lunes, 22 de mayo de 2017

Y la reflexión, ya vendrá un poquito más adelante




Bien marchante y decidido a no entrar en el juego de los pintorescos y repetidos enfados y malaversiones propias del trabajo.
Pase, raudamente, por encima de mis intenciones y de sus propósitos hasta llegar a la mesa de mis ruinas y alegrías.
Siempre sorprendido, aunque, día tras día menos molesto, aguanto con calma los gestos desagradables de aquellos que ya dan por normalidad aquella cara de malos usos y costumbres.
Ya pues, decidido a esconder y a no practicar mi inútil intención de provocar una relación cariñosa entre mis cohabitantes, en este caso del trabajo, raudo y sin pausa, decidí elevarme por encima de mis propósitos, sin el desprecio, sino, sólo con la superación personal de los caminos sin final.
Es un canto a la alegría, pues el sonido del acordeón de la sonata de la humanidad murió entre lo ridículo del artista.
Claro, habríase visto de mi petulancia ante la supuesta y correcta interpretación de como debe ser y como está, construida y ubicada la realidad.
Como aquel poeta que tenia dificultades para hacer un pareado y pretendía vivir envuelto, con sus compañeros, entre poemas de Miguel Hernández.
No sabia si hacer una tragicomedia griega o una escena burlesca Española, pero si que sabía que las risas de la desubicación por allí se encontraban.
¿Quizás será la ironía del deseo y la risas ante su imposibilidad? O ¿será de la hipocresía a decir con fuerzas lo que se quiere y se busca, aun a sabiendas de su inutilidad?
No hay nada peor, más falso y más cansino que la falta de capacidad de aceptar una serie de circunstancias inevitables.
De tontos es, me dijo aquel pastor, el no reconocer que las cabras no comen patatas. Y de más tontos fue mi pregunta si él me hablaba de tubérculos.
La máxima maniobravilidad sólo fueron metas de aquellos que sólo tenían la intención de no llegar a ningún lado.
Y el pastor me sugirió ilustrando, diciéndome si tuviera alguna cabra que no quería entrar, entre los palos, la metía dentro del coral, y todas, incluso ella, dormían mucho más cómodamente. Y yo le hable de la imposibilidad por otro tipo de problemas para entrar de la cabra, y él me contestó que por donde se sale, se entra – mirándome con una cara realmente extraña..
Fíjate, cuanta razón tiene tanto el pastor como Aristóteles, enseñando que sólo se complican los tontos.
Así pues decidí sonreír a la bruja, obviar la mala educación de la otra, no preocuparme por la hipocresía de aquel.

Lo cuento desde la pequeñez y simpatía, por esto, de mi persona que nos lleva hasta la mínima visión burlesca del escrito, ahora bien, ya os aseguro, que si multiplicamos estas mal esbozadas características, el problema se hace mayor y la magalomanía de los desagradables egocéntricos, puede resultar un hecho realmente preocupante

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