jueves, 12 de enero de 2012

LA TOMBOLA


I

            Como todos días en la última hora de su jornada matutina, el policía local, Andrés, seguía haciendo sonatas con el sonido de su silbato al ritmo grave de las tubas que ronronean en el  escape de los vehículos.
            Llegó John en su coche y paró en el semáforo. Así era como le llamaban en el gimnasio donde conoció a Pedro, y este viéndole su  “potencial” controlador le empezó a liar en los negocios  junto a orientales para traer “mierda” tecnológica de la china. Empezó a ganar los titos y el vacile máximo comenzó.
-          “Ya está aquí el musculitos, ¡como le chulea a Antonio, mi buen y vacilón compañero!, ¡ahí salen chispas!” – pensaba Andrés.
En ocasiones, al momento en que llegaba el “güayon”, había un pequeño coche rojo con una mujer dentro.
-          ¡Ahy!  John, ¡qué no me abronque más! – se decía Julia. Trabajaba para él. Le hacía todo, absolutamente todo el trabajo de gestión y papeleos.
Andrés en su trabajo pasaba muchas horas observando al personal y esto le había hecho muy intuitivo con las personas e inevitablemente, lo ponía en marcha. Así en el momento, como casi todos los días que coincidían, John le hizo un gesto a Julia y Andrés pensó:
-          “Ya está ahí, otra vez, vacilando con sus gafitas bien oscuras a la mujer del coche rojo ¡cómo se arruga la florecita!, ¡Cuánto vacilón hay en la colmena! – a continuación silbó fuerte y todos los coches salieron. Él y ella, también.
II
Fue en el miércoles de la tercera semana del mes de Julio
-          “ahy, nunca lo olvidaré ese día, Anselmo” – le decía a su amigo en muchas ocasiones.
A la misma hora que en los últimos tres meses, John coincidió ese día también con Julia.
-          “3.000 conectores puentes de 3’3 e, he puesto esta mañana ¡qué bueno que soy y qué fácil es hacer pasta! – dijo gritando en el interior del vehículo y luego entre dientes añadió – “y haciendo unas trampitas inocentes “– y se rió abiertamente.
-          “Pero ¿qué huevos le pasará al notarrón hoy?- pensaba Andrés.
Apuraba el cigarro con el brazo fuera del coche mientras a pocos metros miraba fijamente y sonriendo a su compañero al que ésta vez se le caían las gafas de sol, resbalando por la nariz entre el sudor producido por estar de pie, al sol, en Valencia y en Julio. En esto, se giró y asusto a Julia lanzando un pequeño bocado al aire. Ella sonrió temblorosa. Con el mentón alto, John  ametralló a todo el personal con su gran y falsa sonrisa. Hasta a Andrés que estaba en la otra dirección le salpico con ella, “este botarate”.
-          “la vida es peligrosa y caprichosa. Así me lo han dicho y así lo he comprobado” – le dijo Anselmo, su amigo, a Andrés el primer día que se lo contó.
Julia después del “bocadito”, se quedó asustada y dejó de apretar muy despacito el embrague de su coche por estar fingiendo que buscaba algo al fondo de su bolso. Su coche estando el semáforo en rojo salió despacito.
-          “Así que ya nos vamos. Pues vamos”, pensó muscle man John y sin mirar el semáforo salió creyendo, equivocadamente que  estaba en verde. Comenzó a moverse hacia a delante  sólo y repito, solamente salpicando a todo el personal con su sonrisa y vacile.
Andrés nunca supo si Pedro, su compañero se dio cuenta, pues lo único que hizo mas, fue sujetarse las gafas de sol para ver con claridad.
En ese momento el trolebús numero 17 surcaba la gran vía a una buena velocidad crucero que multiplica por su gran masa le daban una energía cinética con la que los frenos no pudieron. Patinó varios metros. El chirrido de sus frenos se oyó hasta allá por los albores del cauce del rio. El tren de mercancías tras deslizarse choco, no muy fuerte contra el coche de John.
-          “No se me va a olvidar la cara de conejo degollado que puso el pringaillo” – le decía Andrés entre risas- y Anselmo, muy sabiamente le contestaba “sí, sí, como se ve el valor real de las personas en situaciones límite”- y continuaban riendo.
Cuando vinieron las ambulancias y subió en una, tenía una cara tremenda, pero no del dolor de su brazo, con el que se fumaba el cigarrito vacilón, hecho añicos, sino el de su bolsillo e historial.
El frenazo del autobús fue grande. El primer coche que venía, intentando esquivarlo, le toco la esquina y salió disparado hacia un lado llevándose dos coches más por delante. A su vez el que estaba detrás de este, clavó los frenos y produjo un choque en cadena de 6 vehículos. 9 coches bien tocados y 10 heridos entre los 4 de los coches y 6 que rodando por el lleno autobús acabaron en las narices del conductor.
Lo más jodido fue que tuvo el testimonio de dos policías locales y de su secretaria (que se dio cuenta que se movía y frenó) afirmando que se había saltado el semáforo. Con una ilegalidad los seguros pagan poco y la justicia se preocupa de donde coño a salido ese deportivo conducido por un Español con matricula alemana que va saltándose semáforos.
En la vida la suerte sólo se compra con trabajo, pero la mala suerte deambula como una ratita y entra así donde quiere.
Les pagaron suficiente y se olvidaron los perjudicados, pero al “prigaillo” culpable eso le iba a costar hasta la expulsión, por impago del gim.
Andrés volvía aquel día del trabajo con una sonrisa que no era merecida para este suceso pero que no podía evitar y al tropezarse en el portal con su vecino le dijo entre otras cosas.
-          “Vecino, la vida es una tómbola”.

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