jueves, 17 de noviembre de 2016

...del asesinato de la Estética...



No un homicidio, sino, un asesinato, con premeditación y alevosía.
No hay objeto, sea de la clase que sea y que se encuentre en cualquiera de aquellos lugares, que no esté cargado de significado.
Las inclinaciones sociales, no tienen piedad.
Ante nuestra pequeña capacidad de elección propia, la belleza del objeto, es producto del significado que tiene el poseerlo.
El espíritu de la Estética, sigue vivo, pero arrinconado y cerca del abandono.
Yendo a alguna de mis obligaciones, comencé a ver diferentes clases y maneras de motos. Cada una de ellas iba acompañada de un piloto que respetaba estéticamente y plenamente, la supuesta belleza de la máquina.
Y me preguntaba por el hecho de  la compra del vehículo ¿ que grado de apreciación Estética, es decir sentimiento espiritual de la persona entre y sobre el objeto en un lazo intimo, se produce en la elección?, ¿de verdad el objeto en si lo consideraba bonito?, ¿son nomás que puertas de entrada hacia aquellas inclinaciones sociales en las que queremos participar?, ¿Somos capaces de actuar de manera estética, es decir, sintiendo y disfrutando de la belleza o ya hemos perdido aquella capacidad y siempre manifestamos alguna posición u opinión social?
La Estética la estamos envenenando utilizándola para lo que no nació.
¡Qué poco nos cuidamos!, se nos olvida constantemente que el funcionamiento de los sistemas, dependen única y esencialmente de  los componentes del mismo, es decir de las personas, en este caso.
La Belleza es buena. La posición intencional de los objetos, planos o voluminosos, produce, en su comprensión, belleza. El orden intencional es aceite para los mecanismos cerebrales.
Los homínidos, las personas, somos los únicos animales que apreciamos la belleza como elemento en si y para sí.
La Belleza no tiene su razón de ser en ningún elemento externo al hecho u objeto.
La deformamos constantemente dándole validez, forma y estructura, según intereses ajenos a la propia obra en si.
¡Cuánto aspiraba a tener aquella moto!, hasta que sentí que el estereotipo de la moto llevaba incluido una serie de complementos estéticos propios del conductor.
-         ¡No te engañes! , tú también lo buscabas – me dijo mi amigo en la barra del bar.



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