Salían y entraban constantemente.
Ésta era su relación con el bar.
Desayuno, café, almuerzo, comida,
tente en pie, cena primaria y cervezas acabando el día. Siempre
había una razón.
Entre Andrés y Pedro, se multiplicaba
al engancharse siempre en conversaciones.
Eran dos personajes particulares.
Redactor y encuadernador.
Humanistas. Lectores constantes y
escritores pasionales.
Aquella tarde coincidieron en el tercer
piso del edificio de la editorial y de allí, ya hombro con hombro,
salieron hacia su café.
La pared a ladrillo descubierto asomaba
su cabeza nada mas doblar la entrada y la sonrisa del barman, siempre
en su sitio, tanto la sonrisa, como el camarero.
- Andrés – dijo Pedro, ¿por qué no
escribes todo lo que me cuentas?
- Porque, amigo, no es decidir, es
decidir y hacer, que no es lo mismo.
- Pero ¿tanto te cuesta arrimar tu
estomago a la mesa y comenzar a escribir ¡Las ideas las tienes!, ¡a
mi me las comentas continuamente en la barra de éste mismo café!
- Si, Pedro, pero no te confundas y te
equivoques.
- En qué, amigo
- Algunos realizamos, al escribir, un
puro acto pasional, en el cual el esfuerzo queda reducido a la nada
puesto que los pensamientos y mensajes fluyen por si mismo. El
problema estriba en que no escribes para ti mismo.
- ¿y ampliarlos?, ¿extenderlo?
- Aquí tenemos una de esas acciones
más difíciles. Un texto de una mínima duración debe de tener una
estructura básica para ser leído y expuesto con interés.
- Explicame
- No debes de repetir ideas, debes
desarrollarlas de manera progresiva, debes de escribir para el
extraño y otras cosas como estas que te obligan a pensar tus
palabras.
- Andrés ¿qué no puedes tener
frialdad y trabajar escribiendo, es decir, realizar un acto
concentrado, con vistas al resultado final?, ¿solamente tienes la
pasión que te lleva a desenrollar en tal alfombra tus ideas allá
donde encuentras un salón donde dejarlas?
- Lo que no tengo, Pedro es la
capacidad de enfriar mis emociones y pasiones y razonar para los
demás y no para mi persona. En demasiadas ocasiones olvidamos que
vivimos en un mundo con otras individualidades que pueden no estar
viendo nunca y jamás el mismo mundo que tu ves. Hay que estudiar,
calibrar, intuir una forma trabajada que pueda resultar útil para el
autor y atractiva para los lectores.
El barman los estaba escuchando y se
inmiscuyó en la conversación
- Andrés Garcia y Pedro Serrano,
debéis de saber los dos que los objetivos van directamente
relacionados a las intenciones, ¿quieres ganarte la vida
escribiendo?, entonces sal de tu concha y trata de hacer agradable la
lectura, absorbente la escritura o completar opiniones atractivas.
- ¿Y si no buscas el dinero?, qué nos
queda, pregunto Pedro.
- Andrés, tú escribes...
- Pedro, el placer de escribir sin
lectores, no existe, no se da. El escribir es por naturaleza un acto
de comunicación. Siempre escribes para alguien. El asunto estribará
en las consecuencias que tú esperas del acto.
- ¿Qué?
- Que a quien no le guste, que se baje
del carro hasta quedarte solo y hacer un diario para aclarar tus
ideas.
- ¿O?
- Que trates de agradar a los demás
buscando el interés de los lectores y no tu propia realización,
tranquilidad, claridad o seguridad que tus palabras te ofrecen.
- Más trabajo tendrá escribir para
los demás, concluyo.
- Sin duda, amigo. El buscar el arte
para ser contemplado por los extraños requiere trabajo pues debes de
asumir las consecuencias y formas necesarias. Piensas, ordenas,
razonas, barajas, estudias, comparas, repasas, reescribes, revisas,
estructuras y así muchas acciones que huyen del acto febril de la
escritura pasional, que se disfruta y se vive como un niño de la
posguerra y sus zapatos nuevos.
- Está claro, lo qué es una pequeña
maravilla en forma de pequeño bombón de almendras, lo realizamos
para los demás, y se nos convierte en, con la intención del mismo
deleite del comensal, en un gran puchero, magnifico y sabroso. Sí
sabes cocinar para gran número de comensales.
- ¿Lo corto es más delicioso?,
quieres decirme.
- Los aforismos, las afirmaciones
cortas y tajantes, para describir los hechos me resultan inevitables.
La verdad es simple e univoca. Lo largo y complicado en excesivas
ocasiones, nos aburre.
- ¿El placer es sinónimo de poca
duración?
-Si
- ¿Y la belleza?
-No.
- Entonces ¿qué buscamos y cómo
escribes?
Así continuaron hablando hasta que,
por ser Viernes, su amigo, aquel hombre que habitaba tras la barra
del bar, les hecho, entre risas y alegría de su café.
Poniéndose la mano, el uno al otro, en
el hombro, se sonrieron.
- Pedro, cualquier razón tendrás para
levantarte de una mesa en la que yo esté sentado menos la falta de
conversación que ahí tendrás.
- Lo sé, Andrés, pues no sólo por la
calidad, sino también por la cantidad me vengo a tu mesa.
- Estamos exagerando, siempre nos
decimos lo guapo que somos
Rieron los dos. Sabían que en sus
conversaciones pensabanse haber llegado a profundidades que jamás
adquirieron.
Mas vale vivir en la alegría del
engaño que en la miseria de la verdad.
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