jueves, 2 de mayo de 2013

INMUNODEFICIENCIA SOCIAL




            Sin duda alguna y para nuestro mal,  estamos grandemente  enfermos pues padecemos una inmunodeficiencia social adquirida por el mal uso de la política y otro tipo de poder públicos.
            Algún tipo de vacuna o preservativo, en caso de contacto directo, habría que ponerse antes de iniciar cualquier tipo de relación con cualquier tipo, también, de entidad social desde el más alto orden jerárquico principalmente donde el riesgo del contagio del modus operan ti de esas personas, enferme al susodicho.
            Este síndrome de inmunodeficiencia adquirida por el uso y repetición de la corrupción y abuso, a nivel social, lleva y desemboca produciendo el desarrollo de la enfermedad como una pasmosa e insultante frialdad ante las barbaridades y vergüenzas a nivel social, dadas en algunos países, al nivel más peligroso, es decir, personas, dirigentes y entidades públicas.
            La enfermedad es grave. La fiebre sube. La repetición, de manera impulsiva, sectaria, intencionada de los síntomas son diagnosticados y atacados sin la más mínima intención constructiva, y no produce, entonces, sensación de mejora.
            Lo que supondría el alcohol sobre la herida con su desinfección a través del periodismo, se  convierte, sino, en un embalsamiento más y un retraso en la operación a corazón abierto.
            Que  hablen y operen los médicos y científicos, letras o ciencias y que no se escondan los intelectuales, técnicos y sabios detrás de discretas opiniones y dentro de sus cuartos.
            De nada valdría que yo lo intentase, pero aquellos que tienen el cambio en sus manos y que no pertenecen a ningún partido político, es decir, que  no están o contagiados o son no  enfermeros de estos malitos, que se dejen de florituras y que salgan de los burladeros. 

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