martes, 22 de septiembre de 2015

LIBERTAD



Y fue entonces y en aquel momento cuando decidí no huir de mi mismo y mostrarme tal y como era.
Me costó bastante llegar a la simple, fácil y única solución de la dinámica de funcionamiento propia y vital de todas las personas.
Agotado estaba de tener que ir a la realidad circundante que me obligaba a llegar y no podía.
En ese día, no me elevé ni un centímetro más que los demás, pero entendí que nadie tenía por qué tener más razón para guiar el camino correcto que el que yo me impusiera.
Me propuse superar las obligaciones que yo mismo me obligaba para seguir navegando en el rio por donde bajaba mi vida cuando la disfrutaba con los demás.
Decidí otorgarme el premio de la diferencia y quitarme el castigo de la repetición.
Cuando contemplaba, discutía y pensaba sobre la realidad, debía de dejar de hacerlo por el miedo a la soledad que me daban los que me rodeaban.
Hasta aquel día en el que me planteé que todos sentimos nuestra diferencia e individualidad, pero muy pocos, poquísimos, son capaces de concretarla y darle realidad.
Pensé que sería más feliz aceptando mi particularidad e individualidad, e inmediatamente hice extensivo a todos y cada uno de nosotros.
Supuse que me podía quedar sólo, hasta que calculé que aquella sería la única forma de estar ciertamente acompañado.
Disfrutar, vivir, deleitarse con tus propias y únicas decisiones, opiniones y pensamientos.
Entendí el valor que hay que tener para exhibir tus motivos vitales primeros y formadores.
Nos guste o no, somos entidades particulares y apartadas de una entidad global.
Nos unen usos, costumbres, maneras y creencias propias de cualquier sociedad y que nos subyuga a ellas.
En la multitud puede estar la felicidad, pero siempre desde la enajenación de su persona.
Empleé aquel comentario, que sería tomado como una excentricidad, sin miedo a su incomprensión.
La paz me envolvía cuando dejé de mirarme a mi mismo con los ojos que supuse que los demás lo harían.
Dejé de invertir, no más que el tiempo necesario en asuntos circundantes y mi interés se volcó en mi persona, buscando un equilibrio y paz interior que solo, y solamente, yo, podía dármela.


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