La capacidad de autodecisión está
básicamente perdida y además, doblemente pues aquellos que parecen
defenderla, no son sino una parte integrante del hacer
económico-social, que se los fagocitará cuando lleguen al poder.
Todos estamos incluidos y salvo un
esfuerzo de abstracción sobre y alejamiento de, tu persona, es fácil
obviar esta realidad.
Aquellos ya denunciaron la perdida de
nuestra individualidad, el sometimiento colectivo a unidades externas
y la falta de fuerza de voluntad unificadora y existencial.
Quizás fuese la locura y atrocidad del
siglo XX, lo que hizo que se olvidara.
Y si antes doblábamos el problema,
ahora lo triplico, si contemplamos el sometimiento colectivo como una
parte funcional de nuestra naturaleza como animales o como una
evolución lógica y coherente en cuanto a la evolución social y
gremial.
¿Estamos, entonces, atrapados, sin
salida en la telaraña, que o bien hemos construido o bien nos
constituye?
Cansado estoy de observar movimientos
formalizados.
Perdido me encuentro en determinadas
normalidades conocidas.
Aburrido me siento de ver a los
mismos, haciendo lo de siempre.
Aferrado a aquella idea de aquel autor
tan utilizado, entiendo la voluntad como única vía de escape.
El sentirse observado y juzgado, que
nadie mire por encima del hombro de nadie de los que leen pues nos
pasa a todos. El superar estas sensaciones y expresar tus propias
creaciones personales, no como arte, sino como expresión propia, es
un asunto de tu voluntad en cuanto a la defensa de tu persona.
No hay verdad pública, nadie te mira
con ella, tu capacidad de tenerla es completamente posible.
La rebelión violenta es en sí un sin
camino, la aceptación es sumisión o comodidad.
Queda la pasividad participativa,
decir, denunciar los hechos.
El conocimiento colectivo de la
dinámica imperante e impositiva sería una salida.
La ciudad me ata, me anula, me
insensibiliza.
Siquiera somos conscientes ésto y sólo
la expresamos como una metáfora descriptiva pero no valorativa,
cómo debiéramos pues vivimos absolutamente atados a nuestro reloj.
No es una imagen descriptiva.
Sin cadenas visibles, pero atados.
Lo arrastramos allá donde vamos y lo
contemplamos y sopesamos antes de decidir.
Me resulta difícil encontrar como
elemento evolutivo correcto para las personas que tengamos el tiempo
fuera de nuestro control.
Todos, repetitivos e igualitarios,
realizamos los mismos hechos, de la misma manera y, naturalmente,
perfectamente acompasados.
Me surge la duda al pensar si está
globalización entendida como repetición debe de ser un elemento de
orden en la unión humana.
Sea como fuere, entiendo que hay
momentos en los cuales la cobertura social, esconde y oculta al
individuo.
Y reitero que lo peor es no ser
conscientes del hecho.
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