Como via sin defectus, el caminun esentia, invoco al positivismo anímico. Partamos de ese principio ineludible porque sólo se puede andar, por definición hacia adelante.
En vistas de esto hagamos maratones. Cuando corres una hora, digamos, sin pausas de continuidad, entrenas y beneficias seguramente a tu cuerpo. Oxigenas lo físico, trabajas bien tu corazón y limpias, por uso y abuso, tus pulmones. Tienes un acto de lucha que fortalece tu cuerpo y tu espíritu.
Yo he corrido muchos maratones.
Sorprendidos muchos, que me conozcáis, de esta última afirmación, entenderéis rápidamente que no es, sin más y solamente, un acto metafórico. Me satisface infringir a mi cuerpo esfuerzos grandes, pero lo vivo y disfruto en solitario.
Cuando hablo de los maratones dibujo los problemas cotidianos, o mejor vitales, con los que tenemos que correr en esta vida.
Y el anhelado positivismo me acucia y me lleva a pensar en los beneficios directos de correr esto que estoy llamando maratones.
¡Fortaleza!, ¡Fortaleza mental!
Con cada problema que superes, cada maratón que corras, engrasarás los caminos seguidos por tus pensamientos, darás más fuerza eléctrica en los senderos y vías neuronales correctos que, en otras ocasiones ante también problemas, den la resolución y serán, entonces, mas fácilmente recorridos en las sinopsis neuronal. Es decir cavilarás, por experiencia, con más corrección.
Veo y entiendo los problemas como el proceso necesario en la construcción personal propia que es, al fin y a la postre, el único fin objetivo en su beneficio. Los problemas son variaciones que construyen. La continuidad apacible y estable te lleva a la inmovilidad y estancamiento. Las dificultades surgen ante hechos incalculados a priori e implican un cambio y nuevas construcciones en tu actuación. Estas, las variaciones y la experiencia en nuevas situaciones, se acumulan, te engrandecen, te hacen crecer.
“¡Válgame Dios! – me dijo aquel que me conocía, ¡cómo noto tus circunstancias en tus palabras!”. Sí, le dije, pero no olvides que todos, tú también que juzgas, estamos sujetos a algunas.
Aceptemos los problemas como hechos constituyentes y constitutivos de esta realidad pues en sus variadas soluciones, formas de hacerlas y, sobretodo el talante en afrontarlos, está, no os engañéis, el posible sentido de la vida.
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