Se levantó y mirando por la ventana al mar le dijo
-
¿Y quien me va a juzgar?, ¿y quien va a tener
una segunda vida y va a decirme lo correcto o incorrecto de ésta?, ¿Cómo voy a
saber cual es la verdadera felicidad?
Mientras hacia estos comentarios abría los brazos mirando
por la ventana al mar. Se había levantado en aquel momento desnudo y recorría el camino hacia los
primeros rayos de sol. A contra luz se quedó mirando por la ventana con los
brazos en horizontal con sus hombros. Tenia una espalda bonita. Estaba delgado
pero muy fibroso, una musculatura
discreta, pero que le dibujaba bellos caminos a lo largo de su espalda . Su
cuerpo era rebelde y escapadizo como su alma.
-
¿Vas a venir tú a decirme que mi felicidad no es
correcta?
Paz se acerco hacia Andrés. Desnuda, como él salió de la
cama. Sus senos eran discretos e inocentes que andaban acompañados de unos
seductores y pecadores muslos siempre andaban apretaditos bajo los vaqueros.
-
Andrés, estarás de acuerdo conmigo en unos mínimos
y caminos necesarios y comunes para seguir hacia adelante en un mundo mejor. Debemos
de encontrar caminos iguales o al menos paralelos.
Se apoyó en el cristal de la ventana y comenzó, al menos a sonreír.
El sol le recorría todo el cuerpo. Abrió la ventana y salió desnudo al balcón.
-
Me vuelves a hablar de una entelequia, un fin,
un propósito desde el punto de ser juzgado a posteriori.
Se giró, se acercó, la cogió de los mofletes y besándola le
dijo.
-
La carretera se pierde en el horizonte, el
camino desaparece entre los bosques, la senda te lleva demasiado lejos y alto.
Me niego a que nadie compare mi vida con nada y peor, me diga donde está la felicidad
cuando nadie, cerca de mi, volvió y me habló de lo correcto.
Paz sabía de aquel estado anímico con el que Andrés se
levantaba algunos días. Cuando ella quería, era el momento para tener un acto
de amor matutino, bajo el sol y con la pasión de la inocencia del amor
verdadero. Ella, como mujer, no desplegaba las velas del barco de la vida,
cuando el viento de las ideas definitivas cuando zumbaban en la lejanía.
-
Andrés ¿y qué hacemos?, tu elección quieres que
no te la ensucien con su vista pero, y los demás ¿acaso eres el único con
ganas, conciencia y posibilidad de ser diferente?, ¿acaso quien te ha dicho a
ti que eres el diferente? – mientras le hablaba, se acercó hacia Andrés, le
abrazó por la espalda y despacito y dulcemente, le besaba.¿ Qué te crees?, ¿Qué
nadie se siente como tú?, ¿Qué todos nos consideramos perfectamente inserto en
los modos y maneras sociales y nos encontramos agusto cabalgando entre sus
lomos?. Quizás el problema estriba en que
pienses tu única visión individual correcta. Quizás todos somos
conscientes de nuestra individualidad. Unos la aceptan, otros no y otros la
cuentan y la promulgan, como será tu caso.
-
Paz, mi vida – juntaron los dos cuerpos
desnudos, mientras el aire fresco y el sol del Otoño en el mediterráneo les
acariciaba y les daba dulzura y tranquilidad-, obvío y poco me importa el
pensamiento y la concepción de los demás, pues ahí empieza la trampa de dejar
de ser lo que eres y convertirte en un frágil juguete en sus manos.
-
Andrés, la vida, te ha llevado a poder ver esta
verdad. Con tus pinturas y cuadros, apenas necesitas la autorización de los
demás y tu individualidad así se desarrolla. Yo vivo a tu lado y vuelo contigo.
Vivimos solos, sólo acompañados por nuestro amor. ¿Y quien nos va a juzgar en
la verdad de nuestra vida?, nadie, nadie tiene la posibilidad de hacerlo, pero
y te pregunto, ¿si reducimos el grupo y hablamos de tú y yo?, ¿tú puedes juzgar
la validez y valor de mis actos y yo
los tuyos buscando la razón de ser y
utilidad de ellos?
Andrés se alejó a la par que Paz lo hacía también. Se
quedaron mirándose. Andrés iba y andaba a corazón abierto y esto le hacía
diferente. Paz lo sabía y era por lo que más le quería. El mundo nacía en él, y
paseaba por el de los demás, volviendo a la cama, junto a Paz, pero solo.
Andrés vivía por Paz. El sabía que sin ella no podría haberse
movido y situado en el mundo.
Era sábado y Paz no trabajaba y, entonces, apenas se taparon
cómodamente para salir hacia la playa.
Una vez allí, Andrés abrió el caballete, esbozo en el aire
los primeros movimientos del pincel, mientras Paz se tumbaba en la arena. Para
seducir, Andrés le dijo que se tumbara de lateral sobre la arena y se tapara mínimamente
con delgadas trasversales del fino y largo pañuelo que llevada sus partes que
más molestaban al publico en general, al surgir el rencor de no poder poseerlas,
compartirlas o imitarlas.
Se sonrieron con la máxima complicidad y comenzó a pintar a
su alegría y corazón.
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