Y fue entonces y en aquel
momento cuando decidí no huir de mi mismo y mostrarme tal y como
era.
Me costó bastante llegar a la
simple, fácil y única solución de la dinámica de funcionamiento
propia y vital de todas las personas.
Agotado estaba de tener que ir
a la realidad circundante que me obligaba a llegar y no podía.
En ese día, no me elevé ni
un centímetro más que los demás, pero entendí que nadie tenía
por qué tener más razón para guiar el camino correcto que el que
yo me impusiera.
Me propuse superar las
obligaciones que yo mismo me obligaba para seguir navegando en el rio
por donde bajaba mi vida cuando la disfrutaba con los demás.
Decidí otorgarme el premio de
la diferencia y quitarme el castigo de la repetición.
Cuando contemplaba, discutía
y pensaba sobre la realidad, debía de dejar de hacerlo por el miedo
a la soledad que me daban los que me rodeaban.
Hasta aquel día en el que me
planteé que todos sentimos nuestra diferencia e individualidad, pero
muy pocos, poquísimos, son capaces de concretarla y darle realidad.
Pensé que sería más feliz
aceptando mi particularidad e individualidad, e inmediatamente hice
extensivo a todos y cada uno de nosotros.
Supuse que me podía quedar
sólo, hasta que calculé que aquella sería la única forma de estar
ciertamente acompañado.
Disfrutar, vivir, deleitarse
con tus propias y únicas decisiones, opiniones y pensamientos.
Entendí el valor que hay que
tener para exhibir tus motivos vitales primeros y formadores.
Nos guste o no, somos
entidades particulares y apartadas de una entidad global.
Nos unen usos, costumbres,
maneras y creencias propias de cualquier sociedad y que nos subyuga a
ellas.
En la multitud puede estar la
felicidad, pero siempre desde la enajenación de su persona.
Empleé aquel comentario, que
sería tomado como una excentricidad, sin miedo a su incomprensión.
La paz me envolvía cuando
dejé de mirarme a mi mismo con los ojos que supuse que los demás lo
harían.
Dejé de invertir, no más que
el tiempo necesario en asuntos circundantes y mi interés se volcó
en mi persona, buscando un equilibrio y paz interior que solo, y
solamente, yo, podía dármela.
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