jueves, 3 de septiembre de 2015

LA POESÍA Y EL AVIÓN



Él intentaba hacer poesía,  pero nada, ni una línea de un verso bonito.
La tenía delante, viéndola desde la ventana. Entre su suficiente belleza  su gran amor y deseo ninguna rima parecíale suficiente.
La libreta se le caía de las manos del tiempo que la sujetaba pensando en ella,  sin recibir nada del casi olvidado bolígrafo, de ese hombre que perdió su mirada en el intento de escribir unos versos bonitos, para dejárselos,  en su portal, diciéndole que su pobre corazón sólo tenía amor para ella.
Buscando rimas observaba sus movimientos en la cocina de la casa de ella mientras andaba entonces por el pasillo hacia el cuarto de baño y cuando comenzó a quitarse el albornoz, bajo su cara hacia la libreta para no perturbar su inocencia.
¡Poesía, poesía,  amor!,  seguía obsesionado con su pureza sentimental. Quería escribir con su corazón únicamente.
Asi pues pasó tres días reflexionando,  construyendo, pensando que emular a o imitar  la belleza que aquella mujer.
Pero no podía.  Su mente se nublada y en su corazón llovía.
No podía, no sabía hacer poesía. El hambre y el cansancio aumentaban su desolación.
Y ya con lágrimas y en la última página,  desesperado por la impotencia,  escribió un te quiero, para lanzarlo al mundo,  al destino y al cielo.
Así sumergido en la resignación,  dobló despacito una hoja para hacer un avión y lanzar a nadie el te quiero, en su corto viaje hacia el olvido.
Quiso ser poeta de amor y parecía  ser el amo de la papiroflexia.
Pero el destino, es capricho, juguetón y además mujer y el avión comenzó a bailar entre el viento.
Sus ojos se escapaban de sus lugares al ver que su nave del amor,  tomaba el camino hacia la ventana del amor de sus sueños.
Sus ventanas estaban una enfrente de la otra y ya se habían mirado alguna vez, haciendo inevitable mi amor por ella. Pero ahora creía morirse.
El avión siguió haciendo piruetas, vueltas, esquivos y acabó aterrizando justo en el apoya brazos que sobresalía en su ventana.
Había visto salir de su ventana el avión y siguió, también el camino y entre sus sonrisas,  observó como aterrizaba. Al desplegarlo, le mandó un mirada tierna y de complicidad.
Comenzaron a tener existencia el uno al otro en la calle e inundados de felicidad,  el avión, ella y él, compartieron el amor.

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