lunes, 14 de septiembre de 2015

El disfrute en el engaño.






Ciertamente es una temática sabida, conocida, debatida y tratada, pero aun así pienso y creo que no somos capaces de llegar a las consecuencias de ello. Y ¿de qué hablo?, de la mal venida telebasura.
Mas concretamente de los debates, o mejor las conversaciones de corral en estos programas de actualidad, digamos y por decir algo, social.
Es realmente preocupante qué cantidad importante de la población disfruta, se sienta feliz, le interese, le seduzca, los espera con ansiedad y los añore cuando no están.
Si lo hacemos nosotros, es porque y por necesidad, tenemos unas inclinaciones de cotilleo, disputa, escándalo, mentiras, exageraciones, discusiones banales, personajes inventados y actuantes, niveles de discusión disonantes, temáticas ridículas, humillantes, irrisorias y cosas similares que no hacen más que envilecer nuestra ya problemática naturaleza.
La suma de los minutos que he visto ese tipo de actuaciones bajo el disfraz de realidades, no suman, en unos diez años, una hora.
Ahora bien ¡Qué y cual hora!
Personajes que se postran y se ofrecen con un acto grado de lucidez mental y situabilidad social y no son mas que muñequitas baratas en el mercado del espectáculo.
Entiendo que hay que huir de ellos.
Pienso que degradan nuestra naturaleza.
No nos construye, sino que nos destruye. Tal y como os lo digo.
Utilizan, con trampas de sentimientos, a los personajes, participantes y espectadores. Lagrimas propias y ridículas allí, que jamas debían hacerse públicas.
Ganar dinero con el corazón encogido de alguna persona debería, y atentos a lo que digo, significar cárcel - exagero del mal que veo. Es rebajar al máximo el respeto a las personas.
¡Qué no nos utilicen más!
Pero es el mercado el que manda, es el que, desde su independencia, nos utiliza. Y se ve mucho, estos programas. O bien porque los mecanismos de trasmisión de existencia a través de la publicidad allí te llevan como único camino de continuidad, o bien porque somos incapaces de cambiar de canal.
Bueno, ¿qué hacemos?, ¿saltar el sistema por los aires? O ¿educar a los ciudadanos para que tengan más cultura y personalidad dejen de bañarse con la basura de estos programas?. A ambas dos soluciones, más de uno, le sacan dudas, problemas y errores.
Le damos de comer y hacemos fuerte, al mismo lobo que en un futuro nos devorará
Ningún tipo de virtud ni valor hay y menos se discute.
Las discusiones, vociferando entre personajes, que no lo valen nada, pero como si lo valieran han sido presentados o propuestos y como tales se comportan.
Yo no me pongo, aquí el que escribe, en ningún lugar, pero hay asuntos que tengo claro donde deben de estar.
Los gestos estudiados, las posiciones buscadas, las miradas enfocadas, los grandes estudios psicológicos absolutamente ridículos, la seguridad basada en los dineros que se les pagan a los que aplauden, las copas que invitan allí donde vieron a aquel y, esto es lo que me preocupa, los cientos de miles de espectadores.
Es innegable que el empobrecimiento, o al menos, de una parte, de nuestra especie es patente con la extensión de este tipo de programas. Son cientos de miles los que, sin saberlo se meten en un mundo donde el respeto, la tolerancia, la intimidad, la humildad, la verdad, son temas y modos de operar absolutamente secundarios.
El espectáculo de nuestras miserias y la mentira autorizada y bien vista.
Alejado desde la incomprensión observo a todos aquellos que disfrutan escuchando la confesión de ella narrándole la historia con otro hombre a él. Lloros, lagrimas, juicios, opiniones de gente que no sabe nada, profunda indignación mostrada por algún contertulio fruto no más que de la actuación y la mentira.
Me gustaría, sin realizar ningún ejercicio investigador, encontrarme con alguno de los tertulianos o tertulianas, fuera de las cámaras y en solitario. Mi curiosidad es extrema por saber que hay de toda esa parafernalia y gran teatro montado.
Trato de no utilizarlo, pero es innegable que es un hecho buscado y no accidental con lo cual es un motivo para reflexionar sobre las personas.
La televisión basura en la búsqueda del disfrute del engaño.

Hacer vivir, a los telespetadores, la emoción que no tienen en sus vidas, narrándoles historias que son falsas pues nunca ocurrieron tal y como son contadas.

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