martes, 24 de enero de 2012

FENOMENOLOGÍA DE LAS FALLAS


    Hice, aquella noche, una pura y dura fenomenología de las fallas.
               Mis ciruelos, descansaban los tres a mis espaldas
disfrutando de su afortunada inocencia, mientras, yo, este
sujeto, entraba en “trance intelectual” en el balcón del un bello
casi-ático, calle Ciscar esquina Gran Vía en el cual estábamos
gentilmente hospedados por todo el “encharcamiento” propio
de dos mellizos, su hermano mayor de cinco inconscientes años y
la aventura de “ser falleros”.
                En este momento que veía pero no miraba, culpa de los
laberintos del pensamiento, una gran extensión muy activa de
nuestra ciudad, allá por la vera del rio y Pensaba:

- “Es decir, en el caso de que exista, ha de haber y tiene
que tener una manera racional o empírica pero
intelectual, de llegar a su idea. Esto es pura mecánica de
funcionamiento. Si sólo puedes llegar a Dios mediante la
educación y la fe dada, entonces los que opinen o
piensen esto que sepan que están condenando ex
profeso a muchas personas, por circunstancias, al
“carbón del infierno” (metaforizaba ilustrativamente)

En esto, una gran nube de humo comenzó a subir en mi frente, a
dos manzanas, mientras yo seguía cavilando sobre la antinomia
en la propia concepción divina. Pensando en entidades
abstractas y sin forma alguna que observar, veía subir
pendulante, meneando el cuerpo de un lado al otro y con
destellos rojizos a ese “volumen” serpenteante y colorido. Volteé
la cabeza y veía más volúmenes rojizos y grandes chimeneas de
humo negro. Innumerables tipos de explosivos llenaban de
resplandores casi todo mi plano de visión. En un momento,
surgió el cuadro fenomenológico, pues debido a mis
pensamiento trataba sólo con datos físicos.
Olvidas, todo el significado sentimental de la visión, dejas formar
juicio alguno sobre lo visto y te quedas sólo con la imagen, con el
cuadro, con la vista panorámica.
 Con esto comprendí el significado real de la “nit del foc”.
No me encontraba en ¡mi Valencia¡, ¡con alegría¡, ¡qué arte¡,
¡qué vida¡, no. Estaba en una superficie de unos 10.000 metros
cuadrados, llana, con un dibujo regular de manzanas, en las
cuales, en las entrecrucijadas habían unas grandes hogueras con
toda su gran presencia y espectacularidad espacial. En todo mí
alrededor subían constantes cohetes. Voces altas, gritos, incluso
una pelea de grupos de jóvenes. Una actividad enorme vista
desde arriba. Si, realmente impresionante.
 Por un momento dejé a un lado todos mis recuerdos y
sensaciones anteriores sobre las fallas que condicionan tu visión
del objeto y realicé una “pura y dura epojé fenomenológica” y
viví un espectáculo realmente grande. Vivir los datos y dejar
atrás los sentimientos y prejuicios que mal forman la realidad. 

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