La dependencia a ultranza de lo
conseguido es manifiesta y repetitiva.
La pureza de las intenciones y
acciones, se pierden cuando entran en el juego del poder.
La toma de decisiones en circunstancias
determinadas colapsan tus intenciones y se auto proclaman con
resolutivas en el sistema.
Valga el momento en el cual a una
persona con un corazón inmenso y bien intencionado sea corrompido
por el propio poder.
Éste toma forma, atrapa al que lo
tiene y le hace actuar como parte integrante.
No hay persona que no llegue a
comprender las acciones que antes de subir despreciaba.
Desde lo alto se entiende lo que antes
no se podía.
¿Por un mayor acto de comprensión?
No, por tratar en aquellos niveles de
poder, como normalidades, asuntos y cosas que no lo son.
Dejan de sufrir y de avergonzarse por
hechos que antes no lo fueron pero que ahora si, secundarios.
No caben tantas imágenes de dirigentes
diferentes y en muchos lugares que perdieron toda la confianza en
sus actos al realizar acciones que desde arriba, ahora, consideran
necesarias cuando antes de su escalada, las condenaba, sin tapujos ni
concesiones.
El mundo no cambia, pero la perspectiva
de la persona sí.
La persona corrompida por el poder,
comienza a ver como una acción necesaria aquellas que despreciaba en
tiempos anteriores.
La repetición, reiteración y acuso de
las circunstancias, hacen que esta pierdan toda navaja en su
capacidad de actuación.
Se acostumbran a vivir a ciertos
niveles del pensamientos e inquietudes.
El trabajar por las generalidades es
necesario, pero que la rutina y repetición no provoque el olvido de
los individuos.
La normalidad de los hechos incorrectos
con visas a alcanzar motivos más grandes produce una deformación
total de los valores y principios del que sustenta el mando.
Deja de ser aquella persona con
principios y valores propios y cae en las garras del sistema y
movimiento generalizado.
Cuando queremos darnos cuenta hemos
perdido la personalidad.
Son los juegos del poder.
Para entrar en su funcionamiento,
acaban cambiando y traicionándose.
El poder rompe la pureza en los
pensamientos.
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