El escribir es un asunto peligroso y
delicado pues cuando lo haces y después, pinta, de un color u otro,
todas tus actividades vitales.
El escribir significa, de por si, el
tener una visión espiritual, abstracta, estética o doctrinal que,
en la mayoría de los casos cuando no son una pura crónica
descriptiva, es extensible al resto de tu vida.
El escribir significa contemplar a la
realidad y juzgarla, bien con la razón o bien con los sentimientos.
El escribir significa vivir al desnudo
ante la realidad.
El escribir es vivir buscando la
verdad, fuese ésta del tipo que fuera.
El escribir literatura o filosofía
implica una calificación de la realidad que nos circunvala, con toda
la ansiedad, en forma de alegría o decepción que ésta nos puede
dar.
Me encuentro con muchas personas que
son absolutamente diferentes a cualquier tipo de escritor
precisamente por el problema que estos tienen y ellos no. Este
problema, esto que te incita, sería el tratar de comprender o vivir
el mundo que nos rodea en su más alto grado de realidad.
Y ¿qué se quiere?
¿La verdad?
¿La belleza?
Fundamentalmente el que escribe siente
inquietud ante la búsqueda de una realización que sólo te la puede
dar la comprensión o placer estético transmundano, y que sólo
tiene un camino, sólo tiene una manera de saber si era el correcto
al final. Y esto no es una evidencia pues un libro siempre es un acto
subjetivo y personal que sólo obtiene juicio objetivo al ponerlo,
una vez acabado, en manos de los lectores.
Inquietud, impaciencia, perdida, la
persona, en tus pensamientos.
Aquellos que vivan en el mas absoluto
y macabro espíritu repetitivo y sin razón de ser, no sufren por la
verdad o belleza. Verdad puntual y una belleza formal y
esteriotipada.
Aquellos que buscan estas dos cosas,
la verdad o la belleza, entran en el mundo de lo absoluto y se
alejan, sin remedio de la inmediatez y la sinrazón de las risas como
elemento formal para evadirse de la realidad.
- ¡Voto por mi incomprensión! - me
dijo aquel, quiero la felicidad de la ignorancia a la pesadez de
descubrir un mundo que no te gusta.
Entiendo que donde más se da esta
sensación de desasosiego ante tu incapacidad de dejar de buscar, es
en la filosofía.
Pero, un tipo especial.
Si nos remontamos en la historia, la
filosofía fue, en un principio una ciencia más, después se
distinguió pero siguió con su aspiración organizadora, hasta que
llegó la filosofía contemporánea y ésta se fue acercando poco a
poco y más al individuo como unidad.
Pero aún hay mas, y esto estriba en
escribir filosofía de manera narrativa, en espíritu y forma, es
decir aquello que intenta situarnos y colocarnos en un supuesto
sentido o significado que nos rodea, de una manera narrativa y propia
huyendo de las estructuras que te alejan de tú mismo (Marie-agustine
monford)
La soledad de la que piensa mas allá
de lo inmediato o del que vive en la nube de la belleza no es fácil
de llevar.
Para obtener estos adjetivos no has
tenido que vender libros o cuadros.
No escribimos bien, pero nuestra mente
tiembla ante la temática que estamos tratando o no dibujamos bien
pero mi corazón llora cincelando las formas de aquella pamela que
nunca ya más volveré a ver.
Si queremos englobar toda esta
problemática quizás debamos hacer alusión a la ya tan resonante,
pero no por ello menos cierta, calificación de este mundo como una
gran búsqueda del placer físico.
No podemos huir de nuestra naturaleza
definitiva y definitoria.
Sentir conscientemente y razonar con
el corazón huyendo con toda la potencia que pueda sacar de las
banalidades cohetaneas.
¿Es que es malo vivir en ellas?
Pues no lo sé en términos absolutos,
pero si que sé, a ciencia cierta, que a mi y a otros, no nos
producen satisfacción ni tranquilidad espiritual
¡Maldita sea!, ¡Qué no se nos
olvide que tenemos un espíritu que partió hace ya miles de años de
nuestras zapatillas con las que pisoteamos el mundo físico!
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