Montesquieu paseaba por el
salón principal del edificio, con la mirada siempre fija a delante y
los ojos claros y muy abiertos. No apreciaba la vestimenta de sus
congéneres, la que allá, a finales del siglo XVII, se empezaban a
llevar entre la todavía bullente nobleza y aristocracia Francesa. Se
sentía demasiado encarcelado entre los pliegues de las rectas
chaquetas de gruesas capas de tela.
La Europa en la que se movía
estaba ciertamente dominada por el racionalismo, en el cual, las
soluciones eran buscadas absolutas e independientes y fuera de
cualquier puntualización temporal. Él miraba con envidia el
practicismo de la Europa de las islas, habiéndose leido febrilmente
a John Locke.
- !Montesquieu, mon ami¡ - le
llamó un hombre, quizás más mayor, desde el final de aquella sala,
cubierta de mármol blanco con techos abovedados y mientras se
acercaba rápidamente hacia él le dijo ¿qué le has dicho al Rey?
- sonrió, ¿a quien pretendes darle poder?
- A nadie y lo sabes, Andrè,
busco precisamente que nadie lo acumule y trate los asunto con un
control total.
Andrè, sonrió y siguió su
camino, mientras le comentaba que el poder estaba, está y estará
previsto en los futuros, pues el mundo está bien dibujado, y que las
nuevas corrientes que surgen en Europa no se impondrán nunca.
Mantengámonos alejado de lo nuevo - le añadió, que Usted y yo
vivimos muy bien.
- Sí, vivimos bien, pero tras
salir de las nieblas de la ignorancia ¿no ansías algo más para los
habitantes de nuestra siempre grande Francia?
-Sí, sí, como no, pero
recuerda que cualquier cambio es un riesgo. Nuestra Francia está en
un momento de gran esplendor, compitiendo con los Españoles e
Ingleses en el dominio del mundo ¿qué pretendes?
- Pretendo que debemos elevar
a la raza humana al punto aquel que se merece, que lleguemos a los
lugares de belleza y sabiduría a los que estamos preparados. El
hombre es el centro del Cosmos y como tal hay que pensar en tratarlo.
- Montesquieu, tienes una
concepción excesivamente buena de los demás hombres. Has recorrido
el mundo, has visto al menos lo que yo, y tras tantas barbaridades,
me extraña que todavía pienses así.
- Andrè, seamos tolerantes
con los pensamientos diferentes a los nuestros, con las otras
religiones, razas, países diferentes. Los hombres hemos nacido para
dominar el mundo desde la más absoluta comprensión producto de
nuestro raciocinio. Estamos preparados para construir un mundo
perfecto y lo primero que tenemos que hacer será establecer una
forma de gobierno que sea útil y funcional
- Y ¿cual es ésta?
- La que en el poder esté
dividido y no caiga en manos de una sola persona.
- ¿De qué me hablas?
- De dividirlo y que cada una
de las partes controle a las otras.
Andrè comenzó a reír. Él
todavía no creía en la posibilidad de solucionar pacíficamente y
por medio del orden y la razón las diferentes situaciones. El poder,
pensaba, era de Dios o de los hombres preparados para ello. Que los
individuos, en su generalidad, eran torpes y sólo una clase
preparada y privilegiada podía sustentarlo. Montesquieu lo miraba
con pena y misericordia pues le traía a la cabeza aquel niño que
jamás crecerá ni se realizará. Pensaba y sabía que en la
organización, planificación y tratamiento de los problemas de
manera puntual, estaba la solución. Despreciaba las grandes
doctrinas de la edad media o del renacimiento que todavía buscaban
una solución global donde los hombres no fuéramos más que piezas
de algo más grande que existía. Practicismo y razón - pensaba y
quería él que fuéramos
- Sabes, Andrè, el poder
deberá estar dividido en tres niveles, el que sustenta el estado,
el que realiza las leyes y los que las llevan a hecho estas. Ahí
tienes una posible solución en la organización correcta del estado
- así se lo dijo y mirándole se quedó
Las risas de Andrè,
resonaron por toda la sala - no paraba de reírse, pero sólo por lo
estranbótico que veía en la conversación y no del contertulio !
Mon deu!
- Amigo, sabes que te aprecio
y te considero, si no el que más, si unos de los más grandes
pensadores Franceses, pero, amigo, olvídate que en Francia dejemos
de vivir bajo el mandato de algún Borbón y que el poder sea tal y
como me lo describes.
Se despidieron y cada uno se
fue por un lado.
Paseando seguía pensando en
cual era la capacidad de los hombres para construir un mundo
correcto, a través de utilización, metódica y práctica de la
razón, pensaba que la ceguez impuesta al concebir al ser humano
pequeño e inútil, debía de caer e iniciarse una primera
ilustración en la visión futura.
- El hombre es grande - le
dijo a la ama de llaves mientras ésta, compungida, apenas levantaba
el mentón.
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