domingo, 16 de febrero de 2014

LA DUDA Y REALIDAD



I
Tripititivo y con hastío por la repetición, siempre acabo inmerso y sumergido en asuntos transcendentes en el sentido de alcanzar allí, donde nunca no se quiere ir pero siempre se acaba.
Aquel que se crea en posesión de la verdad puede ser una persona terrible, dañina y maligna para la humanidad. Esto, son palabras, pero son los hechos históricos los que hablan.
Dudar es humano.
El asunto de interrogarse con duda hacia lo que te rodea es un comportamiento básico, no sólo definitorio, sino también, definitivo que conforma y constituye a las personas.
Cualquier caminar, por definición, parte de una duda. Sin cuestiones por resolver no empiezas a caminar.
La inclinación de una serie de pensamientos, producto de la duda, tiene su necesidad directa e inevitable en un conjunto de circunstancias. La profundidad de ellos, medida en el alejamiento de la particularidad, se acentúa.
Las dudas materiales o mecánicas tienen poco o nada que ver con las espirituales o abstractas. Lo primero son problemas y lo segundo son indecisiones.
Miente quien diga que nunca tuvo carga mental ante la duda decidida en su vida personal.
Dudar es, a consecuencia, coger un camino.
Así pues y consciente de esta solubilidad necesaria ante los hechos de los pensamientos con su, entonces, inevitable variación ante ellos y totalmente convencido de su pronto cambio, reflexiono sobre el sentimiento de culpabilidad que surge ante los actos malogrados.
La aceptación de nuestra errabilidad propia, es necesaria.
Pero no un acto de error mecánico sino se trata de una característica esencial y constitutiva.
Es nuestra capacidad de dudar los que nos define como libres.
Es la indecisión y la necesidad lo que nos ha hacho llegar a nuestro género.
II
Lo qué ocurren son acontecimientos.
Lo qué pasa son acciones.
La manera en que te tomas estos hechos, hará que se conviertan o no, en problemas.
Es decir, del mejor asunto puedes tener un aprendizaje equivocado y dañino o una aparente desgracia te puede enseñar algo muy útil y bueno para tu vida
Las cosas, el mundo, no es nada en si mismo. Adquiere identidad en el momento en que son vistos y juzgados, en mi caso, por estos ojitos que miran el teclado
Sumergido en el camino de mis pensamientos, busco aclarar todo aquello, múltiple y vario, que se me oculta a la claridad de mi razón.
Navegando entre imposibilidades de esta realidad, naufrago en las fijaciones impuestas y asumidas.
Aunque hinque los dientes con violencia, el áspero peso de los principios sociales me abruma con sus hipocresías e ignorancias.
Vivir instalado en el mundo de la mentira, no sólo me corroe, sino que, además, me sitúan fuera de ella.
Así habla mi razón desnuda intentando contar la descolocación que nace en mi persona ante su falta de comprensión y aceptación de los movimientos humanos que se dan, y que conozco, en la sociedad que me rodea.
No es, este escrito, una reflexión de su estructura, significado o verdad de esas construcciones angulares que utilizamos y que son útiles para vivir en el error.
Las palabras que forman mis dedos pasan por mi razón, pero son empujadas muy violentamente por mi corazón.
La desidia y su aceptación inmovilizan la capacidad de actuación.
No quiero entrar en concebir en el razonamiento con objetos concretos que son una manifestación plena del problema, tales como los medios de comunicación de masas.
Me quedo con el olor a podrido de tantas cosas que vemos y oímos constantemente y que no provocan, en casi ningún caso, mas que comentarios, bajitos y entre dientes de maldición y desde la aceptación total y casi ya no sentida, de una realidad con la que no estamos casi nunca, de acuerdo.
Las letras de música lejanas son el único acompañamiento que encuentro, con su inspiración y comprensión, cuando apelo al error asumido y justificado, por todos.
Los gritos histrónicos en su contra o la aceptación de manera salomónica e inevitable de la realidad, son el estribillo que acompaña toda la reflexión histórica sobre la descolocación natural de los personas en nuestra realidad.
Cuando deje de escribir, será como colgar el teléfono interno y volver a la actualidad.







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