jueves, 12 de enero de 2012

CAFE I, II, III



I

            Tic-toc, tic-toc, así el péndulo se balanceaba constantemente. Allí estaba  mirándolo cuando vino Javier.
-          Andrés, ¿que tal?
-          Bien- le dije.
-          ¿Y tú?
-          ¿Yo?, estresado, amigo.
Alzó la cara y la mano y pidió un café a la par que ojeaba un largo informe.
            El péndulo seguía allí. Era parte de un reloj de publicidad de una marca como de otra. Impasivo, imparable, inexpugnable seguía moviéndose sin ningún desritmo y duda. Otra vez y con más razón, asombrado, embaucado y seducido por este movimiento mis pensamientos comenzaron a especular sobre la armonía, el orden y demás temas similares que acompañan cualquier movimiento rítmico cuya repetición, duración e inmutabilidad no es producto del ser humano. El tiempo lánguido y los pensamientos eternos me envolvieron. Cuando me di la vuelta y me di cuenta, la cara de insistencia de Alfredo ahí estaba ya.
-          ¡ehyy!, despierta. Mira, compañero, tengo mis putos cinco minutos que llevo aquí a tu lado tratando de leer esto, tomarme el café a toda piña y leer algunas líneas aclaratorias del informe, y no sólo el tiempo vuela  y corre y pasa que no me doy cuenta y he de irme ya y además, tu, ¡no me has dicho ni buenas!. Mira Andrés-me dijo sonriendo- porqué te aprecio sino…-nos reímos y se fue.
Le seguí con la vista su salida  del bar.
El péndulo había realizado exactamente las mismas oscilaciones tanto para el como para mi. Pero y sin embargo el tiempo fue diferente. La relatividad de Einstein habla de la velocidad de la luz y el tiempo resultante entre la comunicación de dos elementos que se mueven a distinta velocidad. Pero, bueno, desde mi inmensa ignorancia –le decía a la imagen del espejo- debo de hablar muy poco de esta relatividad y además no quería hablar de ella. Pero por haberlo vivido, como me pasó en el bar aquella tarde, vi y sentí la volatibilidad, subjetividad del tiempo. Aquellos cinco minutos y las pongamos 300 pendulaciones  en los que mis reflexiones sobre la armonía se me hicieron  eternas y los mismos elementos que se daban, en el intervalo mismo de tiempo, a él se le hizo muy corto. Entonces ¿Qué es el tiempo?, ¿movimiento?, no, pues con el mismo movimiento, el tiempo ha sido diferente. ¿Velocidad del pensamiento?, si, fijaros que yo me quedo con esto pero, no sé, no sé.
-          Que, “no sé, no sé” – me giré sorprendido al oírla. Con un largo pero discreto traje azul, también en el tiempo del café matutino entre trabajo y sonriendo, pasaba a mi ladito.
-          Pero carla, ¿Qué me dices?
-          Andrés que te conozco amigo, que esa cara se te queda cuando te encuentras con alguna gran duda. Nos sonreímos con mucha sinceridad.
-          Si, si, amiga, pero piensa si el tiempo es la resultante del movimiento en su relación con la velocidad de tus pensamientos.
-          No sé, no sé, me dijo mirándome con la mas absoluta incomprensión,  sorpresa y algo de cachondeo
-          Si, encanto, ahí si que estamos de acuerdo, le dije entredientes.


            Se fue en la lontanía, meneando, de manera involuntaria, pero seductora, sus caderas.




