Tu cabello caía ondulante por tus desnudos hombros cuando me
envolvías con tu negra mirada y soñaba que me decías que me querías.
Sentía, allá en la lejanía, el fuego producto del calor
que tu amor me traía.
Sabía que nunca se acabaría ni olvidaría cuando el temor
a perderlo se evaporaba y acababa en tus ojos.
La música que oía, venía para cuidar y refrescar mis sentimientos
acostados y tumbados en tu figura, delgada y segura, reviviendo y aceptando.
Al girar no paraste y te fuiste para no volver.
Atardecía y ahora te veía escalando y subiendo en el
olvido de lo nunca ocurrido.
Te quiero, le gritaba,
mientras pensaba que la amaba.
Vuelve, lloraba mientras se alejaba y cantaba.
Y entonces el sueño se acabó en el destino querido pero
no ocurrido.
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