Volvíamos caminando a casa como si
nada hubiese ocurrido.
Caminábamos al compás pero mas lejos
nuestros pensamientos no podían estar.
Mi compañero del pelotón, aquel con
el que había sudado sangre, se encontraba, como casi siempre
envuelto en sus pensamientos y anotaciones. Nunca supe su nombre,
pero sí su apellido
- Sartre – dije, ya estamos camino de
nuestra querida, siempre, París, ¡alegrate!
- ¡uhy!, amigo Andrés – me dijo,
tiempo pasará hasta que pueda volver a la normalidad y sonreír con
alegría.
- Pero bueno, dentro del mal que hemos
sufrido, en Mayo se rindieron y aquí, casi en el verano, volvemos.
- ¿A donde?, ¿a una Francia asolada?,
¿a una Europa arrasada?, ¿a la tumba de setenta millones de
personas?
- ¡No,no!, ¡ya se ha acabado!,
sigamos, amigo.
- ¿Si?, ¿a donde?
Habíamos atravesado la parte
occidental Alemana, Bélgica y entrado en territorio Francés. Los
supuestos liberadores de Europa, habían arrasado cruelmente ciudades
enteras alemanas y los alemanes habían realizado constantes y
continuos genocidios sistemáticos, además de arrasar, con
intencionalidad de muerte colectiva toda ciudad Rusa por la que
pasaron.
- En una guerra, Andrés, no hay ni
vencedores ni vencidos. Los pueblo de ambos bandos, siempre pierden.
Hacía tres días que nos habían
pasado dos noticias que nos dejaron altamente impresionados. Una fue
el descubrimiento de las campos de concentración de Judíos,
Gitanos, Homosexuales y otros, de los que ya teníamos noticias pero
nadie, de nuestro bando, había visto todavía y relatado el infierno
y las barbaries y dos, que los americanos, que en las dos guerras, la
gran guerra y la segunda guerra mundial, habían entrado en Europa
para liberarla de los invasores y ayudarnos, habían lanzado dos
bombas atómicas sobre población civil. Miedo nos entró a todos
cuando nos enteramos de las dos noticias.
- Andrés, llegados aquí ¿tú crees
que tendrá límites en un futuro la crueldad del ser humano?
Le iba a contestar rápidamente, hasta
que noté que el sí, se me atascaba en la garganta.
- Bueno, esta siglo será la gran
advertencia¿no?, Sartre.
- Será, el siglo del miedo. Nadie
podrá ya creer en las imposibilidades y límites del odio y terror
humana. Siglo XVII, el de las Matemáticas, siglo XVIII, el de la
Física, siglo XIX, el de la Biología y siglo XX, el siglo de la
barbarie y crueldad humana.
Era un hombre que nunca se iba más
allá de lo actual huyendo de lo trascendental. Sólo hablaba del
momento de la existencia. Era, y digamos para nosotros un hombre
existencialista al máximo. Vivía la angustia de la imposibilidad al
máximo. Habíamos vivido unos años, que aquel que no tuviera
capacidad de olvidar, jamás se recuperaría.
- Nuestros compañeros, Andrés, han
perdido, como nosotros, el objetivo y finalidad de nuestra vida.
Todas las intenciones y construcciones del futuro, han muerto bajo
los bombas y fusiles. Los compañeros de la unidad que llegó a
Nurenberg, pasean deambulando como zombies por la tierra camino de su
casa.
- Sartre, el tiempo lo cura todo.
- No pero además esconde la verdad en
el olvido. Debemos de insistir en esta salvaje barbarie que hemos
cometido todos y cada uno de nosotros. Los únicos inocentes en todo
esto, son los niños.
- ¡No!, los Franceses hemos entrado en
la guerra con las manos limpias. Ellos nos obligaron a defendernos.
- Sabes que no, que si no hubiésemos
ahogado a los Alemanes en el tratado de Versalles al final de la gran
guerra, la primera guerra mundial, estos no hubieran seguido, como
ciegos a un monstruo de la raza humana, al mayor asesino de la
historia, a Hitler. Tiemblo de pensar que haya entre los humanos
personas capaces de ello. Ahora ya muerto, pero el futuro está
abierto a otros como éste.
-Sartre ¡sal de la angustia vital que
llevas como una mochila pegada a tus espaldas!, ¡piensa que siempre
habrá un futuro mejor que conseguir!
- ¿Eso crees?, espero que no te
equivoques. No vamos, nunca jamás, hacia ningún estado o situación
planificada como esencial. Vamos sólo y únicamente allá donde
queramos ir.
Habiase sido un magnifico compañero en
la gran desgracia de la guerra. Lucho como uno más, pero dentro de
las circunstancias, siempre mantuvo una gran lucidez mental. Siempre
narraba, escribiendo, sus impresiones a diario.
Cuando acabó la guerra, estaba asolado
y derrotado.
Para todos y cada uno de los que
participamos en la guerra, no sólo cambió nuestra situación
material, sino que además la concepción del mundo se esquivo
totalmente.
Europa había perdido la luz y no sé
si después de este verano de 1945, la claridad en nuestro
pensamiento, regresará algún día.
Pero yo llegué a mi casa y con mi
afortunada familia y acurrucado a los pies de su amor, seguí
pensando en la gran posibilidad de un mundo mejor para todos las
personas.
Esto es difícil, pero es una realidad,
os digo.
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