- - Bobos, inútiles, desagradecidos, así pagáis mi
carne y la mirada de Dios.
Decía, mientras los cientos de miles de creyentes apoyados
sobre sus rodillas le escuchaban. Levitando en el aire y con una toga muy
blanca y luminoso, deambulaba de un lado al otro del círculo central. Una breve
y sutil destello dorado bordeaba su cabeza.
- - Mis palabras, sabías y verdaderas, cayeron en un
pozo, las leyes divinas, las únicas válidas, han sido olvidadas, pero ¿A dónde creéis
que vais?
Las nubes no entraban en el círculo que formaba el espíritu
divino en torno a su figura. Miles de personas delante y millones detrás del
televisor. El estupor y la inmovilidad eran totales. Incomprensiblemente, la
vergüenza comunicó una tras el otro, poniéndolos en el mismo lado del error.
- - Os dejé escrito el camino de la felicidad, os
enseñé a vivir según lo que erais. La comprensión de mis palabras fue difícil, apenas
fue aplicada, a la par que la corrupción y deformación del mundo que mi padre
os ha dado, ha aumentado.
El silencio era palpable, se podía tocar. No se oía nada más
que sus palabras, que resonaban por todo aquel lugar donde hubiera alguien
viendo.
- - Y, mi padre, se está, dentro de su inmensa
misericordia, cansándose de vosotros
Los cientos de miles de creyentes se pusieron de pie,
rogando y pidiendo perdón, mientras la figura del que volvió, se elevaba
bruscamente. En aquel momento, la pantalla de cine utilizada para la
superposición de las imágenes y el efecto en ella, se descolocó y acabó cayéndose
al suelo. Allí se quedó, Rodrigo, autor y protagonista de la película, colgado
de una cuerda, mientras actuaba simulando la subida del nuevamente resucitado,
y viendo como toda la pantalla, con todos los creyentes se desplomaba bajo sus
pies. El director, todavía andaba gritando “corten, corten” por todo el plató.
Arreglado todo el escenario y ya cambiados y duchados, se sentaron
a cenar. Compartían el mismo hotel.
- - ¿No tienes miedo a que pudiesen interpretar de
modo negativo tu película?
- - Ay!!, no sabes el puto caso que suelo tener yo a
los juicios morales que me hace la gente. No ataco a nada. No ofendo a nadie.
Cuento la historia de un Dios cansado de la suma constante de los errores
humanos, cavilando si los había creado con toda la completitud que pensaba.
- - ¿No habrá ninguna religión que se ofenda?
-
¡- No!, no hablo de ninguno de sus Dioses. Hablo
de un padre desconsolado por la posible eutanasia para evitar el sufrimiento de
su hijo.
Pedro, permaneció callado mientras miraba a Rodrigo.
Desconocía en qué punto estaba el comienzo creativo de esta película. No sabía
si era su auténtica genialidad de insertar el interés, desesperación y curiosidad
de la película o , realmente, reflejar
su histerismo existencial. No sé si era feliz.
- - ¿Va haber una oportunidad más o se acabó el
cuento?, ¿vas a narrar el justificado fin del mundo a razón de una eutanasia
misericordiosa?
- - No lo sé, depende de la junta directiva. Imagino
que harán unas encuestas en cuanto al final que más gustaría.
- - ¿entre vivir y no vivir?
- - No, Pedro, no, también, que si nos lo merecemos,
que si dejemos a los animales tranquilos, que si iremos con ese Dios, muchos
grandes deprimidos, que el mundo es cruel y, muy importante, el mayor número de
votos, lo espectacular de ver cómo somos absolutamente y totalmente
exterminados.
- - Espero que mañana en cuanto la pantalla vuelva
subir y estés - bajo los efectos especiales - suspendido en el aire de las
manos de Dios, ya tengamos la solución de la junta directiva sobre si Dios
aplica la justa por hecho, misericordiosa por cura, eutanasia, o el dicho
enviado les dará una oportunidad más.
Se dedicaron las buenas noches y cada uno se fue a su
cuarto. Pedro fue pensativo, deambulando, notando como una pura fantasía, podía
tomar un día, la forma de la realidad.
- - Es cine, es cine – se repitió un par de veces.
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