martes, 17 de enero de 2012

FILOSOFÍA. INTROSPECCIÓN



Soy un hombre impulsivo, mi alma, sin calibrar las consecuencias pero seguro de las razones, actúa. Después de la tormenta viene la tranquilidad y con ella las dudas. Este es el hecho, es la descripción fenomenológica de una parte de mi vida.
Ahora que lo sé, y aunque sea un movimiento constante, trataré de entender su mecánica y validez.
Y me digo ¿Cuando y por qué  la razón acierta? Si, el movimiento intempestivo esta sujeto a menos tiempo de reflexión y consecuentemente tendrá menor acierto. Y, entonces, me continuo preguntando ¿el tiempo significa mejora cualitativa necesariamente?, la respuesta es no. Sujetas a la razón humana tenemos una serie de cuestiones sociales de todos los niveles que la condicionan. Unas de ellas son necesarias y esencialmente correctas pero otras no, pues son contingentes y solo socialmente correctas. Cada unidad de tiempo que invertimos en un razonamiento no es más que la consideración de una mas de estas cuestiones. Si esto es así, la utilización de una cantidad de tiempo no tiene por que ser una razón directa en la calidad del pensamiento pues estará sujeto a una cantidad grande de elementos puramente accidentales que dificultan y enturbian el puro actuar.
El estado de dudas que me surge a posteriori es cualidad de mi carácter y reflejo de una inseguridad en mis propias decisiones. He sucumbido al positivismo occidental. Tengo temor a actuar con los elementos volátiles que forman mi persona, que constituyen mi mente pues necesito objetivar, individualizar estas ideas, tratarlas como objetos y razonar con ellas,  y en esto, aquí, y consecuentemente por su naturaleza, llega la ignorancia y el temor al error.
Vivo sujeto a un sistema estático y estable de elementos aprendidos en los que circula mi pensamiento. Primero es elementos aprendidos, lo cual no tiene por qué ser negativo, pero tampoco positivo

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