Busquemos
el propio disfrute estético como objetivo de la escritura.
La
historia, la temática, la información es decir, el contenido, impera como razón
en la elección de la lectura.
En
el arte es, la forma, el único y último motivo de disfrute, apreciación y calificación valorativa de la
obra. En la lectura no. Cada tipo se ajusta a unos estereotipos, estructuras,
modelos y otros asuntos similares en la información que transmiten. Historias,
personajes, situaciones, reflexiones, ciencia y los demás que se os ocurran.
Entiendo
que en los escritos debemos de buscar también la pura y dura estética.
Sucesión
de adjetivos provocando el contraste sentimental, verbos transitivos separados
por pocas palabras que aceleren el proceso mental, verbos intransitivos que nos
lleven a la trascendencia, artículos definidos o indefinidos que alejen o
acerquen al sustantivo, las metáforas cortantes en las reflexiones o adverbios
casi abstractos que califiquen acciones usualidad máxima. Así y otras
cuestionen que hagan de la lectura un placer de realizarla por disfrutar al hacerlo
y no por el contenido trasmitido.
Sentir
el disfrute del momento.
Es
el acto de lectura.
Es
la fenomenología del propio hecho en sí, sin salir ni un centímetro de su
propio momento.
Sentirte
en el envuelto en el trascurso de la lectura, en el descenso del rio del
lenguaje, que pasa por corrientes, por lagos, por cataratas y que entra en la
presa del mar al voltear la última página.
Frases
afirmativas, aseverativas, cortas y
simples que introduzcan en la aventura de esa lectura. Párrafos lentos,
conceptuales y explicativos que acaben
en metáforas descriptivas en la humanización de la lectura.
Los
mecanismos se multiplican en la
realización de la obra. Es un escrito esculpido y pintado. Trabajado como la arcilla en tus
manos.
La
información trabajada así, es lo digno de máxima admiración.
Pero
el relato o reflexión en su forma tiene también un hueco en el mundo del arte.
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