Y todo el mundo andando hacia un lugar
con la cabeza mirando hacia éste, y un individuo, de espaldas,
caminando hacia aquel mismo lugar.
Éste, es un ejemplo gráfico de un
concepto de excentricidad con su aplicación y realidad, pero que
miente con ambas. Aquella persona que no se mueve al compás de la
mayoría se le califica como excéntrico, diferente, extraño.
La definición, está, se encuentra,
con su carácter calificativo como un acto de pura diferencia sin
ninguna intención más que la diversidad. La imposición de modos y
maneras propios.
Pero esta definición, ni incluye a
todos, ni define todas las situaciones que parece que sí que lo son,
pero no, pues aquí hay trampa e injusticia.
La verdad, en demasiadas ocasiones es
entendida y la encontramos, cuando todo el mundo, otra vez los
mismos, andan de espaldas hacia un supuesto objetivo, mientras otro,
y dentro de la supuesta mentira en nuestras usuales perspectivas,
como extraño e inconsciente se gira, y anda de frente hacia un
objetivo claro y concreto.
Esto, si es calificado como
excéntrico, se equivoca quien lo haga.
Y haylos muchos, que por no aceptar,
siendo iguales pero tener otras realidades son equivocadamente
calificados como excéntricos como un puro y duro ejercicio de
calificación estética externa.
Se equivocan en muchos casos los
acusadores, pues el asunto suele ir más allá.
El actuar buscando una mejoría y
cambio, recibe en casi todas las ocasiones, al menos, el calificativo
de excentricidad, entendida como una manía en el momento de actuar
en las formas y modos.
Hay una manera más justas de definir
estos actos como una manera de expresar, en tu actitud y obra, la
distancia entre tus elementos formadores y la forma de tu realidad.
El siglo XIX ha sido el más fecundo
en cuanto a la teorización de a la separación del individuo
respecto a las totalidades que arrastran.
Grandes autores nos describen las
grandes muchedumbres, el borreguismo y la falta de voluntad para
imponer tu persona ante estas fuerzas exteriores.
En mi tiempo contemporáneo, en
pensamiento resolutivo, a muerto.
La acción creativa del intelecto ha
fallecido en las realidades inmanentes y cotidianas, asumidas y
aceptadas por todos y ¡ahy de aquel!, que no acepte o no admita
estas formas y maneras estandarizadas y asumidas como normalidad
infranqueable.
O te mueves dentro de lo establecido o
ya recibes un adjetivo calificativo que te impide o al menos te
dificultan entrar en la toma de decisiones por la ya bien nombrada
excentricidad.
Entiendo que deberíamos de serlo
todos.
Ser diferentes y particulares.
Creo que cada uno deberíamos no
asumir estas normas impuestas por una normalidad aparentemente
necesaria, que no es así.
No hablo, ¡pardiez!, de una
revolución anarquista.
Siempre un cambio razonado, pacifico y
progresivo.
Hablo de aquel mal que surge cuando es
mirado con desconfianza ante su anormalidad y excentricidad por,
digamos, no ver, ni mirar, la televisión.
No le gusta, no se la cree, se siente
engañado, vendido, ve la parte mas podrida de nuestra sociedad y
otros elementos de este calibre que le llevan a no verla.
El acto es correcto, pero se sale de
la normalidad y entra en la excentricidad como un calificativo
similar al “olvidate de él, ya conoces sus rarezas”.
Marcar, distanciarte, tomar posiciones
distintas a aquellas por todos asumidas no es un defecto, sino un
efecto de la anormalidad del conjunto.
Pongamos a cada uno en su lugar.
Dejemos de aceptar como necesarias las
estructuras, perspectivas, usos, formas, maneras, propósitos, fines,
virtudes, defectos y demás cotidianos y seamos conscientes que todos
andamos de espaldas menos aquel vecino que se gira, abre los ojos y
comienza a caminar de frente....”¡Ohhh!, mírale, que raro,
diferente, excéntrico, siempre igual y el mismo”
Abogo por que le levantemos estatuas
sobre un gran pedestal a todos aquellos que supieron, por las razones
que fueran, elevarse por encima de la muchedumbre y ser capaces de
actuar según sus propios principios, formas y maneras y no se han
sentido, ni han estado subyugados por los ciegas totalidades, en las
cuales ninguno nos atrevemos a levantar la cabeza o ponernos una
corbata de otro color.
Cansado estoy de que solo triunfan
aquellos que potencian al máximo los intereses y beneficios de unos
pocos y que mueven a toda la totalidad.
No hago un cántico crítico a la
prisión a la que estamos sometidos en muchas circunstancias, sólo
abogo por la bienaventuranza de aquellos que no se sientan sometidos
por las totalidades y expresen sus diferencias.
La diferencia es una piedra atada al
cuello, navegando en el mar de la sociedad con un pequeño velero y
en solitario.
Las excentricidades como reflejo de
esta diferencia, no son aceptadas, es más, son vistas con extrañeza
y no provocan más que risas, sorpresas o extrañeza.
Atados estamos a la normalidad.
La creatividad se ahoga en el corazón
de algunos.
Lo diferente permanece oculto en el
íntimo rincón del granero.
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