jueves, 20 de febrero de 2014

EL ESTADO



Montesquieu vislumbró un estado en el cual hubiera tres poderes fácticos e independientes para llevar desde la máxima higiene y control ante la suciedad de la corrupción o el poder desproporcionado y personificado.
La forma política para la que fue concebido tenía poco que ver con las democracias actuales por la condiciones de elección de las opciones y las posibles personas elegidas para mantener estos poderes.
Pero el espíritu estaba dado.
Un poder, el Judicial, el Legislativo y el Militar, no debía estar sometido ningún al otro con el motivo de evitar los estados despóticos en los cuales el poder se encuentra concentrado.
Pero en la actualidad, vivimos bajo el engaño en el cual esto se da, al menos en España.
Los poderes tienen una mezcla impresionante de competencias y dominios de acción.
El poder judicial, el cual debe de controlar de legal actuación del poder ejecutivo, es decir el gobierno propio de cada país, es elegido y compuesto en ocasiones, por elementos, bueno, individuos pertenecientes al poder legislativo, es decir, políticos.
El control según beneficios existe y se da y no más imagino que en muchos de nuestros países circundantes.
Los dos poderes debían de ser elegidos en dos comicios diferentes en todo, tanto dinámica, como contenido, como de espíritu.
Si no hay una elección directa del pueblo del poder judicial siempre estará determinado y corrupto en definición por el poder legislativo.
Y el poder militar, al servicio del gobierno correspondiente, siempre que legisle y que ordene dentro del límite y campo de las leyes.
¡Qué teoría más extravagante!
Bien, ¡qué realidad más pobre y falsa!.
Para que cualquier democracia tenga algún elemento de cumplir con el principio del poder del pueblo en la elección de los dirigentes, se debía de elegir ambos lados del poder en diferentes elecciones y cada una compuesta y realiza bajo diferentes elementos de realización.
El judicial se me antoja difícil, pero quizás acumulando una serie de méritos y situaciones entonces estarían disponibles para la elección por el pueblo.
Y más:
Tanto los jueces como los políticos debían de estar muy bien pagados pues debían de aspirar los mejores a dirigir un país, sí, ¿pero como?, sencillo, unas condiciones académicas mínimas, que serían máximas y una elección directa. Nada, en absoluto y nunca jamás listas cerradas.
O bien una opción absolutamente altruista en la que sólo el bien del pueblo fuese el motivo del movimiento de la gente con preparación. Difícil.
Sería elegido el juez y político de tu barrio que después pudiera ser ascendido. Directo, que conozca al que me va a representar.
Pero no habrían trepa monos o monas pues daría igual que fueses el amante de la vicepresidenta, si en tu barrio no te aguantaban o no sabías hablar, al menos Ingles (no por los Anglófonos, sino por hablarse en todo el mundo,nomás) (yo no lo hablo, lo chapurreo, pero poco como tener ningún cargo)
El judicial, lo mismo y sería también por mérito propio tras ser elegido como persona por el mismísimo pueblo.
El único poder que sería cerrado en cuanto a su funcionamiento interno, pero sumiso en su acción al gobierno del pueblo entonces, sería el militar. Los méritos y capacidades de ascender y actuar, poco tienen que ver con las trampas y hechos para ascender o decidir que se tiene en otros poderes.
Las personas no somos buenas por naturaleza, Rousseau, los personas nos hacemos buenas en el contexto de grupo social donde nos encontremos, Aristotelismo.
Hay que formar y darle la vuelta al sistemas elaborado en los siglos anteriores.
No nos entre temor de cambiar el pasado pues seamos capaces de juzgar lo existente.
Hay demasiado miedo a trastocar todo lo que hay y ¿por qué?, ¿por ir a peor?
No, no, el tanto por cien de gente afortunada comparada con la que mal vive es escandaloso.
Sólo los más burros dirían las maneras de juego que trabajamos son buenas y justas.
Todo se puede mejorar y cambiar.
Las panaceas se han olvidado por la inalterabilidad de algunos, pero no debemos dejar de aspirar a algo mejor que sí que lo hay.
Todo aquel que diga que el sistema y estructuras han de cambiar, no tiene que estar ciego y febril por las ideas, sino que se puede utilizar correctamente la razón y aspirar a un mundo mejor sin comparación con este.

Este es el mal mejor, nos dijo Leibniz, pero no podemos tener un sistema optimo como opinó y buscó Mandela.

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