Soy
un hombre impulsivo, mi alma, sin calibrar las consecuencias pero seguro de las
razones, actúa. Después de la tormenta viene la tranquilidad y con ella las
dudas. Este es el hecho, es la descripción fenomenológica de una parte de mi
vida.
Ahora
que lo sé, y aunque sea un movimiento constante, trataré de entender su
mecánica y validez.
Y
me digo ¿Cuando y por qué la razón
acierta? Si, el movimiento intempestivo esta sujeto a menos tiempo de
reflexión y consecuentemente tendrá menor acierto. Y, entonces, me continuo
preguntando ¿el tiempo significa mejora cualitativa necesariamente?, la
respuesta es no. Sujetas a la razón humana tenemos una serie de cuestiones
sociales de todos los niveles que la condicionan. Unas de ellas son necesarias
y esencialmente correctas pero otras no, pues son contingentes y solo
socialmente correctas. Cada unidad de tiempo que invertimos en un razonamiento
no es más que la consideración de una mas de estas cuestiones. Si esto es así,
la utilización de una cantidad de tiempo no tiene por que ser una razón directa
en la calidad del pensamiento pues estará sujeto a una cantidad grande de
elementos puramente accidentales que dificultan y enturbian el puro actuar.
El
estado de dudas que me surge a posteriori es cualidad de mi carácter y reflejo
de una inseguridad en mis propias decisiones. He sucumbido al positivismo
occidental. Tengo temor a actuar con los elementos volátiles que forman mi
persona, que constituyen mi mente pues necesito objetivar, individualizar estas
ideas, tratarlas como objetos y razonar con ellas, y en esto, aquí, y consecuentemente por su
naturaleza, llega la ignorancia y el temor al error.
Vivo
sujeto a un sistema estático y estable de elementos aprendidos en los que
circula mi pensamiento. Primero es elementos aprendidos, lo cual no tiene por
qué ser negativo, pero tampoco positivo
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