viernes, 27 de septiembre de 2013

SÓCRATES EN LOS ALBORES DE LA FILOSOFÍA




            Venía de las tierras de mis padres situadas a poca distancia de Atenas. Aun siendo un hombre, tenía 30 años, todavía no había podido degustar la exquisitez del Partenón construido por nuestro gran gobernante Pericles. Me habían comentado que debía de ir a verlo.
            Aquella día por la mañana me había paseado por la belleza, deambulando entre la perfecta armonía y simetría reflejadas en las columnas de la construcción. El cambio angular me ofrecía la verticalidad en todos los lugares que mirase. Era bello y la serenidad de su proporcionalidad perfecta me llegó y me llenó todo mi espíritu.
            En ese mismo día por la tarde, salí a pasear con la intención de ver todas las construcciones desde las perspectiva de la distancia.
            Y, entonces fue cuando me encontré con aquel pequeño grupo de personas que rodeaban a un hombre mayor, ya anciano, pero robusto y con una gran luminosidad en la mirada hablando con fuertes pero cortos movimientos de sus manos. La curiosidad me llevo a su cercanía.
            Este hombre estaba dialogando con un grupo de jóvenes. Puse mi sentido a su merced.
-         ¿Dónde encontraremos, entonces, la justicia de este acto?-les pregunto.
Un jovencito levanto la mano. Tenía aspecto de aguerrido, bravo, curioso pero
con calma y naturalidad le dijo
-         Quizás en las leyes que nuestro gran gobernante Pericles ha dado a esta ciudad, tu Atenas.
-         ¡oh!, mi joven y válido  Jenofonte, y yo te sigo preguntando ¿me hablas de un acto o de la justicia?
El joven permaneció dubitativo y mudo.
Un hombre  joven sonrió a Jenofonte, en reflejo de su ya amistad al compás que
Levantaba su mano.
            - Dime, Platón, dime, háblame desde los ya muchos años que estamos juntos recorriendo las colinas circundantes de Atenas
-         Y yo le digo, Maestro, ¿no estará fuera de este mundo que nos rodea, de formas concretas e inexactas, teniendo una existencia real?
-         ¿Me hablas de ese triangulo perfecto sobre el que Tales habló, y midió con toda la exactitud posible las pirámides de las columnas de las tierras del nilo?
-         Si maestro, de ellas te hablo.
-         ¿Y que relación le asignas con la realidad?, ¿es ésta copia de aquellas?
-         ¡Si, maestro, si!, ¡coloquémoslas en un mundo que huya de las imperfecciones!
Pensativo y sereno se le quedó mirando.
Energitico y respetuoso le contesto
-         Si, bien, pero quiero que me hables de la justicia y no de matemáticas ni geometría que se nos escapan de nuestras manos. Quiero que definamos la justicia como medio y camino para llegar a construir una comunidad con
     Comunidad correcta. Quiero huir de los actos con contenido pero vacios de         significados que los bien llamados sofistas tratan de imponer en este mundo buscando la utilidad de las leyes, nomas. Así pues ¿la justicia se encuentra en las enseñanzas prácticas y formales de estos maestros que les dan a la juventud de nuestra ciudad para que se muevan después en ella?
Impresionado me tenía su conversación.
Fijaba mi atención en cada uno de los pensadores hasta que volteé, pensativo mi cabeza, y vi a un elegante hombre, con una hermosa túnica tejida con delicadas telas apoyado con su mano izquierda en un gran pino mediterráneo y observando plácidamente la conversación. Sócrates fue, entonces también consciente de su presencia y exclamo
-    ¡Protagoras!, ¿qué nos trae el placer de verte?
-         ¡Sócrates, amigo!, no el placer de escucharte, que siempre lo es. Estaba meditando en el orden jurídico que aplicar en función del bien y del mal a ésta, nuestra gran ciudad. ¡oh!, amigo ¿cuándo dejarás de huir hacia la nada?, ¿cuándo concretarás tus pensamiento en la utilidad y practicidad de ellos?
-         Amigo también me complace oirte, pero sabes que no estoy de acuerdo en la simple construcción de elementos prácticos de funcionamiento y pienso que debemos encontrar la esencia de estos elementos que superen la propia construcción de esta ciudad.
-         Adiamanto ya te habló, Sócrates, de las difentes Justicias que nos encontramos en este mundo.
-         Sí Protagoras, sí, le respeto y mucho, como a todo aquel que piensa pero como ya te dije, debemos de buscar verdades fuera de las circunstancias propias y que tengan una generalidad. Conocimientos que ya están ahí, circulando en nuestro espíritu y conocimiento.
En aquel momento, y con cara de atención, emoción, concentración e interés, el joven, de anchas espaldas, Platón, interrumpió la conversación dijo:
-         Encontremos estas ideas inmutables, huyamos con la inteligencia, dejemos los sentidos y entremos en el mundo de las perfecciones intemporales que nos llevarán al estado social y mundo perfecto.
Sin aliento se quedó tras realizar estas afirmaciones, mientras los dos sabios mayores se miraban entre los dos ¿admiración, extrañeza, distancia, afinidad? Leí en sus miradas.
Volví hacia casa, había sido un día realmente espectacular.
El sol se  escondía en el horizonte allá a lo lejos en el mar donde en sus limbos acaba el mundo. Su luz se reflejaba tranquilidad.
En el carro que avanzaba lento, tras estar en situaciones como estas comprendí porqué el centro del mundo y el futuro estaba aquí.
Rodeado de olivos e mis tierras, vi a lo lejos a mi madres que salía a recogerme.



                                                

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