¿La realidad?, ¿de qué
realidad me habla? y ¿soñar?, ¿qué es soñar?
¿De
qué está compuesta esta realidad, qué forma tiene, donde está?
¿Cuándo
se sueña, qué hacemos al soñar?
No
son dos hechos tangibles sino dos entidades abstractas.
En
la respuesta a estas preguntas tenemos la primera producto de la mundanalidad, es
decir, por realidad entender la materia física que nos rodea y las
interrelaciones entre sus componentes y soñar visto como los sueños inconscientes,
entendidos como no premeditamos que podemos tener en los momentos en los que dormimos.
Pues
estos dos pensamientos pueden ser volcados y entendidos mucho más cercanos a
nuestra esencia.
Primero,
la realidad es un elemento totalmente subjetivo y sujeto a la propia
individualidad que la ve.
Dos,
soñar es una manera y perspectivas de
vivir totalmente correcta.
Y
tres, la realidad es una interpretación y el soñar es un reflejo de nuestra
persona.
La
realidad unánime no es ni existe. Trabajamos con una suma de individualidades
que forman una unión. Tenemos que aceptar que no hay un elemento estático sobre
el cual actuar, sino una existencia en la cual lo único que podemos compartir
es la manera de acercarnos a ella y experimentarla. Mecanismos de actuación.
Las totalidades que nos hablan de una realidad estática, acabado y definida,
son equívocas. Debemos de aceptar los movimientos propios de allí donde nos
momentos y es lo único estático que podemos aplicar a la realidad.
El
soñar. Es un elemento definitivo y definidor de la esencia humana. Por un lado
no es sino el reflejo de nuestras ansias y por el otro entendámoslo y no lo
veamos como unas vías de salida de la supuesta realidad, sino como un elemento
de empuje hacia la mejora de nuestra vida.
Tenemos
que aceptar que la realidad está en ti y
que los sueños no son elementos irrealizables de huida sino motores de
actuación y análisis.
No aceptar
la realidad de manera inmovible y entender los sueños como una forma de vivir es,
pienso, creo y deseo la manera correcta de actuar.
Quizás
somos bastante más humanos proporcionalmente a lo que soñemos.
¿Esto
lo escribo desde la gran montaña verde con el sol cayendo por el horizonte?
No,
desde el desvelo propio de la existencia consciente.
No
lo sueño entre las sabanas de mi cama o las caricias de mis anhelos, lo pienso
y especulo desde el teclado del ordenador.
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