- Pero, Andrés –
dijo Pedro levantando exageradamente las manos- ¿qué vas a dejar de
escribir?
- Sí.
- Bueno, no ibas
para nobel, pero sí, el motivo de tus escritos inspiraba nuestras
conversaciones. Sería una pena. A ver si te puedo convencer que no
lo dejes. ¿Por qué tomas esta decisión?
- Fácil, fácil,
amigo, desde que me entró miedo al ver, tras unos comentarios, lo
equívoco que pueden resultar mis palabras y posturas hacia mi
persona, el que escribe, de algunos lectores.
- Bueno, amigo, pero
esto es inevitable, hay gustos y principios para todo – añadió
Pedro.
- Sí, pero tal
nivel de incomprensión de mi actitud hacia lo que pretendo y quiero,
fue tanto, que me lleva a pensar en un ámbito colectivo del mismo y
el asunto de estar perdiendo el tiempo, buscando contertulios que
jamás los habrán. Al fin y a la postre, escribo para mi, no tengo
nunca en cuenta lo que le resultará agradable al lector, sino dicto
y escribo las letras y razonamientos que obtengo directamente de mis
pensamientos. Alguno realizó una crítica directa hacia la forma,
manera e intención del escrito y no su contenido y el temblor hacia
mi error circunstancial se hizo patente. Creyéndome que escribía y
era comprendido, me llegó la duda de hasta donde era un puro
ejercicio de curiosidad no más.
Me pregunto si aquel
que pretenda escribir, debe de tener un ejercicio de formalización
del texto para conseguir una mejor manera didáctica y comprensible
del mismo. ¿Es lo que hacen los escritores conocidos?, ¿no
escriben, sea la temática que sea, bajo los impulsos de un motivo
pasional? Quizás le escritura nació para los trabajadores y con
capacidad de repasar, puntualizar y corregir los escritos.
- Pero Andrés, no
puedes ir por la vida planteándote objetivos con tu escritura, con
tus artículos, con tus cuentos. Si lo haces, los malformas. Te lo
digo pòrque lo sé, cuando comento, que la Filosofía, los artículos
de opinión, las pequeñas narraciones, escritas solo se mueve en el
propio placer inserto y momentáneo, en la propia acción. La
tranquilidad y lucidez de tus pensamientos tienen el valor personal y
constructivo de ser tú quien así los vé. Y regocija y te da placer
y descanso. Trabajar con tu mente y escribir es un movimiento
liberador del alma, independientemente de la actitud de los que te
rodeen. Aquel razonamiento que te deje satisfecho por la corrección
que tú le encuentras, no necesita la aprobación de los demás.
- ¡¡Ahyyy!, qué
fácil es hablar así, cuando no eres tú quien recibe las críticas.
Tras estas últimas, me hicieron sentir como un hombre interesado en
imponer mi opinión ante los demás. No creo que pueda variar mi
manera de expresarme. Lo único que me quedará será no escribir y
solo mantener contigo, conversaciones en privado aquí, en la barra
de nuestro bar, debajo de la editorial y en la hora del almuerzo.
- Pero ¿qué no
estaban de acuerdo con tu opinión?
- !No¡, !pardiez¡,
condición necesaria para la conversación, discusión y conclusión,
es partir de ideas y conceptos diferentes, no, el problema fue que me
hizo sentirme con sus comentarios, no como un escritor que pretende
expresar sus dudas, sino como un hombre, realizando un acto
intencionado. La inocencia con la que pretendo expresarme, añicos se
ha hecho ante la información que no es vista como tal.
Tras acabarse el
café, los dos cogieron el camino de vuelta hacia el trabajo.
En la puerta de la
editorial, Carmen acudió allí donde estaban y tras ver la cara de
Andrés y contarle, sin pena ni amargura, pero con bastante apatía y
aburrimiento lo ocurrido, Carmen le puso las dos manos en los hombros
y con mucha dulzura y tranquilidad le dijo
- Andrés, el
problema no está en las críticas o comentarios, sino cómo las
lleves, aceptes o te enriquezcan. Si tienes miedo a la crítica,
quedate en casa – le añadió guiñándole el ojo- y te añado que
muchísimo más fácil es criticar, que escribir un pequeño
cuentecito para los niños.
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