martes, 24 de enero de 2012

CAFÉ IV


IV


-          Andrés ¿qué te pasa?, patidifuso, anonadado, compungido te veo- me dijo sonriendo.
-          Si, así lo estoy, He visto  en la TV una noticia que hablaba que 20 miembros de un partido ¡se habían pasado a otro en medio de una legislatura¡ Si aquí se votara, como ocurre en otros sitios a las personas, entonces sería un acto normal y admirable en función de la construcción política de aquel que yo confío en que lo haga. Pero no, aquí se vota a los partidos y a sus ideas y los congresistas no pintan nada más que para ganar pasta y obedecer según las ideas expuestas al pueblo, pues ninguno los conocemos y con esto y entonces, me preguntaba, ¿les importa un huevo a aquel partido que yo vote y se van al otro como grandes toreros, en función de decisiones personales?, ¡Mamarrachos, fantoches!, no os conozco ni ganas pero respetarme, obedecer a mi voto que con el cual os pago vuestros despilfarros insultantes.
-          Tranquilo, Andrés, entiendo que estas viendo la noticia del trasfuguismo de los políticos ¿verdad?- yo asentí con la cabeza-
-          Si.
-          Pero, hombre, las cosas se negocian, se busca una salida. Son funcionamientos, son artilugios, así van las cosas y así son. No te preocupes que con dos cenitas y todo estará en orden de nuevo-dos cenitas de langostas que pagaremos los “pringaditos y honrados” como yo, me dije-

            Tras esto apurar de un  trago el café se volteo esbozando una sonrisa perdonadora de un hombre que se siente seguro.
            Si, seguí pensando, no hay convicciones ni valores ya en el mundo de la política cosa que todos sabemos. No son mala gente pero arrastrados por la dinámica del poder se echan a perder. Como aquel decía, se da el principio de Arquímedes y el empuje de la corrupción será directamente proporcional al poder alcanzado
-          Andrés, no entres a trapo, tanto cuando te comenten algo como cuando lo veas en los sucesos cotidianos, tu lo haces y eso no sienta bien-me dijo Carmen que estaba sentada justo a mi ladito.-giré la cara y le conteste.
-          ¡no puedo dejar de ser lo que soy, bombón¡ le dije sonriendo con confianza.
-          Bueno, al menos a ti, guapo, se te queda cara de incomprensión y no de angustia.
-          Si, amiga, soy un hombre positivo. Es una enfermedad, pues una deformación patológica y crónica de mi persona. ¡Vamos adelante¡
-          ¿Y esta frívola sociedad?
-          Mira se siguen haciendo unas barbaridades enormes, sigue estando de manifiesto la barbarie del hombre, pero, y esto es indudable, tenemos muchas cosas que antes pasaban impunes y que ahora se pagan.
-          Bien, vale, pero yo no sé si me iría al convento para no tratar con una serie de mentecatos que tengo que aguantar que son “socialmente bien tratados”

            Cuanta razón tiene en dudar, pensé. Pagó y se fue. Era bajita, sí, pero  tenía una personalidad desbordante, que le daba medio metro mas. Giré la cabeza y la vi irse. Tenía una dulce belleza fecunda, una curvas seductoras tal y como la describió un amigo, y que amigo, una noche en aquel bar.

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