domingo, 22 de diciembre de 2013

EL VÉRTIGO






Cuando escribo desde la emoción temática tiemblo al pensar que se lea desde una butaca en el teatro. Mis sentimientos me llevan a creer que esbozo un espectáculo cuando mi único objetivo es razonar y no hacer arte con mi opinión. De ahí que cuando la temática me afecta y me influye sufro por el resultado de escribir desde el corazón.
En el vértigo de la caída me envuelvo en tantas ocasiones como cuando me levanto a trabajar o siquiera, salir a la calle.
Vivimos navegando en el mar de las prisas.
La caída desenfrenada hacia la intranquilidad del espíritu es máxima.
Difícil, sino imposible, alcanzar un lugar en los cuales el ritmo se disminuya y las conversaciones cambien de tema, modos, formas y volúmenes.
Cuando soy consciente, ya estoy corriendo por no llegar tarde a aquella cita y a su vez, voy compitiendo contra mi sombra, entre los coches y con la moto, a ver quien llega antes. La sombra me lo pone difícil pues ella no tiene nada que romperse.
Y cuando paro, y me descanso, me doy cuenta de lo huido que estoy de mi mismo.
Las prisas y presión nos deforma.
El horror del contacto superficial nos inhumaniza.
Es un hecho totalmente admitido y formador de la sociedad actual pero esto no significa, nunca, que sea correcto.
Las prisas deforman la realidad y nos hacen ser lo que no somos actualmente, es decir, pingüinos en la selva tropical.
Es una de las podredumbres actuales.
Vivir a todo trapo, ansiedad, maximización del movimiento y actividad, no parar y otras expresiones similares que acompañan e ilustran este asunto, el de desviarnos de nuestra realización por hacernos presos de nosotros mismos con nuestras prisas.
Cierto es que se puede decidir rápidamente por intuición. Esto es una actuación rápida del pensamiento pero no por ello menos válida. El problema estriba en que el enfrentarte a muchas decisiones propias del momento, aún siendo intuitivas, producen una gran carga que descoloca a la persona.
Demasiado fácil es que seamos manejados por el sistema desde el momento en el cual las prisas, con sus normas de funcionamiento, nos atrapan.
Y ahora quiero yo pensar sin máxima prisa ni supuestos y axiomas impuesto y me resulta imposible.
No te desvíes de la normalidad, no quites las manos del acelerador, piensa y actuá rápido y triunfarás. Esto me exigen, esto te piden y seré devorado, como otros más por las imposiciones actuales.
Cierto es que este escrito está realizado bajo la presión de un momento de total aplicabilidad de la reflexión, también es verdad que hay rincones donde esconderse de esta ansiedad, pero la realidad es que estamos sometidos a unos niveles de actividad, movimiento y presión que no son constructivos ni buenos para las personas.
Cada vez vemos mucho más lejos y allá perdida en la lejanía a nuestra esencia. Lo que estamos construyendo o se cambia el diseño o puede ser nuestra tumba.

No quiero acabar así, pues no creo que ésta llegue pues siempre, algo más o algo menos, habremos algunos que disfrutemos con asuntos que requieran en principio una calma y tranquilidad, sino espiritual, sí en el momento y modo de pensar, como puede ser, leer y o escribir Filosofía, Historia y ciencias.

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