lunes, 5 de agosto de 2013

LA INSOPORTABLE DESIGUALDAD DEL SER CON SU FEALDAD


            Es  ya un tema repetitivo en mi pensamiento, pero que no deja siempre de sorprenderme cada vez que soy consciente de él.
            La frialdad con la convivimos entre las diferencias abismales es tremenda y raramente observada y o estudiada.
            Está absolutamente normalizado y admitido que en una circunferencia con un radio distante del círculo central de tres kilómetro hayan unas diferencias de cientos de miles de ingresos anuales entre los que vivan dentro de ellas.
            No hago ética, sólo estética pues describo un paisaje sucio y contaminado.
            Esta mañana, hacia el trabajo, temprano, pronto, demasiado, veo y leo un cartel en el cual había una fotografía de una mujer (vuestro será el poder en el futuro, creedme) haciendo  un pequeño escorzo hacia el exterior, volando sus rubias melenas en el aire y toda llena de bolsitas de compras mientras iluminaba el resto de la superficie del cartel con una inmensa sonrisa. Mis cavilaciones vinieron cuando leí la palabra shopping, no sé si bien escrito (es un vocablo Ingles que no siento ninguna vergüenza de haber escrito mal. No por ser Ingles si no por no ser mi lengua). Es decir, y a ver si no nos equivocamos, nos animaba a comprar, a irnos de compras sin ningún objetivo más que hacerlo. Comprar sin necesidad, motivo, objetivo o planificación más que la de hacer el acto mismo.
            Me parece una animalada. A mí que me borren de la misma especie de aquellos que piensan, utilizan o hacen estas barbaries. Es el consumo como acto de desarrollo, felicidad y divertimento. Es la posesión de objetos no necesitados sólo para desarrollar las necesidades autoimpuestas ante el discurrir del rio social.
            Es una persona deformada, es el gigante Urano de Goya  devorando sus valores constitutivos en forma de sus hijos. Es una perversión formal, aceptada y admitida.
            Además de esta imbecilidad y fealdad estética, nos encontramos, sin poder saltarlo, con una valla ética gigantesca, cuando debajo de una de aquellas bolsas en el posted publicitario, había una persona que vive con el montante de su precio, del de aquellos jodidos zapatos, durante dos semanas.
            No es una afirmación ni Marxista, ni Cristiana, ni Kantiana.
            Es una situación lógica, esta sí desde Aristóteles a Wittgenstein que se cae por su propio peso.

            Es Estética. Es una situación fea cadente de toda belleza. La ética, toda, yo tengo la mía, como teoría es de por sí discutible. Pero la fealdad propia de esta diferencia existente en apenas unas centenas de metros es indiscutible.

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