Estamos totalmente sedados ante las irracionalidades, abusos, mentiras e intereses personales que forman y constituyen el mundo político.
Este mismo tipo de escrito, suelen ser reflexiones que tratan de dar cabida y normalización a una situación relativamente comprensible y, a partir de una descripción en un marco racional, se busca la normalización y usual funcionamiento. Aquí, empieza el acto ridículo. La acción actual de los dirigentes.
Sus comentarios suelen ser, en toda su longitud, contradictorios en un margen corto de días. Esto es malo, pues no es una sabia rectificación, sino una repetición y normalización del acto correctivo. Es, o bien, una patología o sino una tomadura de pelo y con cachondeo.
Nos mienten y la única reacción por nuestra parte, será la sonrisa y el olvido.
Tengo en la cabeza algún dirigente dándonos explicaciones sobre algún asunto, sabiendo, a ciencia cierta, todos, tanto el publico como el actor que justamente actúa o miente. Dándome explicaciones sobre cualquier asunto me pregunto que tipo de acción ética o moral tendrá este energúmeno para mentir, disimular, cambiar el contenido, explicar la nada o realizar algún giro lingüístico impermitible, insultando a nuestra capacidad de comprensión.
La reacción y actuación es complicada y difícil.
La capacidad de caer en el movimiento de la protesta patológica es grande.
Tenemos la tendencia a olvidar contenidos y mantener únicamente la protesta.
La normalización de la inmoralidad propia de la clase dirigente es patente.
La protesta se evapora entre actos que no buscan una normalización ética, sino un tipo de ataque impulsivo e irracional que no tendrá ninguna consecuencia tangible.
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