Pensaba que si había habido algo
de empatía entre él y la psicóloga, pero realmente se alegraba
bastante de que hubiese vuelto el de siempre, don Cipriano.
Habían anunciado fuertes lluvias
producto, decían, de un cálido verano con lo que Andrés cogió su
paraguas azul y comenzó a andar hacia la consulta del psicólogo,
realmente pensativo. Era una sensación de la que era consciente y
sabia que tenia una repercusión comportamental en su persona. Se
había dado cuenta que vivía, asiduamente, en el futuro.
La clínica -de una sala-, que
tenia don Cipriano, estaba apenas a unos cincuenta metros de la
esquina entre la calle por donde andaba Andrés y la Gran vía, y al
tomar ésta, comenzó a llover, y como no merecía la pena abrir el
paraguas – se dijo-, llegó mojado.
Se conocían, aun con estos tres
meses sin verse, bastantes años ya y tenían una relación y
confianza profesional máxima.
Y Andrés, desde su absoluta
normalidad solo perturbada, en aquellos momentos, por las preguntas
concernientes a su persona, decidió ir a psicólogo aquel día.
Lo encontraba como una acción
inteligente.
Tras la las mil veces repetidas
acciones para los comienzos de la sesión, incluyendo las preguntas
necesarias de situación, siguió don Cipriano con la dinámica
normal.
- Entonces, me dices que el
futuro ocupa gran parte de tu pensamiento ¿no?
-Sí – le contestó Andrés
acomodándose en el sillón-, navego entre mis futuras
preocupaciones.
-Andrés, no estamos haciendo
literatura – contesto don Cipriano frunciendo el ceño-
- Bien, entonces le digo don
Cipriano, cuando me observo, encuentro a mis pensamientos, con
demasiada frecuencia, debatiendo y especulando por un siempre, y
sólo, posible futuro.
- ¿Y esto los haces extensivo a
los demás?, pues preocuparte por llegar a fin de mes es obvio.
- Sí y no, y no haga literatura.
Los dos sabían que habían
entrado en aquel momento de las sesiones curatorias en el que la
psique iba a dejar de ser de Andrés e iba a adquirir entidad propia.
La temática así lo proponía.
Tenía todos y cada uno de los
problemas económicos medios de los Españoles, así que conocía
aquella mecánica y directa visión al futuro, pero de ello no había
venido a hablarle.
-Mire, don Cipriano, en ocasiones
me encuentro fuera absolutamente de la realidad primera e inmediata.
Especulando y planeando siempre acciones futuras de mayor placer,
cual fuera, fuesen tener mas dinero y mas tiempo libre. La
consecuencia directa es la desconexión con el primer momento e
instante, real y verdadero, por tu situación actual e inmediata
pero sentida sin fin en su movimiento. Y esta, se hace eterna.
- ¿Me dice Usted que tiene
ausencias? - dijo, inclinándose hacia Andrés con gesto de interés.
- No, no, - sé perfectamente
donde estoy, sufriendo aquello que le estoy contando. Precisamente,
para mi mal, no puedo tener una gran ausencia temporal de toda la
inmediatez, mediadora, que nos circunvala.
Don Cipriano sabía ya, de las
conclusiones diferentes, por no decir extrambóticas, sin quitarles
un ápice de posible verdad, a las que Andrés llegaba.
- ¿Y esto te conlleva alguna
consecuencia negativa en tu persona?
- No, don Cipriano, no, me gusta
estudiarme pues nunca o sólo alguna rara vez e encontrado algo en mi
persona que no pensase que le pasasen o pudieran pasar a los demás.
Don Cipriano enfundo la pluma y
la dejó, junto a la libretita, encima de la mesa, y tras respirar,
comenzó a contarle sus conclusiones y sus experiencias clínicas
similares. No discutía las temáticas sino le contaba debido a qué
sus pensamientos están en un camino u otro, apuntillando siempre con
el sustantivo suposición.
Salió por la puerta de la calle
bastante relajado y tranquilo. Le descansaba bastante mentalmente
tener este tipo de conversaciones – que todos debíamos tener,
cierta asiduidad, respecto a las visitas al psicólogo- y comenzó el
camino hacia casa, diez minutos no más. Iba meditando sobre las
conclusiones que don Cipriano loe había indicado al final. ¿Cómo
me las tomo?, ¿las incluyo como elementos formativos de mi
personalidad?, ¿les busco una corrección en mis planteamientos
operacionales?. Así siguió meditando, hasta que de repente y sin
esperarlo escucho la vez de Ana, la hija de la familia puerta con
puerta con la suya,
- Ehyyy, tío Andrés,
¡despierta! - le dijo entre sonrisas por la primera cara de
meditabundo que llevaba y la de sorpresa que puso después.
Andrés era un hombre de altura
media y algo flaco, y manejaba su cuerpo con armonía, le dijo
- Uno, no soy tu tío –
sonrieron los dos- y dos, pensaba en el consejo que les iba a dar a
tus padres sobre lo que hacer contigo en un futuro.
Los dos rieron abiertamente y Ana
le dió una palmada en la espalda mientras se iba sonriendo.
Y Andrés siguió pensando para
si, ¿cómo había llegado a su casa sin ser consciente del camino?,
¿donde estaba su persona?, ¿en el futuro, en las posibilidades?.
¿Tenemos que vivir la momentaneidad, sentirse vivo, observar el
aquel momento y lo que hay en él como una absoluta singularidad.
Cualquier momento tiene unas características propias. El sentir la
vida en la inmediatez de la observación es, quizás y sólo quizás
el fin correcto como realización de la vida.
Entre estas cavilaciones cogió
el ascensor, pensando que afortunadamente estos pensamientos
heliocéntricos que nunca le llevaban a ningún lugar, no eran
patológicos y mañana se levantaría sin ellos.
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