Claro, claro, y me decía, que el dinero era muy corrupto,
malo, corrosivo y que había otros mejores caminos para alcanzar y tener la
felicidad, justo en el momento en el cual pasaba por la puerta de aquellos
grandes almacenes y pensé lo bueno que sería entrar con la tarjeta entre los
dientes y romper cajas. ¡Un mísero, de tantos que dan, premio gordo en la
lotería y a desenfundar, tal cual pistola, el plástico!
-
Sí, Alberto (cést moi), desengáñate, serías más
feliz con un par, no más, de millones de euros en tu, siempre traicionera,
cuenta bancaria.
Y dejando la literatura me pregunto cómo puede haber esta
contradicción entre las evidencias. Sé por dónde se halla la felicidad, pero sé,
para mi mal, que, por otro camino antagónico, también, supuestamente, se puede
llegar.
Dios ¡donde está el error!
Dadas las características del dinero, no me gusta, pero aquí
me produce felicidad. Y en el determinante “aquí” surge la solución.
El asunto no está en el dinero propio, sino el sistema que
le da utilidad y validez. Pues claro que encuentro comodidad con billetes en el
bolsillo, pues el sistema ha sido creado para ello.
Ya donde vivo, gente y movimientos sociales, el consumo y
gasto, nos ha constituido como personas y sigue en ello, en ello está.
Si el modo de vivir fuera diferente, estas ansias de comprar
como camino de la felicidad y, como no, con dinero, no sería este.
¡Sí!, quiero “pasta”, me trasmitieron y enfermé de las
necesidades materiales, incuban el virus y lo inyectan de maneras calculadas y rítmicas.
Hay que permanecer en el estado vírico que nos engañe sobre cómo se consigue la
felicidad. Curarse, si se puede aquí, debe de ser, no lo sé, complicado.
Cuando razono y consigo alejar mi alma lo más posible del
mundo inmediato, llego a las conclusiones de las últimas actividades necesarias
para nuestra felicidad. Y estas, concluyo, poco tienen que ver con el dinero,
pero salgo a la calle, me olvido, y la potenciación impuesta a nivel social de
la comodidad física y el “vacile” general de tener una, me paro, realmente
deseoso, en el escaparate de la tienda de motos Harley-Davinson y me imagino
volando con ella, con el aire en mi cara, acompañado de una posible sensación
de paz, tranquilidad y llibertad.
El desvíe en el desarrollo correcto de las personas, provoca
y tiene consecuencias, tales como el olvido de la investigación y conocimiento
propio o la descolocación y supresión de este acto.
Deambulan los zombies con los brazos alagados y billetes
arrugados en sus manos, por entre las calles principales, deseosos entrar en
las tiendas a gastarlo.
-
Mira, éste siempre está perdido entre sus
reflexiones y escritos, che tu, ¡que rarito!
-
Sí – les contestó- más vale ser un rarito que un
prisionero cobarde.
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