuestro bando, había visto todavía y relatado el infierno y las barbaries y dos, que los americanos, que en las dos guerras, la gran guerra y la segunda guerra mundial, habían entrado en Europa para liberarla de los invasores y ayudarnos, habían lanzado dos bombas atómicas sobre población civil. Miedo nos entró a todos cuando nos enteramos de las dos noticias.
- Andrés, llegados aquí ¿tú crees que tendrá límites en un futuro la crueldad del ser humano?
Le iba a contestar rápidamente, hasta que noté que el sí, se me atascaba en la garganta.
- Bueno, esta siglo será la gran advertencia¿no?, Sartre.
- Será, el siglo del miedo. Nadie podrá ya creer en las imposibilidades y límites del odio y terror humana. Siglo XVII, el de las Matemáticas, siglo XVIII, el de la Física, siglo XIX, el de la Biología y siglo XX, el siglo de la barbarie y crueldad humana.
Era un hombre que nunca se iba más allá de lo actual huyendo de lo trascendental. Sólo hablaba del momento de la existencia. Era, y digamos para nosotros un hombre existencialista al máximo. Vivía la angustia de la imposibilidad al máximo. Habíamos vivido unos años, que aquel que no tuviera capacidad de olvidar, jamás se recuperaría.
- Nuestros compañeros, Andrés, han perdido, como nosotros, el objetivo y finalidad de nuestra vida. Todas las intenciones y construcciones del futuro, han muerto bajo los bombas y fusiles. Los compañeros de la unidad que llegó a Nurenberg, pasean deambulando como zombies por la tierra camino de su casa.
- Sartre, el tiempo lo cura todo.
- No pero además esconde la verdad en el olvido. Debemos de insistir en esta salvaje barbarie que hemos cometido todos y cada uno de nosotros. Los únicos inocentes en todo esto, son los niños.
- ¡No!, los Franceses hemos entrado en la guerra con las manos limpias. Ellos nos obligaron a defendernos.
- Sabes que no, que si no hubiésemos ahogado a los Alemanes en el tratado de Versalles al final de la gran guerra, la primera guerra mundial, estos no hubieran seguido, como ciegos a un monstruo de la raza humana, al mayor asesino de la historia, a Hitler. Tiemblo de pensar que haya entre los humanos personas capaces de ello. Ahora ya muerto, pero el futuro está abierto a otros como éste.
-Sartre ¡sal de la angustia vital que llevas como una mochila pegada a tus espaldas!, ¡piensa que siempre habrá un futuro mejor que conseguir!
- ¿Eso crees?, espero que no te equivoques. No vamos, nunca jamás, hacia ningún estado o situación planificada como esencial. Vamos sólo y únicamente allá donde queramos ir.
Habiase sido un magnifico compañero en la gran desgracia de la guerra. Lucho como uno más, pero dentro de las circunstancias, siempre mantuvo una gran lucidez mental. Siempre narraba, escribiendo, sus impresiones a diario.
Cuando acabó la guerra, estaba asolado y derrotado.
Para todos y cada uno de los que participamos en la guerra, no sólo cambió nuestra situación material, sino que además la concepción del mundo se esquivo totalmente.
Europa había perdido la luz y no sé si después de este verano de 1945, la claridad en nuestro pensamiento, regresará algún día.
Pero yo llegué a mi casa y con mi afortunada familia y acurrucado a los pies de su amor, seguí pensando en la gran posibilidad de un mundo mejor para todos las personas.

Esto es difícil, pero es una realidad, os digo.

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