Bien marchante y decidido
a no entrar en el juego de los pintorescos y repetidos enfados y
malaversiones propias del trabajo.
Pase, raudamente, por
encima de mis intenciones y de sus propósitos hasta llegar a la mesa
de mis ruinas y alegrías.
Siempre sorprendido,
aunque, día tras día menos molesto, aguanto con calma los gestos
desagradables de aquellos que ya dan por normalidad aquella cara de
malos usos y costumbres.
Ya pues, decidido a
esconder y a no practicar mi inútil intención de provocar una
relación cariñosa entre mis cohabitantes, en este caso del trabajo,
raudo y sin pausa, decidí elevarme por encima de mis propósitos,
sin el desprecio, sino, sólo con la superación personal de los
caminos sin final.
Es un canto a la alegría,
pues el sonido del acordeón de la sonata de la humanidad murió
entre lo ridículo del artista.
Claro, habríase visto de
mi petulancia ante la supuesta y correcta interpretación de como
debe ser y como está, construida y ubicada la realidad.
Como aquel poeta que tenia
dificultades para hacer un pareado y pretendía vivir envuelto, con
sus compañeros, entre poemas de Miguel Hernández.
No sabia si hacer una
tragicomedia griega o una escena burlesca Española, pero si que
sabía que las risas de la desubicación por allí se encontraban.
¿Quizás será la ironía
del deseo y la risas ante su imposibilidad? O ¿será de la
hipocresía a decir con fuerzas lo que se quiere y se busca, aun a
sabiendas de su inutilidad?
No hay nada peor, más
falso y más cansino que la falta de capacidad de aceptar una serie
de circunstancias inevitables.
De tontos es, me dijo
aquel pastor, el no reconocer que las cabras no comen patatas. Y de
más tontos fue mi pregunta si él me hablaba de tubérculos.
La máxima maniobravilidad
sólo fueron metas de aquellos que sólo tenían la intención de no
llegar a ningún lado.
Y el pastor me sugirió
ilustrando, diciéndome si tuviera alguna cabra que no quería
entrar, entre los palos, la metía dentro del coral, y todas,
incluso ella, dormían mucho más cómodamente. Y yo le hable de
la imposibilidad por otro tipo de problemas para entrar de la cabra,
y él me contestó que por donde se sale, se entra – mirándome
con una cara realmente extraña..
Fíjate, cuanta razón
tiene tanto el pastor como Aristóteles, enseñando que sólo se
complican los tontos.
Así pues decidí sonreír
a la bruja, obviar la mala educación de la otra, no preocuparme por
la hipocresía de aquel.
Lo cuento desde la
pequeñez y simpatía, por esto, de mi persona que nos lleva hasta
la mínima visión burlesca del escrito, ahora bien, ya os aseguro,
que si multiplicamos estas mal esbozadas características, el
problema se hace mayor y la magalomanía de los desagradables
egocéntricos, puede resultar un hecho realmente preocupante
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