sábado, 25 de enero de 2014

ACELERAR Y FRENAR


Acelerar y frenar. Antes iba y ahora vuelvo. Aquí te quedas, que yo me voy. “ Así va mi coche y mi vida” pensaba mientras estaba en el camino y volvía hacia mis pecados. La tormenta asomaba en el horizonte. Los truenos resonaban en mis oídos. Los rayos dilataban mis pupilas. Emociones, sentimientos, escalofríos y miradas. ¡Donde está el libro pare leerlas!, ¡para interpretarlas! Aquella carretera era enorme, larga, cansina. El viaje eran muchos kilómetros. Cada coche, sus ocupantes, es un mundo inmerso en su particularidad. La vida corre en uno y en el otro. Observarlos es captar su peculiaridad y diferencia.

Frené en aquel semáforo. Tras pitarse mutuamente el motorista y el conductor de coche se dieron y lanzaron miradas desafiantes. Antes de calcular las consecuencias por mi parte del enfrenamiento, salieron con el verde.. Miré el móvil. El efluvio somnífero subió hasta mi nariz. Ocurrió, pues había un mensaje de allí ahí. ¡Ah!, ¡El pecado!, Dios ¡cuídame ante ellos! Pero, diablo, no te olvides de mi y ponmelos delante. Al leer la información sentí las uñas de mis pies y un ligero vaivén del coche que conducía, no sé si por temblor de mis manos o por movimientos vacilantes de mi espíritu. ¿Dejar a mi mujer y excusarme para salir? Aún no lo sabía. Pues en el ligero roció que cubre mis ojos se reflejan y se leen mis pensamientos

Harto de permanecer oculto en mi mismo y tras reflexionar durante el fin de semana había decidido liberar mis pensamientos en cuanto pudiera. ¿a mis amigos?, ¿a mi familia en las celebraciones?, ¿a mi mujer en el lecho?, ¿ellos me comprenderán?, ¿ella se reirá?. No sé. Algunos no piensan ni reflexionan nomás que por resolver aquellos problemas inmediatos de “cómo”…¡ah!, ¡afortunados!, otros nos sumergimos en la niebla y el frió del “por qué”. El cambio es de por si y por definición espontáneo y total pues el no-ser y valga, no es.

Descargué el coche, dejé a mi mujer y mi hijo y me dirigí en solitario a dejarlo en el garaje. Paré antes de entrar pues mi sangre me hervía a borbotones por las ganas y ansiedad de leer, otra vez, aquella cárcel que atrapa y atrapaba mi alma. . El hastío cansado de la incertidumbre te invade e inmoviliza.

Sin duda, y quien no lo afirme se equivoca, la dudabilidad sobre todas las conclusiones, decisiones o demás es totalmente constitutiva. La infabilidad es una utopía. Es un rumor. Es un deseo lejano. Pero, si la evolución propia no es sino la búsqueda de aquella situación estable y con visos de continuidad, que sentido tiene introducir las dudas existenciales en nuestra esencia si es sinónimo de estancamiento. ¿Quizás son buenas?. ¿Y necesarias? ¿por qué nuestra sabia naturaleza lo ha hecho?

¡Ah!, de nuevo, cuantos mundos diferentes! a la par que yo leía ese anhelo de libertad en forma de dígitos eléctricos, el norteafricano se acerco a la vera de mi coche y me ofreció hachis. Unos van y otros vienen, aquel tiene frió y este calor, mi vecino no quiere comer más gambas y mi conocido de la calle, vendería a su perro amado por un puñado de ellas. ¡A buenas horas, mangas verdes!, le dije sonriendo mientras arrancaba mi vehículo.

Aquella ya noche y a la vuelta de allí, me costó mas de lo habitual subir las escaleras.




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