Decidieron darle a estas reuniones el nombre de Start III, que no entendí tal frivolidad, en la cual pusieron simbólicamente, un nombre de calidad en el divertimento, a una temática tan importante, en vez de, digamos y en Español “Reunión TRADA” (Tratado desarme atómico). Pero bueno, ellos se reunieron y así lo decidieron.
Mi presidente quería más, pues sabía que el equilibrio nuclear era un engaño colectivo e inoperante. Quería mas desarme total, consciente que las 555 ojivas nucleares de cada uno valían para arruinar la vida en el planeta. Pero, su mujer, y aquí llegaba el problema, no pensaba lo mismo.
Era una mujer impulsiva y visceral. Tenía una sonrisa frívola que escondía sus problemas y frustraciones patológicas que adquirió en su infancia, con una madre, que tenía sus mismas características y la veía, a su hija como una competente en el dominio de su casa.
Cuando se fueron todos los asistentes se quedaron mi presidente y su mujer. Dejaron los que salieron, la puerta entreabierta y yo, como buen ayudante personal, permanecía quieto en la puerta y pude oír su conversación.
- Pero, cariño, ¿a que acuerdo has llegado?- el tono era claramente correctivo.
- Amor, hay que reducirlas, eliminarlas, huir del peligro Atómico.
- ¿Te sientes intimidado por los demás países?-Ella sabía como enfadarlo.
- No¡, ¡siento responsabilidad¡
- Responsabilidad con el futuro, no del mundo, sino de tu país –le dijo con cara correctora y educativa.
Continuaron hablando casi toda la noche, discutiendo en bastantes ocasiones, porqué el asunto así lo requería y por el cambio de horarios en los vuelos y viajes que les habían trastocado todo el ritmo de sueño. Por el amor con el que escuchaba a su mujer, arruino de momento, el posible futuro sin armas nucleares.
Se levanto mal, muy mal. Su cabeza le dolía. Tenía una migraña grande, sobretodo por las decisiones que había tomado y las correcciones que iba a hacer en la puesta en marcha del tratado. Su mujer le había convencido de lo ridículo que era mantener un arsenal de 555 ojivas solamente y no buscar la supremacía. Esta era ciertamente la opinión de básicamente todo el estado mayor. Menos la de Él.
Entro en la sala donde le esperaban los demás responsables y dirigentes de los ocho países con armamento atómico. Llegó, ocupo su asiento y calló. Al llegar su momento dijo y argumentó que la suma de los cabezas nucleares de los otros restantes seis asistentes igualaba las 555 que ellos tenía y el acuerdo se fue al traste.
Tras ocho horas intensa de discusión, llegaron a un desacuerdo total y tuvieron que imponer una solución formal, que no valía en la práctica para nada y era para los focos y las cámaras.
Tremendamente discutible será la acción que nos lleva a decidir, más todavía a juzgar por un individuo lo previsto. Siempre estamos unidos a un corazón, tanto bueno como malo.
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