Me surgen varios, sino muchos campos de
comentarios a la cuestión.
Éticos, Antropológicos, Psicológicos,
Sociológicos hasta Ontológicos, es decir Metafísicos.
Pero, el que más me ataca en el primer
impacto, es el sentimental.
Vi un programa de televisión de los
EE.UU sobre la reforma de tu cara.
La expresión es correcta, pues así
era.
Primero, sentí autentica pena por como
era calificados o se calificaban aquellos que iban a ser sometidos a
los cambios estéticos.
Feos, deformes...¡hasta Neardentales!,
que ponía de ante la sartén, no sólo la estupidez propia de los
promotores, sino también de su ignorancia pues no sé como se cree
que sería el aspecto estético de los homo Sapiens contemporáneos
de estos.
Enlazaban la solución de la vida de
estas personas con unos motivos única y puramente estéticos.
Lo presentaban como un comienzo de la
vida, como una llegada al Nirvana, al cielo, al mundo utópico de la
admiración, sin condiciones, exterior.
Triste era ver como mejoraban y
cambiaban las relaciones con sus parejas por una, no recuerdo, pero
digamos, una “evacuación liposubcial (término inventado pero tan
sinsentido como ellos los utilizaban) de las mejillas”..con esto,
volvía el amor.
Pena y reflejo de la situación actual.
Hombres que se escondían por tener una
gran mandíbulas, mujeres que huían por sus perfilados pómulos y
otras cosas más.
No tenían que operarse, sino hacerse
una revisión interna, que trataran de aceptarse y entender que para
la felicidad entre una pareja, está, siempre, por encima de las
condiciones físicas, la empatía mental, los valores anímicos, las
costumbres,los motivos de actuación y otras cuestiones. Es más, que
se me caiga la mano al suelo o que se me queden los dedos pegados a
este teclado si me equivoco u os miento cuando os digo que toda
relación con pretensiones de durabilidad basada en elementos
estéticos está abiertamente condenada al fracaso.
Los biceps de aquel o las piernas de
aquella se quedan en el camino de la vida, pero el corazón sigue.
Busquemos el amor en el cerebro de la otra persona y no en su preto
culito o formidables abdominales.
Personas con gran debilidad mental
condenadas a la desgracia por una sociedad que eleva hasta donde solo
se llega en sueño las formas físicas de un cuerpo que no es nada,
repito, nada.
Independientemente de como yo sea, sé
que mi plenitud mental con el mayor grado de felicidad
consecuentemente alcanzable, estará al menos a los 60 y para
entonces, si lo tuviera ahora, mi atracción física será la mitad,
siendo generoso, que la actual.
Aquel que llore por su cuerpo o cara no
debe de ir a un esteticista, sino a un buen amigo, amiga o en su
defecto, a un psicólogo.
Pero aquí, no acaba la crítica, pues
no sólo opino, sino que también trato e intento hacer ciencia, en
este caso deductiva, con el permiso, siempre, de Galileo y la
afirmación del empirismo inductivo.
Si apuramos y sometemos el triunfo
vital a cuestiones tales como la cantidad de dinero propio para
someterse a este tipo de deformaciones (pues es lo contrario a una
formación propia y natural), entonces ( Darwin, susurandome) la
evolución o selección en función de valores o elementos hacia la
mejoría de la especie, moriría en el asunto.
La raza humana fallecerá entre las
manos y los bisturís de un cirujano estilista.
Y la Antropología también nos habla y
tratando de definirnos como Homos y le digamos que como elemento
definidor importante en nuestro desarrollo sea la disección de
partes de nuestro cuerpo totalmente útiles pero despreciadas por
movimientos sociales, temporales, pasajeros, contingentes, ésta la
Antropología huiría, recordándonos en la estación y ya subida en
el tren, que los Homo Sapiens Sapiens, somos bastante, repito
bastante más.
Y la Ontología en la cual la dulce
dama con los ojos vendados de la justicia, pesa con una soga al
cuello y vuelca la balanza hacia la parte corporal en nuestra
definición.
Asombrado y la boca abierta escuchaba
como entre las risas del imputado y el imputante, es decir, el
simpático y gracioso locutor y el infeliz participante, los insultos
cara con cara, denigrando, entre risas al pobre, en este caso hombre,
pues pasé por el veneno de una televisión encendida y mi aguante
empezó y acabó en este infeliz.
Parece la gente no entender que la
Estética no tiene, en ningún momento ni lugar, forma alguna
determinada y aquella que toma entonces y allí, es producto de
muchos otros intereses o situaciones.
La belleza o fealdad no existe.
Lo único que hay son las opiniones
temporales e injustificables de unos cuantos, aunque muchos sujetos.
Quitémosnos la mascara, la careta que
nos hacen ponernos por vender una imagen o imponer unas formas
interesadas.
Pidamos limpieza y dejemos que lo demás
se lo lleve el viento de la temporalidad.
Soy una persona del género masculino y
si pudiera ser al mentir, me crecería la nariz, si dijera que no hay
un tipo, y nunca mejor dicho, de mujeres que me provocan, a ver,
atracción física, lo que no quita, para que diga que es un efecto
educacional estereotipado y que el amor, y perdonarme mujeres,
futuras dueñas del mundo, por el ejemplo, que el amor no viene a
través de unos senos.
Recuerden cuadros de Rubens y la
gordura y fecundidad propia de la mujer renacentista ¡oh, que
bellas!, pensaban. Pena, ellos, sentirían por ver a algunas de las
escuálidas modelos actuales y sus grandes millonadas dadas por las
libidinosas miradas de los espectadores observadores.
¡Saltarme las esposas y dejadme querer
a las mujeres cómo yo las quiera!
- Alberto, tú eliges – me dijeron
- No, enteraros que llevo mucho tiempo
eligiendo lo que vosotros me imponéis.
Quizás nos satisfaga más ver la
belleza de un anochecer asexuado entre las montañas de mi tierra.
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