lunes, 18 de agosto de 2014

LA BELLEZA, LA FEALDAD Y OTRAS GILIPOLLECES



Me surgen varios, sino muchos campos de comentarios a la cuestión.
Éticos, Antropológicos, Psicológicos, Sociológicos hasta Ontológicos, es decir Metafísicos.
Pero, el que más me ataca en el primer impacto, es el sentimental.
Vi un programa de televisión de los EE.UU sobre la reforma de tu cara.
La expresión es correcta, pues así era.
Primero, sentí autentica pena por como era calificados o se calificaban aquellos que iban a ser sometidos a los cambios estéticos.
Feos, deformes...¡hasta Neardentales!, que ponía de ante la sartén, no sólo la estupidez propia de los promotores, sino también de su ignorancia pues no sé como se cree que sería el aspecto estético de los homo Sapiens contemporáneos de estos.
Enlazaban la solución de la vida de estas personas con unos motivos única y puramente estéticos.
Lo presentaban como un comienzo de la vida, como una llegada al Nirvana, al cielo, al mundo utópico de la admiración, sin condiciones, exterior.
Triste era ver como mejoraban y cambiaban las relaciones con sus parejas por una, no recuerdo, pero digamos, una “evacuación liposubcial (término inventado pero tan sinsentido como ellos los utilizaban) de las mejillas”..con esto, volvía el amor.
Pena y reflejo de la situación actual.
Hombres que se escondían por tener una gran mandíbulas, mujeres que huían por sus perfilados pómulos y otras cosas más.
No tenían que operarse, sino hacerse una revisión interna, que trataran de aceptarse y entender que para la felicidad entre una pareja, está, siempre, por encima de las condiciones físicas, la empatía mental, los valores anímicos, las costumbres,los motivos de actuación y otras cuestiones. Es más, que se me caiga la mano al suelo o que se me queden los dedos pegados a este teclado si me equivoco u os miento cuando os digo que toda relación con pretensiones de durabilidad basada en elementos estéticos está abiertamente condenada al fracaso.
Los biceps de aquel o las piernas de aquella se quedan en el camino de la vida, pero el corazón sigue. Busquemos el amor en el cerebro de la otra persona y no en su preto culito o formidables abdominales.
Personas con gran debilidad mental condenadas a la desgracia por una sociedad que eleva hasta donde solo se llega en sueño las formas físicas de un cuerpo que no es nada, repito, nada.
Independientemente de como yo sea, sé que mi plenitud mental con el mayor grado de felicidad consecuentemente alcanzable, estará al menos a los 60 y para entonces, si lo tuviera ahora, mi atracción física será la mitad, siendo generoso, que la actual.
Aquel que llore por su cuerpo o cara no debe de ir a un esteticista, sino a un buen amigo, amiga o en su defecto, a un psicólogo.
Pero aquí, no acaba la crítica, pues no sólo opino, sino que también trato e intento hacer ciencia, en este caso deductiva, con el permiso, siempre, de Galileo y la afirmación del empirismo inductivo.
Si apuramos y sometemos el triunfo vital a cuestiones tales como la cantidad de dinero propio para someterse a este tipo de deformaciones (pues es lo contrario a una formación propia y natural), entonces ( Darwin, susurandome) la evolución o selección en función de valores o elementos hacia la mejoría de la especie, moriría en el asunto.
La raza humana fallecerá entre las manos y los bisturís de un cirujano estilista.
Y la Antropología también nos habla y tratando de definirnos como Homos y le digamos que como elemento definidor importante en nuestro desarrollo sea la disección de partes de nuestro cuerpo totalmente útiles pero despreciadas por movimientos sociales, temporales, pasajeros, contingentes, ésta la Antropología huiría, recordándonos en la estación y ya subida en el tren, que los Homo Sapiens Sapiens, somos bastante, repito bastante más.
Y la Ontología en la cual la dulce dama con los ojos vendados de la justicia, pesa con una soga al cuello y vuelca la balanza hacia la parte corporal en nuestra definición.
Asombrado y la boca abierta escuchaba como entre las risas del imputado y el imputante, es decir, el simpático y gracioso locutor y el infeliz participante, los insultos cara con cara, denigrando, entre risas al pobre, en este caso hombre, pues pasé por el veneno de una televisión encendida y mi aguante empezó y acabó en este infeliz.
Parece la gente no entender que la Estética no tiene, en ningún momento ni lugar, forma alguna determinada y aquella que toma entonces y allí, es producto de muchos otros intereses o situaciones.
La belleza o fealdad no existe.
Lo único que hay son las opiniones temporales e injustificables de unos cuantos, aunque muchos sujetos.
Quitémosnos la mascara, la careta que nos hacen ponernos por vender una imagen o imponer unas formas interesadas.
Pidamos limpieza y dejemos que lo demás se lo lleve el viento de la temporalidad.
Soy una persona del género masculino y si pudiera ser al mentir, me crecería la nariz, si dijera que no hay un tipo, y nunca mejor dicho, de mujeres que me provocan, a ver, atracción física, lo que no quita, para que diga que es un efecto educacional estereotipado y que el amor, y perdonarme mujeres, futuras dueñas del mundo, por el ejemplo, que el amor no viene a través de unos senos.
Recuerden cuadros de Rubens y la gordura y fecundidad propia de la mujer renacentista ¡oh, que bellas!, pensaban. Pena, ellos, sentirían por ver a algunas de las escuálidas modelos actuales y sus grandes millonadas dadas por las libidinosas miradas de los espectadores observadores.
¡Saltarme las esposas y dejadme querer a las mujeres cómo yo las quiera!
- Alberto, tú eliges – me dijeron
- No, enteraros que llevo mucho tiempo eligiendo lo que vosotros me imponéis.

Quizás nos satisfaga más ver la belleza de un anochecer asexuado entre las montañas de mi tierra.

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