martes, 20 de enero de 2015

LA PERDIDA DE LA INDIVIDALIDAD





La persona desaparece y el individuo se difumina.
No se puede ser uno, sino uno más.
La realidad física constitutiva del ente ha sido sustituida por unos sustantivos abstractos sin ninguna existencia.
Andrés y Elena fueron olvidados entre la falsa e inexistente humanidad.
El asunto se encrudece cuando los propios individuos, vemos a la totalidad como una unidad formativa, existente, total y no como un grupo de elementos individuales, diferentes, propios, tal y como somos cada uno.
Nuestros pensamientos se ven limitados y coaccionados por la totalidad, a la que imaginamos como existente y poseedora de la verdad.
Tenemos dificultad en sobresalir de lo ya dado y aceptado.
El borreguismo y colectivismo que tanto significó en su definición como se da, en su máximo grado, en sus medios.
La globalización y perdida de autenticidad y diferencia se está haciendo máxima.
El miedo a pensar y decidir se hace patente.
Las cosas ni las ves ni te parecen, solamente las entiendes como los demás.
No es tu mundo resoluto y particular frente a la monotonía general, sino será conseguir la concienciación de la colectividad como la suma de las individualidades.
Que la unión no fagocite a los elementos componentes.
La variación debe ser un hecho constructivo y formativo, pero no, tratamos y tenemos una serie de principios, pensamientos y formas admitidos como normalidad y que adquieren vidas ante la aceptación generalizada.
La misma validez tiene tu originalidad y diferencia que la de los demás, pues estos también son tu mismo, con las mismas posibilidades.
No dejemos que muera nuestro elemento intimo, nuestra individualidad, mi persona en las manos de las generalidades y la, consecuente inutilidad de tu posibilidad de escoger un camino diferente.
Me niego, ya en primera persona, a que me metan en el mismo bote de los pensamientos de algunos o en el otro de los actos de aquellos.
Quiero pensar que la misma vida interna pero absolutamente diferente lo tiene el hombre que se sienta en frente, allá en el metro, y ver a la mujer, a su derecha inmersa en su propio mundo interno y particular, pero que se encuentra lejos del mio y muy lejos del otro hombre.
Aceptemos nuestra inalcanzabilidad como personas propias y únicas.
Sintámosnos orgullosos de nuestra particularidad.
Seamos conscientes que esto es un termino definitivo y definitorio de las personas.
Naveguemos sobre la diferencia pues es un elemento que enriquece, libera y permite el desarrollo personal.

Cansado estoy de no aceptar mis propias palabras y caminar solo en frente de la muchedumbre sin aceptar aquello que me propongo, es decir, cada uno somos un mundo particular y concreto y así, en esta individualidad y particularidad hemos de vernos los unos a los otros.

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