viernes, 16 de mayo de 2014

CAFÉ (CXX). LA ESCRITURA



Salían y entraban constantemente.
Ésta era su relación con el bar.
Desayuno, café, almuerzo, comida, tente en pie, cena primaria y cervezas acabando el día. Siempre había una razón.
Entre Andrés y Pedro, se multiplicaba al engancharse siempre en conversaciones.
Eran dos personajes particulares.
Redactor y encuadernador.
Humanistas. Lectores constantes y escritores pasionales.
Aquella tarde coincidieron en el tercer piso del edificio de la editorial y de allí, ya hombro con hombro, salieron hacia su café.
La pared a ladrillo descubierto asomaba su cabeza nada mas doblar la entrada y la sonrisa del barman, siempre en su sitio, tanto la sonrisa, como el camarero.
- Andrés – dijo Pedro, ¿por qué no escribes todo lo que me cuentas?
- Porque, amigo, no es decidir, es decidir y hacer, que no es lo mismo.
- Pero ¿tanto te cuesta arrimar tu estomago a la mesa y comenzar a escribir ¡Las ideas las tienes!, ¡a mi me las comentas continuamente en la barra de éste mismo café!
- Si, Pedro, pero no te confundas y te equivoques.
- En qué, amigo
- Algunos realizamos, al escribir, un puro acto pasional, en el cual el esfuerzo queda reducido a la nada puesto que los pensamientos y mensajes fluyen por si mismo. El problema estriba en que no escribes para ti mismo.
- ¿y ampliarlos?, ¿extenderlo?
- Aquí tenemos una de esas acciones más difíciles. Un texto de una mínima duración debe de tener una estructura básica para ser leído y expuesto con interés.
- Explicame
- No debes de repetir ideas, debes desarrollarlas de manera progresiva, debes de escribir para el extraño y otras cosas como estas que te obligan a pensar tus palabras.
- Andrés ¿qué no puedes tener frialdad y trabajar escribiendo, es decir, realizar un acto concentrado, con vistas al resultado final?, ¿solamente tienes la pasión que te lleva a desenrollar en tal alfombra tus ideas allá donde encuentras un salón donde dejarlas?
- Lo que no tengo, Pedro es la capacidad de enfriar mis emociones y pasiones y razonar para los demás y no para mi persona. En demasiadas ocasiones olvidamos que vivimos en un mundo con otras individualidades que pueden no estar viendo nunca y jamás el mismo mundo que tu ves. Hay que estudiar, calibrar, intuir una forma trabajada que pueda resultar útil para el autor y atractiva para los lectores.
El barman los estaba escuchando y se inmiscuyó en la conversación
- Andrés Garcia y Pedro Serrano, debéis de saber los dos que los objetivos van directamente relacionados a las intenciones, ¿quieres ganarte la vida escribiendo?, entonces sal de tu concha y trata de hacer agradable la lectura, absorbente la escritura o completar opiniones atractivas.
- ¿Y si no buscas el dinero?, qué nos queda, pregunto Pedro.
- Andrés, tú escribes...
- Pedro, el placer de escribir sin lectores, no existe, no se da. El escribir es por naturaleza un acto de comunicación. Siempre escribes para alguien. El asunto estribará en las consecuencias que tú esperas del acto.
- ¿Qué?
- Que a quien no le guste, que se baje del carro hasta quedarte solo y hacer un diario para aclarar tus ideas.
- ¿O?
- Que trates de agradar a los demás buscando el interés de los lectores y no tu propia realización, tranquilidad, claridad o seguridad que tus palabras te ofrecen.
- Más trabajo tendrá escribir para los demás, concluyo.
- Sin duda, amigo. El buscar el arte para ser contemplado por los extraños requiere trabajo pues debes de asumir las consecuencias y formas necesarias. Piensas, ordenas, razonas, barajas, estudias, comparas, repasas, reescribes, revisas, estructuras y así muchas acciones que huyen del acto febril de la escritura pasional, que se disfruta y se vive como un niño de la posguerra y sus zapatos nuevos.
- Está claro, lo qué es una pequeña maravilla en forma de pequeño bombón de almendras, lo realizamos para los demás, y se nos convierte en, con la intención del mismo deleite del comensal, en un gran puchero, magnifico y sabroso. Sí sabes cocinar para gran número de comensales.
- ¿Lo corto es más delicioso?, quieres decirme.
- Los aforismos, las afirmaciones cortas y tajantes, para describir los hechos me resultan inevitables. La verdad es simple e univoca. Lo largo y complicado en excesivas ocasiones, nos aburre.
- ¿El placer es sinónimo de poca duración?
-Si
- ¿Y la belleza?
-No.
- Entonces ¿qué buscamos y cómo escribes?
Así continuaron hablando hasta que, por ser Viernes, su amigo, aquel hombre que habitaba tras la barra del bar, les hecho, entre risas y alegría de su café.
Poniéndose la mano, el uno al otro, en el hombro, se sonrieron.
- Pedro, cualquier razón tendrás para levantarte de una mesa en la que yo esté sentado menos la falta de conversación que ahí tendrás.
- Lo sé, Andrés, pues no sólo por la calidad, sino también por la cantidad me vengo a tu mesa.
- Estamos exagerando, siempre nos decimos lo guapo que somos
Rieron los dos. Sabían que en sus conversaciones pensabanse haber llegado a profundidades que jamás adquirieron.
Mas vale vivir en la alegría del engaño que en la miseria de la verdad.


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