Venía de las tierras de mis padres
situadas a poca distancia de Atenas. Aun siendo un hombre, tenía 30 años,
todavía no había podido degustar la exquisitez del Partenón construido por
nuestro gran gobernante Pericles. Me habían comentado que debía de ir a verlo.
Aquella día por la mañana me había
paseado por la belleza, deambulando entre la perfecta armonía y simetría
reflejadas en las columnas de la construcción. El cambio angular me ofrecía la
verticalidad en todos los lugares que mirase. Era bello y la serenidad de su
proporcionalidad perfecta me llegó y me llenó todo mi espíritu.
En ese mismo día por la tarde, salí
a pasear con la intención de ver todas las construcciones desde las perspectiva
de la distancia.
Y, entonces fue cuando me encontré
con aquel pequeño grupo de personas que rodeaban a un hombre mayor, ya anciano,
pero robusto y con una gran luminosidad en la mirada hablando con fuertes pero
cortos movimientos de sus manos. La curiosidad me llevo a su cercanía.
Este hombre estaba dialogando con un
grupo de jóvenes. Puse mi sentido a su merced.
-
¿Dónde
encontraremos, entonces, la justicia de este acto?-les pregunto.
Un jovencito levanto la mano. Tenía aspecto
de aguerrido, bravo, curioso pero
con
calma y naturalidad le dijo
-
Quizás
en las leyes que nuestro gran gobernante Pericles ha dado a esta ciudad, tu
Atenas.
-
¡oh!,
mi joven y válido Jenofonte, y yo te
sigo preguntando ¿me hablas de un acto o de la justicia?
El joven permaneció dubitativo y mudo.
Un hombre
joven sonrió a Jenofonte, en reflejo de su ya amistad al compás que
Levantaba su mano.
- Dime, Platón, dime, háblame desde
los ya muchos años que estamos juntos recorriendo las colinas circundantes de
Atenas
-
Y
yo le digo, Maestro, ¿no estará fuera de este mundo que nos rodea, de formas
concretas e inexactas, teniendo una existencia real?
-
¿Me
hablas de ese triangulo perfecto sobre el que Tales habló, y midió con toda la
exactitud posible las pirámides de las columnas de las tierras del nilo?
-
Si
maestro, de ellas te hablo.
-
¿Y
que relación le asignas con la realidad?, ¿es ésta copia de aquellas?
-
¡Si,
maestro, si!, ¡coloquémoslas en un mundo que huya de las imperfecciones!
Pensativo y sereno se le quedó mirando.
Energitico y respetuoso le contesto
-
Si,
bien, pero quiero que me hables de la justicia y no de matemáticas ni geometría
que se nos escapan de nuestras manos. Quiero que definamos la justicia como
medio y camino para llegar a construir una comunidad con
Comunidad correcta. Quiero huir de los actos con contenido pero vacios
de significados que los bien
llamados sofistas tratan de imponer en este mundo buscando la utilidad de las
leyes, nomas. Así pues ¿la justicia se encuentra en las enseñanzas prácticas y
formales de estos maestros que les dan a la juventud de nuestra ciudad para que
se muevan después en ella?
Impresionado me tenía su conversación.
Fijaba mi atención en cada uno de
los pensadores hasta que volteé, pensativo mi cabeza, y vi a un elegante
hombre, con una hermosa túnica tejida con delicadas telas apoyado con su mano
izquierda en un gran pino mediterráneo y observando plácidamente la
conversación. Sócrates fue, entonces también consciente de su presencia y
exclamo
-
¡Protagoras!, ¿qué nos trae el placer de verte?
-
¡Sócrates,
amigo!, no el placer de escucharte, que siempre lo es. Estaba meditando en el
orden jurídico que aplicar en función del bien y del mal a ésta, nuestra gran
ciudad. ¡oh!, amigo ¿cuándo dejarás de huir hacia la nada?, ¿cuándo concretarás
tus pensamiento en la utilidad y practicidad de ellos?
-
Amigo
también me complace oirte, pero sabes que no estoy de acuerdo en la simple
construcción de elementos prácticos de funcionamiento y pienso que debemos
encontrar la esencia de estos elementos que superen la propia construcción de
esta ciudad.
-
Adiamanto
ya te habló, Sócrates, de las difentes Justicias que nos encontramos en este
mundo.
-
Sí
Protagoras, sí, le respeto y mucho, como a todo aquel que piensa pero como ya
te dije, debemos de buscar verdades fuera de las circunstancias propias y que
tengan una generalidad. Conocimientos que ya están ahí, circulando en nuestro
espíritu y conocimiento.
En aquel momento, y con cara de
atención, emoción, concentración e interés, el joven, de anchas espaldas,
Platón, interrumpió la conversación dijo:
-
Encontremos estas ideas inmutables,
huyamos con la inteligencia, dejemos los sentidos y entremos en el mundo de las
perfecciones intemporales que nos llevarán al estado social y mundo perfecto.
Sin aliento se quedó tras
realizar estas afirmaciones, mientras los dos sabios mayores se miraban entre
los dos ¿admiración, extrañeza, distancia, afinidad? Leí en sus miradas.
Volví hacia casa, había sido un
día realmente espectacular.
El sol se escondía en el horizonte allá a lo lejos en
el mar donde en sus limbos acaba el mundo. Su luz se reflejaba tranquilidad.
En el carro que avanzaba lento,
tras estar en situaciones como estas comprendí porqué el centro del mundo y el
futuro estaba aquí.
Rodeado de olivos e mis tierras,
vi a lo lejos a mi madres que salía a recogerme.
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