Para tratar temas de tan alta alcurnia, mejor es
ponerse algo de pop guitarrero.
Es absolutamente evidente y, mal para aquel que no lo
vea, que estamos directamente condenados
a la imprediccibilidad del desarrollo de tú vida, es decir, lo que a ti o a mi
nos pase.
Los sujetos componentes del ejercicio de vivir, por
ser personas, venimos determinados por el asunto de
ser entidades libres y esto, nos hace constantemente variables en nuestro
estado para que no terminar jamás con la ecuación de los futuros dentro de la
vida.
Ante esta palpable, real, cierta cuestión, sólo queda
la solución, si quieres estar a salvo de su caprichosa voluntad, de entender tu
existencia en cuanto a elementos metafísicos o espirituales.
Los valores, convicciones, creencias, raciocinios,
estados y situaciones similares son las acciones que te sitúan y distancian de
los asuntos azarosos, es decir terrenales.
No seamos envidiosos y no digo que la felicidad no la
da aquel que tiene un super-maxi-mega yate en Ibiza y mucho dinero, claro, para
mantenerlo. Las situaciones materiales también la dan. Pero, y lo hay, es una
felicidad mucho más insegura, puntualizada y sin plenitud. Entiendo que más
felicidad y satisfacción encontrará aquel que es capaz de sentir su espíritu en
un gran acto de meditación o la de aquel otro que en la oscuridad de la
iglesia, la siente al comprenderse abrazado por su Dios.
El busca la felicidad en el conocimiento, jamás nadie
le podrá quitar aquello que supo. Invertir en tu persona produce unos
experiencias, sensaciones y conocimientos que las loterías de la vida no se las
pueden llevar a la banca.
De estas cosas que hablo ¡válgame Dios, cuan poco
importan!. El camino de la búsqueda de la realización con plenitud de las
personas, ha sido totalmente olvidado y abandonado. ¡Ojala yo tuviese las cosas
que parecen ser felices a los muy ricos!, pero, ahora, antes que me los den, pienso
que no serán los elementos que desarrollan los niveles más altos de felicidad
que como seres humanos podemos tener.