Cuando escribo desde la emoción
temática tiemblo al pensar que se lea desde una butaca en el teatro.
Mis sentimientos me llevan a creer que esbozo un espectáculo cuando
mi único objetivo es razonar y no hacer arte con mi opinión. De ahí
que cuando la temática me afecta y me influye sufro por el resultado
de escribir desde el corazón.
En el vértigo de la caída me
envuelvo en tantas ocasiones como cuando me levanto a trabajar o
siquiera, salir a la calle.
Vivimos navegando en el mar de las
prisas.
La caída desenfrenada hacia la
intranquilidad del espíritu es máxima.
Difícil, sino imposible, alcanzar un
lugar en los cuales el ritmo se disminuya y las conversaciones
cambien de tema, modos, formas y volúmenes.
Cuando soy consciente, ya estoy
corriendo por no llegar tarde a aquella cita y a su vez, voy
compitiendo contra mi sombra, entre los coches y con la moto, a ver
quien llega antes. La sombra me lo pone difícil pues ella no tiene
nada que romperse.
Y cuando paro, y me descanso, me doy
cuenta de lo huido que estoy de mi mismo.
Las prisas y presión nos deforma.
El horror del contacto superficial nos
inhumaniza.
Es un hecho totalmente admitido y
formador de la sociedad actual pero esto no significa, nunca, que sea
correcto.
Las prisas deforman la realidad y nos
hacen ser lo que no somos actualmente, es decir, pingüinos en la
selva tropical.
Es una de las podredumbres actuales.
Vivir a todo trapo, ansiedad,
maximización del movimiento y actividad, no parar y otras
expresiones similares que acompañan e ilustran este asunto, el de
desviarnos de nuestra realización por hacernos presos de nosotros
mismos con nuestras prisas.
Cierto es que se puede decidir
rápidamente por intuición. Esto es una actuación rápida del
pensamiento pero no por ello menos válida. El problema estriba en
que el enfrentarte a muchas decisiones propias del momento, aún
siendo intuitivas, producen una gran carga que descoloca a la
persona.
Demasiado fácil es que seamos
manejados por el sistema desde el momento en el cual las prisas, con
sus normas de funcionamiento, nos atrapan.
Y ahora quiero yo pensar sin máxima
prisa ni supuestos y axiomas impuesto y me resulta imposible.
No te desvíes de la normalidad, no
quites las manos del acelerador, piensa y actuá rápido y
triunfarás. Esto me exigen, esto te piden y seré devorado, como
otros más por las imposiciones actuales.
Cierto es que este escrito está
realizado bajo la presión de un momento de total aplicabilidad de la
reflexión, también es verdad que hay rincones donde esconderse de
esta ansiedad, pero la realidad es que estamos sometidos a unos
niveles de actividad, movimiento y presión que no son constructivos
ni buenos para las personas.
Cada vez vemos mucho más lejos y allá
perdida en la lejanía a nuestra esencia. Lo que estamos construyendo
o se cambia el diseño o puede ser nuestra tumba.
No quiero acabar así, pues no creo
que ésta llegue pues siempre, algo más o algo menos, habremos
algunos que disfrutemos con asuntos que requieran en principio una
calma y tranquilidad, sino espiritual, sí en el momento y modo de
pensar, como puede ser, leer y o escribir Filosofía, Historia y
ciencias.
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