La
música convierte y trasforma unos momentos en otros.
Es
un hecho evidente y claro que los ritmos, letras y aquel lugar donde
la oímos por primera vez alteran, enturbian, confunden a nuestro
estado anímico.
Es
un estado conocido y sabido por todos.
Lo
menos tratado es la definición de la música y la relación entonces
con nuestro estado anímico, es decir, cómo, entonces, una acción
externa, material tiene acto sobre lo más abstracto y racional, es
decir, nuestro espíritu, nuestra persona.
Son,
sin duda, dos elementos distantes que en esta conexión dibujaran más
y mejor sus elementos propios confortantes.
Las
ganas de escribir poesías o la pasión por dibujar cuando escuchas
alguna canción, poco tiene que ver con la frecuencias de distancia
entre las olas de esa onda acústica.
Entonces
y quizás la primera conclusión es la independencia esencial
Una
clara interacción pero por definición entre dos entidades
diferentes.
Veo
imposible que está relación directa a nuestro estado emocional
pueda venir de un elemento físico. Las lagrimas en mi corazón o las
alegrías en la boca, no concibo su existencia por unas determinadas
cargas y descargas eléctricas llevadas a cabo entre las conexiones
neuronales.
Es
un asunto difícil y complicado, pues si se acepta plenamente las
conclusiones y se llevan al máximo sus consecuencias, el cambio es
más bien grande por aceptar nuestra naturaleza.
En
la sociedad actual, al menos, la que se llama occidental, el aceptar
verdades solo adquieren su fiabilidad cuando se les aplica una forma
material.
Además,
el estudio o búsqueda del termino espiritual conformante de las
personas, de manera científica, es decir, no más que interesada en
su conocimiento para su posterior utilización, que en justificación
de unas ideas u otras ya sean religiosos o metafísicas.
Tenemos
el sentido auditivo para interactuar correctamente con el exterior.
Así la naturaleza ha ido seleccionando a individuos con estas
características hasta llegar al moderno ser humano que posee oído
para que reacciona ante hechos externos sonoros. Pura adaptabilidad
con sentido y explicación metodológica de funcionamiento.
Ahora
bien, ese oído, preparado para captar la frecuencia del sonido
asociado a una pequeña rama y salir corriendo ¿cómo ha llegado a
cambiar el color de la realidad, mirando la belleza,de lo que antes
se consideraba desgracia con la lluvia de unas notas?
Es
sencillo no buscar una solución a esta importante interacción. Está
asumida pero no desarrollada.
Se
ve a los poetas y a otros artistas, como gente que vive un tanto
lejos de lo que es, cuando en realidad puede que vivan más cerca que
ninguno de la verdad constitutiva.
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barata aznar
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