viernes, 2 de mayo de 2014

LOS EXCÉNTRICOS



Y todo el mundo andando hacia un lugar con la cabeza mirando hacia éste, y un individuo, de espaldas, caminando hacia aquel mismo lugar.
Éste, es un ejemplo gráfico de un concepto de excentricidad con su aplicación y realidad, pero que miente con ambas. Aquella persona que no se mueve al compás de la mayoría se le califica como excéntrico, diferente, extraño.
La definición, está, se encuentra, con su carácter calificativo como un acto de pura diferencia sin ninguna intención más que la diversidad. La imposición de modos y maneras propios.
Pero esta definición, ni incluye a todos, ni define todas las situaciones que parece que sí que lo son, pero no, pues aquí hay trampa e injusticia.
La verdad, en demasiadas ocasiones es entendida y la encontramos, cuando todo el mundo, otra vez los mismos, andan de espaldas hacia un supuesto objetivo, mientras otro, y dentro de la supuesta mentira en nuestras usuales perspectivas, como extraño e inconsciente se gira, y anda de frente hacia un objetivo claro y concreto.
Esto, si es calificado como excéntrico, se equivoca quien lo haga.
Y haylos muchos, que por no aceptar, siendo iguales pero tener otras realidades son equivocadamente calificados como excéntricos como un puro y duro ejercicio de calificación estética externa.
Se equivocan en muchos casos los acusadores, pues el asunto suele ir más allá.
El actuar buscando una mejoría y cambio, recibe en casi todas las ocasiones, al menos, el calificativo de excentricidad, entendida como una manía en el momento de actuar en las formas y modos.
Hay una manera más justas de definir estos actos como una manera de expresar, en tu actitud y obra, la distancia entre tus elementos formadores y la forma de tu realidad.
El siglo XIX ha sido el más fecundo en cuanto a la teorización de a la separación del individuo respecto a las totalidades que arrastran.
Grandes autores nos describen las grandes muchedumbres, el borreguismo y la falta de voluntad para imponer tu persona ante estas fuerzas exteriores.
En mi tiempo contemporáneo, en pensamiento resolutivo, a muerto.
La acción creativa del intelecto ha fallecido en las realidades inmanentes y cotidianas, asumidas y aceptadas por todos y ¡ahy de aquel!, que no acepte o no admita estas formas y maneras estandarizadas y asumidas como normalidad infranqueable.
O te mueves dentro de lo establecido o ya recibes un adjetivo calificativo que te impide o al menos te dificultan entrar en la toma de decisiones por la ya bien nombrada excentricidad.
Entiendo que deberíamos de serlo todos.
Ser diferentes y particulares.
Creo que cada uno deberíamos no asumir estas normas impuestas por una normalidad aparentemente necesaria, que no es así.
No hablo, ¡pardiez!, de una revolución anarquista.
Siempre un cambio razonado, pacifico y progresivo.
Hablo de aquel mal que surge cuando es mirado con desconfianza ante su anormalidad y excentricidad por, digamos, no ver, ni mirar, la televisión.
No le gusta, no se la cree, se siente engañado, vendido, ve la parte mas podrida de nuestra sociedad y otros elementos de este calibre que le llevan a no verla.
El acto es correcto, pero se sale de la normalidad y entra en la excentricidad como un calificativo similar al “olvidate de él, ya conoces sus rarezas”.
Marcar, distanciarte, tomar posiciones distintas a aquellas por todos asumidas no es un defecto, sino un efecto de la anormalidad del conjunto.
Pongamos a cada uno en su lugar.
Dejemos de aceptar como necesarias las estructuras, perspectivas, usos, formas, maneras, propósitos, fines, virtudes, defectos y demás cotidianos y seamos conscientes que todos andamos de espaldas menos aquel vecino que se gira, abre los ojos y comienza a caminar de frente....”¡Ohhh!, mírale, que raro, diferente, excéntrico, siempre igual y el mismo”
Abogo por que le levantemos estatuas sobre un gran pedestal a todos aquellos que supieron, por las razones que fueran, elevarse por encima de la muchedumbre y ser capaces de actuar según sus propios principios, formas y maneras y no se han sentido, ni han estado subyugados por los ciegas totalidades, en las cuales ninguno nos atrevemos a levantar la cabeza o ponernos una corbata de otro color.
Cansado estoy de que solo triunfan aquellos que potencian al máximo los intereses y beneficios de unos pocos y que mueven a toda la totalidad.
No hago un cántico crítico a la prisión a la que estamos sometidos en muchas circunstancias, sólo abogo por la bienaventuranza de aquellos que no se sientan sometidos por las totalidades y expresen sus diferencias.
La diferencia es una piedra atada al cuello, navegando en el mar de la sociedad con un pequeño velero y en solitario.
Las excentricidades como reflejo de esta diferencia, no son aceptadas, es más, son vistas con extrañeza y no provocan más que risas, sorpresas o extrañeza.
Atados estamos a la normalidad.
La creatividad se ahoga en el corazón de algunos.

Lo diferente permanece oculto en el íntimo rincón del granero.

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