II


            Había amanecido nublado. Un color gris e inusual se instalo toda la mañana.
            Llegué un pelín mas tarde al café. Mi posición habitual estaba vacía, imagino que por el hábito y costumbre de instalarme allí, llevaba a los habituales clientes, por inercia ha no ocuparla. Me asenté. Al pronto, lo vi pasar.
-          ¡Alejandro!, le grite.
-          ¡hombre!, Andrés García, ¿qué tal?
Alejandro no trabajaba donde yo, pero si que compartimos largas y amenas charlas por aquel entonces. Rápido le dije
-          ¿Te has ido a otro planeta?, ¿te escondes?, ¿no quieres saber nada de tu amigo de aventuras mentales?, ¿hice algo malo estos años que estuve mas perdido que Ulises en sus viajes? O simplemente estas tan feliz y tan lleno con tu nueva y excitante situación que en tu cabeza no cabe nada mas. No se, no se, me lo pregunto y me inquieto por saber estas cuestiones.
-          No, Andrés, no. Agobiado por el movimiento acelerado de todos estos tiempos estoy un poquito más alejado buscando algo de orden-me dijo sonriendo y bajando la cabeza y el tono de voz.
-           El orden, ¿donde?
-          En mi cabeza e ideas- me dijo. No creo que debamos aspirar a alcanzar la verdad pues dudo que la haya objetiva, fija, quieta e igual para todos pero si que empiezo a entender que el caos, el maremagnun inestable, el fluir constante sin medida  me produce una clara insatisfacción e intranquilidad, así pues, me impongo unos límites y movimientos autodidácticos como solución.
-          Pero, entonces,- le dije dudando-¿me hablas de la antropomorfización total del resultado?, ¿me dices que no hay una situación estable y total esclarecedora y tranquilizadora a no ser que la construyamos?
-           Si, ya ves, sigo en mis trece, solo que claramente con otro color, si quieres el verde, de la esperanza y alegría. La resolución es una toma de posición práctica y no sentimental. Será un estado de ánimo buscado y construido    -me dijo clavando sus ojos en los míos.
-          A pesar de esta distancia temporal sufrida, Alejandro, veo que sigues siendo un hombre positivo.
-          Como tu, Andrés y entonces al ser un proceso positivo estamos en una conversación no acabada.
Aquí nos reímos los dos. Continuamos hablando, compartiendo y sólo fue el reloj lo que nos separó. La formalidad de a ver quien paga, la solucioné rápidamente y pagó.
Nos fuimos a la par del café.





III




            Como ayer y como mañana, hoy estaba acabándome el poleo y conseguía entenderle; o por mi poca capacidad de hacer o por la imposibilidad del hecho.

-          Pedro –le dije-, las palabras con las que intento transmitirte mis ideas, jamás harán que ni tú ni él comprendáis la última intención de mis pensamientos pues nuestra individualidad es absolutamente intransmisible y al comunicarnos solo nos limitamos a dibujar ligeras aproximaciones del contenido propio de nuestra mente. Es el solipsismo subyugante que nos encierra, nos limita y nos construye.
-          Pero, Andrés, ¿me quieres decir que no te comprendo?, ¿qué eres el ombligo del mundo sólo e individualizado?

            Su escorzo hacia mi persona fue un tanto exagerado, incluso violento. La autosuficiencia de Pedro era, sino insultante, si al menos abrumadora. Pero, y eso si era noble y franco. Rara vez se pedía algo que no fuese una buena cerveza.

-          A ver si nos entendemos, pibe – le dije gesticulando con mis manos y arrugando mis ojos- en el momento en el cual manejamos los ideas personales y tratamos exponerlas caemos irremediablemente en la elección propia de una estructura o dibujo de la realidad personal que dará entidad y sentido a tus, mis pensamientos, que será incaptable, no deducible, no transmisible para tu contertulio que podrá simplemente dibujar, esbozar una realidad a raíz de tus palabras, pero será eso no mas, una copia en sucio de mis pensamientos, propio y personales. Esto nos hace imposible saber si veis el mismo color que llena mi alma de sobriedad cuando miraba el atardecer aquella noche de verano.
-          Tienes una facilidad tremenda para esconderte, apartarte, irte de la realidad- me dijo señalándome con índice a la vez que se pedía “otro de lo mismo”
-          Si, si la verdad es que si. Pero que le vamos a hacer, Pedro, lo que no haré jamás será traicionarme a mi mismo, no ser lo que soy.
-          Si, si, te digo yo también “pibe” pero te garantizo que así te morirás de hambre o no tendrás un coche la mitad de bueno que el mío.


            Se acabó la cerveza de un trago y sonriendo me dejo, pues esa es la palabra, allí.
            No había, que yo lo se, malas intenciones en sus palabras, simplemente decía lo que pensaba. ¡Siempre lo mismo!.Hasta el más alto soñador se ve obligado a entrar en el mundo de las formalidades, pero no como elemento de unión, sino como manera de disimular nuestra separación o incapacidad de comunicación. El mundo de las formas, de los buenos educados, es el mundo mas hipócrita que existe, no siendo una característica despectiva sino descriptiva, pues puedo ser, la persona mas integrada por mis movimientos y mas distante y lejano y perdido en mis pensamientos, pues, y no me vengan con otras, para hacer no hace falta creer.
            Mirándome en el espejo del café estaba pensando esto cuando vi las caderas de Carla trascurrir detrás mío. Al verme observando, Antonio, el confortante camarero del café me dijo:
-          Qué gustito da la belleza, ¿Verdad Andrés?
-          Si, hermano, si- y que tranquilidad me produce el ver algo sobre lo que no dudo jamás- me dije a mi mismo.

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