viernes, 9 de enero de 2015

ANDRÈ, MONTESQUIEU Y EL FUTURO


Montesquieu paseaba por el salón principal del edificio, con la mirada siempre fija a delante y los ojos claros y muy abiertos. No apreciaba la vestimenta de sus congéneres, la que allá, a finales del siglo XVII, se empezaban a llevar entre la todavía bullente nobleza y aristocracia Francesa. Se sentía demasiado encarcelado entre los pliegues de las rectas chaquetas de gruesas capas de tela.
La Europa en la que se movía estaba ciertamente dominada por el racionalismo, en el cual, las soluciones eran buscadas absolutas e independientes y fuera de cualquier puntualización temporal. Él miraba con envidia el practicismo de la Europa de las islas, habiéndose leido febrilmente a John Locke.
- !Montesquieu, mon ami¡ - le llamó un hombre, quizás más mayor, desde el final de aquella sala, cubierta de mármol blanco con techos abovedados y mientras se acercaba rápidamente hacia él le dijo ¿qué le has dicho al Rey? - sonrió, ¿a quien pretendes darle poder?
- A nadie y lo sabes, Andrè, busco precisamente que nadie lo acumule y trate los asunto con un control total.
Andrè, sonrió y siguió su camino, mientras le comentaba que el poder estaba, está y estará previsto en los futuros, pues el mundo está bien dibujado, y que las nuevas corrientes que surgen en Europa no se impondrán nunca. Mantengámonos alejado de lo nuevo - le añadió, que Usted y yo vivimos muy bien.
- Sí, vivimos bien, pero tras salir de las nieblas de la ignorancia ¿no ansías algo más para los habitantes de nuestra siempre grande Francia?
-Sí, sí, como no, pero recuerda que cualquier cambio es un riesgo. Nuestra Francia está en un momento de gran esplendor, compitiendo con los Españoles e Ingleses en el dominio del mundo ¿qué pretendes?
- Pretendo que debemos elevar a la raza humana al punto aquel que se merece, que lleguemos a los lugares de belleza y sabiduría a los que estamos preparados. El hombre es el centro del Cosmos y como tal hay que pensar en tratarlo.
- Montesquieu, tienes una concepción excesivamente buena de los demás hombres. Has recorrido el mundo, has visto al menos lo que yo, y tras tantas barbaridades, me extraña que todavía pienses así.
- Andrè, seamos tolerantes con los pensamientos diferentes a los nuestros, con las otras religiones, razas, países diferentes. Los hombres hemos nacido para dominar el mundo desde la más absoluta comprensión producto de nuestro raciocinio. Estamos preparados para construir un mundo perfecto y lo primero que tenemos que hacer será establecer una forma de gobierno que sea útil y funcional
- Y ¿cual es ésta?
- La que en el poder esté dividido y no caiga en manos de una sola persona.
- ¿De qué me hablas?
- De dividirlo y que cada una de las partes controle a las otras.

Andrè comenzó a reír. Él todavía no creía en la posibilidad de solucionar pacíficamente y por medio del orden y la razón las diferentes situaciones. El poder, pensaba, era de Dios o de los hombres preparados para ello. Que los individuos, en su generalidad, eran torpes y sólo una clase preparada y privilegiada podía sustentarlo. Montesquieu lo miraba con pena y misericordia pues le traía a la cabeza aquel niño que jamás crecerá ni se realizará. Pensaba y sabía que en la organización, planificación y tratamiento de los problemas de manera puntual, estaba la solución. Despreciaba las grandes doctrinas de la edad media o del renacimiento que todavía buscaban una solución global donde los hombres no fuéramos más que piezas de algo más grande que existía. Practicismo y razón - pensaba y quería él que fuéramos
- Sabes, Andrè, el poder deberá estar dividido en tres niveles, el que sustenta el estado, el que realiza las leyes y los que las llevan a hecho estas. Ahí tienes una posible solución en la organización correcta del estado - así se lo dijo y mirándole se quedó
Las risas de Andrè, resonaron por toda la sala - no paraba de reírse, pero sólo por lo estranbótico que veía en la conversación y no del contertulio ! Mon deu!
- Amigo, sabes que te aprecio y te considero, si no el que más, si unos de los más grandes pensadores Franceses, pero, amigo, olvídate que en Francia dejemos de vivir bajo el mandato de algún Borbón y que el poder sea tal y como me lo describes.
Se despidieron y cada uno se fue por un lado.
Paseando seguía pensando en cual era la capacidad de los hombres para construir un mundo correcto, a través de utilización, metódica y práctica de la razón, pensaba que la ceguez impuesta al concebir al ser humano pequeño e inútil, debía de caer e iniciarse una primera ilustración en la visión futura.

- El hombre es grande - le dijo a la ama de llaves mientras ésta, compungida, apenas levantaba el mentón.

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