jueves, 18 de abril de 2013

UN MINUTO DE IMAGINACIÓN






            El mayor problema de hacer, es el tiempo dedicado a ello.
            El tiempo es el sinónimo de concentración y trabajo.
            Hay momentos en los que desaparece y, entonces, comienza la libertad.
            Cuando el tiempo aparece, tu conciencia sale del saco de los sueños y llega arrastrándose a terminar, sintetizar, a estructurar en la que el consiente, como si tuviera derecho a hacerlo, toma el control de la situación y el arte, la belleza, el sentimiento, que tenías, desaparece.
            El tiempo es un concepto sin ninguna existencia. Lo que ocurre será la velocidad con la que pasan las cosas y estas estarán directamente relacionadas a la velocidad del observador.
            ¡Quiero huir del tiempo! Quiero recorrer superficies vitales tan sumergido en ellas que no vea los segundos que pululan alrededor de mi cabeza.
            Quiero bajar los ojos y cuando los alce de escribir, ya sea de noche.
            No quiero sentir, tras cada palabra, las hojas que caen del árbol de la entrada, realizando un baile acompasado que me atan el  tiempo largo y cansino de su descenso.
            Quiero bajar los ojos y perder al tiempo entre las líneas.
            Olvidémonos y que haya momento de eternidad en la vida cotidiana.
            Haré poesía con la confianza, que perdido entre las ideas unidas por su estética y belleza el tiempo se deslice entre los dedos de mis manos y caminen en el olvido.
            Y, sino, escribiré historias desmedidas, sonoras y que reformen la realidad, imaginando mundo que no son y el tiempo, y entonces, se desliza por mi espalda perdiéndose entre las ideas en mi imaginación.
            Soñaré como escribo hacia atrás, comenzando por el final y cambiando el orden de las silabas en las palabras.
            Instalarte en la creatividad te saca y huye del tiempo pues el reloj deja de marchitar las flores de la primavera, de fundir la impoluta y blanca nieve en el invierno, de revolar las acres hojas del otoño y de secar los pequeños charquitos hechos con las lágrimas de amor en los veranos.
            No quiero cien años de vida, quiero un minuto de imaginación.

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