Hice, aquella noche, una pura y dura fenomenología de las fallas.
Mis
ciruelos, descansaban los tres a mis espaldas
disfrutando
de su afortunada inocencia, mientras, yo, este
sujeto,
entraba en “trance intelectual” en el balcón del un bello
casi-ático,
calle Ciscar esquina Gran Vía en el cual estábamos
gentilmente
hospedados por todo el “encharcamiento” propio
de
dos mellizos, su hermano mayor de cinco inconscientes años y
la
aventura de “ser falleros”.
En
este momento que veía pero no miraba, culpa de los
laberintos
del pensamiento, una gran extensión muy activa de
nuestra
ciudad, allá por la vera del rio y Pensaba:
- “Es decir, en el caso de que exista, ha de haber y tiene
que
tener una manera racional o empírica pero
intelectual,
de llegar a su idea. Esto es pura mecánica de
funcionamiento.
Si sólo puedes llegar a Dios mediante la
educación
y la fe dada, entonces los que opinen o
piensen
esto que sepan que están condenando ex
profeso
a muchas personas, por circunstancias, al
“carbón
del infierno” (metaforizaba ilustrativamente)
En esto, una gran nube de humo comenzó a subir en mi
frente, a
dos
manzanas, mientras yo seguía cavilando sobre la antinomia
en
la propia concepción divina. Pensando en entidades
abstractas
y sin forma alguna que observar, veía subir
pendulante,
meneando el cuerpo de un lado al otro y con
destellos
rojizos a ese “volumen” serpenteante y colorido. Volteé
la
cabeza y veía más volúmenes rojizos y grandes chimeneas de
humo
negro. Innumerables tipos de explosivos llenaban de
resplandores
casi todo mi plano de visión. En un momento,
surgió
el cuadro fenomenológico, pues debido a mis
pensamiento
trataba sólo con datos físicos.
Olvidas, todo el significado sentimental de la visión,
dejas formar
juicio
alguno sobre lo visto y te quedas sólo con la imagen, con el
cuadro,
con la vista panorámica.
Con esto comprendí
el significado real de la “nit del foc”.
No me encontraba en ¡mi Valencia¡, ¡con alegría¡, ¡qué
arte¡,
¡qué
vida¡, no. Estaba en una superficie de unos 10.000 metros
cuadrados,
llana, con un dibujo regular de manzanas, en las
cuales,
en las entrecrucijadas habían unas grandes hogueras con
toda
su gran presencia y espectacularidad espacial. En todo mí
alrededor
subían constantes cohetes. Voces altas, gritos, incluso
una
pelea de grupos de jóvenes. Una actividad enorme vista
desde
arriba. Si, realmente impresionante.
Por un momento dejé
a un lado todos mis recuerdos y
sensaciones
anteriores sobre las fallas que condicionan tu visión
del
objeto y realicé una “pura y dura epojé fenomenológica” y
viví
un espectáculo realmente grande. Vivir los datos y dejar
atrás
los sentimientos y prejuicios que mal forman la realidad.
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