- Pero ¿cómo que no te apetecía
pensar en nada?- le preguntó Andrés.
- Pues así tal y como te lo cuento –
le dijo Pedro.
Llevaban cuatro noches haciendo
recuentos varios y muchos en la editorial. Horas de trabajo en la
oscuridad de la noche y horas de espera en el silencio de los
despachos y talleres.
Demasiadas horas en la soledad de los pensamientos.
- ¿Es por el asunto de la falta de
utilidad en la perspectiva en que lo hacemos usualmente?
Esta conversación no era nueva.
- Sí, exactamente por eso. Me está
dejando de motivar el que encontremos, bajo la barra de la sombra del
café, la estructura ontológica que inserte y califique a todas las
ideas trascendentales. Intentar crear sistemas conclusos y conclusivos, creyendo y eligiendo en valores primeros formadores y actuando de forma racional sobre ellos.
- Yo también pensaba eso ya.
Deberíamos de empezar a fijarnos en los momentos en los cuales se
hagan visibles, por los movimientos de los sujetos, estas ideas
abstractas. Que no sabemos qué son pero que sí sabemos que son, que
están y que actúan.
Nuestra Epistemología de acción será más correcta.
Démosle realidad con la experiencia empírica.
El Barman sustituto de las vacaciones
era joven y apenas tenía experiencia con las conversaciones de los
dos compañeros de la impresora-editorial.
Pareciese que secaba una copa de
cristal pero no estaba atento más que a la conversación.
Tras humanistas y filantrópicos, por
un lado o por otro, se habían juntado en aquel pequeño bar costero
en la ciudad de Valencia.
La tarde era agradable y el puro dolor del sol de mediodía se había convertido en un placer con el suave vientecito que por la tarde venía del mar.
- Sí, yo pienso lo mismo. Encontremos
la fenomenología del espíritu en las acciones cotidianas y no
montemos una gran estructura para darle un sentido acabado como
prueba de su veracidad..
Las caras de sorpresa eran grandes y
simpáticas.
- Con el supuesto espíritu – añadió
Andrés.
- Sí.
- ¿Acaso tu crees en la existencia de
elementos abstractos con operatividad empírica?
- Sí – dijo el joven.
- De esto estaba hablando – añadió
Pedro.
- Bien, vale -continuó Andrés, habrá
entonces que encontrar momentos en los cuales podamos calibras,
medir, contar, las consecuencias de la acción de estas ideas, ¿no?,
y ¿cómo?
El jovencito se despidió con la mirada
mientras acudía a la llamada de un cliente en el otro extremo de la
barra.
Pedro permanecía pensativo, mientras
el chaval se alejaba, hasta que dijo
- Andrés, es necesario y urgente que
sigamos pensando en totalidades, pero con continuidad, sistemas
racionales y puros pero con aplicabilidad.
- Tendremos que leernos a Cicerón.
- Sí.
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