ATENAS EN MIS ERRORES
Subían andando de espaldas al
Partenón.
Arrastraban las túnicas blancas sobre
el camino empedrado mientras discutían sobre la situación de la
Polis y su guerra contra los Persas.
- Llevamos cinco años igual,
Plutartio. Dudo de mis decisiones cuando la sangre de las personas ya
fluye como en un río si tuviera valle donde hacerlo. Mandar a los
hombres a que los maten o a matar, no es fácil.
- ¡No!, Zofen, no. Acuéstate y
acomódate en el posible error. Veelo como normalidad.
Plutartio, giró de cinturas
rápidamente con cara de sorpresa
- ¿qué me dices, Maestro?
Eran amigos desde hacia muchos años.
Niño entró Zofen en la escuela de
formación general para los hijos de las familias con potestad
económica que dirigía y era dueño de ella, Plutartio, y además
siguieron en contacto más cercano, cuando Zofen comenzó las
enseñanzas sobre la dialéctica y los principios básicos de
formación de la sociedad, dadas sólo por Plutartio, Sofista,
profesor para futuros dirigentes, y a los elegidos como futuros
gobernantes de aquellas verdes tierras de los olivos.
- Quitate la idea de la existencia de
una verdad absoluta y total. No dudes de ti mismo y comienza a
sentirte cómodo entre tus pensamientos aun a sabiendas de su posible
error.
- Pero – exclamo levantando los
brazos ¡qué hago en el senado!, ¿defiendo mis
planes frente a los ciudadanos, sabiendo la dificultad y delicadeza
de las decisiones que les propongo?
Había dirigido caballerizas de diez
mil hombres atravesando todas las tierras de la babilonia.
Ascendido al río tigris, desde el mar
hasta las cordilleras que bordean el mar caspio.
Había liberado toda la costa Jónica.
El éxito y el triunfo le había
acompañado.
Pero la guerra volvió, cuando él ya
no montaba a caballo.
Nunca tuvo ninguna dificultad de
exponer y defender sus actos, sus misiones, sus acciones de guerra.
Pero desde que fue elegido para dirigir del pueblo Ateniense, las
dudas que nunca tuvo, le envolvieron.
- Zofen, escucha atentamente - le dijo
mientras se ponía a contra luz de un sol, que renqueante, bajando
por la distancia,- más vale equivocarse que huir de uno mismo. La
verdad no la tiene nadie y hay que convencerse que el error es
colectivo y que queda como puerta de salida el vivir cómodamente
entre los brazos de ese supuesto error que jamás sabremos si lo era
o no lo era. Toma decisiones bajo estas dimensiones. Con paz y calma, pues este peso es colectivo para aquellos que ven más allá que aquello de donde alcanzan sus brazos.
- Entonces ¿qué hacemos con la
construcción colectiva de las instituciones bajo unos principios
primeros y compartidos?
- Respetarla, tal y como lo haces, máximo senador, pero no olvidarte que no podrás saber nunca
donde está la correcta elección pues el proceso de encadenamiento
de los sucesos te supera en el tiempo y en el espacio y lo que
parecía un error puede ser el gran acierto que le diste a tu pueblo.
Acomódate y duerme entre las manos del posible error, pues es el
mismo que todos tenemos.
- Si no existe la verdad total, ¿cómo
actuar, hacia donde ir, a quién seguir?
- Sí, si que hay una verdad total y
ésta es el posible error colectivo. Abraza a tus pensamientos e
intenciones, quierete en tus errores, ama tus peculiaridades y toma
de decisiones, pues aquel que se cree el elegido tiene las mismas
posibilidades de equivocarse, no huyas de tus pensamientos y ama tus conclusiones pensando que es la opción a nivel
vital más interesaste.
- ¿Qué me acomode en mis fallos?,
¡no! - molesto se mostraba ya presa de la incomprensión de los
planteamientos del interlocutor y de sentir que todo su poderío era
dudado, por él con antelación y por su maestro ahora. Habíase
ganado el poder en Atenas ¡resperto! -pensó. Señalándole frunció
el ceño pensando en los miles de quilometros que había realizado
luchando por los valores, principios y estructuras de su polis y la
cultura del mar del Egeo, llevando con seguridad más allá del mar y
hacia las tierras del asía desconocida, la cultura y riqueza de su
gran Atenas, centro mundial económico y del conocimiento.
Pero la furia se le pasó pronto,
cuando vio a su maestro sentarse despacio en una gran roca y ahora
sí, mirando de frente el blanco mármol que recubría las tantas
columnas y que brillaba por todo el friso con arte en cada una de sus
esquinas, a su maestro. La cara le cambio. Era perfectamente
consciente de la sabiduría del maestro. Su escuela era conocida en
toda la península de los balcanes, los Dóricos y los Corintios la
respetaban y la mayor garantía era su experiencia en la vida. Había
estado en todo el mundo entonces conocido y había vivido todo la
construcción de las nuevas estructuras, las polis independientes,
fuertes y seguras.
- Perdón maestro – Sabía del
tremendo acto de irrespetuoso por señalarlo.
- Escucha, que salga de tu cabeza que
en ella está la verdad, pero que te entre por la otra vertiente que
no nos queda más remedio que creer en nuestros pensamientos,
objetivos y fines, ¿qué pueden estar equivocados?, ¡Claro!, ¡mil
veces!, pero hemos de aceptar el posible error como elemento
fundamental de cualquier opinión, reflexión o propuesta, así pues
sal de tus dudas y decide aun a sabiendas del posible error. Sabiendo
de su existencia, estira tus pies, y cruza tus brazos mientras
descansas creyendo siempre en éste.
Siguieron conversando toda la tarde
hasta el anochecer. Ambos dos vivían en una mansiones en la afueras
de su Gloriosa y Gran Atenas y sólo iban a ella, en busca de
cultura, política y decisiones.
- Zofen – le dijo Plutartio, comencé
a disfrutar de mi mismo y mis reflexiones, cuando empecé a tomar sin
miedo las diferentes posiciones sin sentirme invadido por las
opiniones y toma de posturas ante las mismas. Me costo aceptar el
error colectivo y la validez o invalidez colectiva. Toma tus
decisiones, estate por encima del momento, de la colectividad.
Todas las decisiones individuales son
de por sí un error.
Jamás un sólo individuo podrá tomar
decisiones englobables de la totalidad.
Vivamos entre las manos de los pequeños
errores.
Que nos mezan estas manos de la
falibilidad colectiva.
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