sábado, 13 de abril de 2013

LA VOLUNTAD




            Si somos capaces  a través de la voluntad de imponer tus estados de ánimo a los provocados por unas circunstancias, tenemos el buen camino iniciado.
            Así como el dolor, la alegría, la belleza o fealdad no pertenecen a este mundo físico y son impresiones personales, pueden ser pasados por el filtro de tu personalidad y cribar los estímulos con tu voluntad operativa.
            No hagamos valoraciones sentimentales y seamos reos de ellas. Hagamos actos metodológicos, voluntarios que nos producirán libertad.
            Tenemos la mala costumbre de calificar todo aquello que nos rodea como bueno o malo categóricamente. Las impresiones externas  no son nada hasta que nuestra mente es consciente de ellas y le dan categorías puras, aplicando el elemento ontológico de los contrarios siempre.  No hay nada neutro, es decir, con un valor añadido si se tercia y por la persona en cuestión. Es el reflejo de nuestro énfasis y fijación patológica de darle a cualquier cosa un  ámbito total y definitorio dentro de estas antinomias entendidas como  formativas de la realidad.
            Tantos personajes históricos como las hojas del olmo de la historia, han debatido, contemplado y estudiado la distancia entre la voluntad propia del individuo que acota y da sentido a la realidad y los elementos circundantes formadores del mundo.
            Este dualismo es producto de nuestra incapacidad de aceptar la imposibilidad de la definición absoluta de las cosas y  su esencia particular en el individuo. La salida es la construcción pragmática de la vida a través de la voluntad. Es el asunto esencial de aceptar la variabilidad y entropía propia de la vida humana y su necesario control con nuestra voluntad. La vida no está formada nomás que por el uso que hagamos de estas impresiones externas a través de la voluntad y la razón.
            Tanto los problemas, como los males, como las desgracias, son elementos inherentes del  movimiento vital y como tal hay que tomarlas.
            Somos la voluntad que anda. Somos los sentimientos que despotrican , la razón que la construye y sobre todo, caminamos, sentimos y pensamos, saltando, como el colibrí entre las hojas del charco que forma la vida.

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